viernes, 29 de junio de 2012

Deus Ex Machina. Parte 20.

Las plantas retrocedían, desapareciendo, hacia lo que otrora fue el invernadero. Las seguía con la mirada, viendo como se replegaban, dejando libre la estación, iluminándose, bañada por la luz de la estrella más cercana. El cañón se oxidó por completo, quedando como un amasijo de metal a sus pies, inofensivo. Alexia venía en camino, y esperaba que el salto temporal no la llevase lejos de allí. Se levantó, extenuada, se calzó las botas y los artilugios de espionaje, y bajó por el pasillo, viendo como el cristal que servía de separación entre el vacío y ella, refractaba la luz, creando arco iris a sus pies. Una vez que llegó abajo vio algo más, que unido a lo anterior, le perturbó un poco más, si podía. Su maltrecha mente, cansada de cosas inexplicables para su joven edad, observó como las paredes de los pasillos, primero de un brillo metalizado, después cubiertas de vegetación, y ahora otra vez metalizada, se ennegrecía hasta alcanzar el color del hollín. Una vez más se sumía en una oscuridad parcial, y sus huellas quedaban marcadas en una capa de ceniza, que súbitamente había empezado a aparecer. Ella no intuía siquiera lo que había pasado, pues desconocía totalmente cualquier teoría de los viajes en el tiempo, a diferencia de Alexia, ella nunca había estado especialmente interesada por la ciencia, y ahora le pasaba factura. Solo sabía que aquello debía ser cosa del maníaco, que de algún modo trataba de hacerle perder la cordura.

Volvió donde había empezado todo, en el pabellón de artificieros, donde, parecía que habían pasado eones,  habían llegado su compañera y ella, en calidad de aprendices, para espiar a Fhreklay. Y por lo que ella pensaba, habían fracasado estrepitosamente. No habían conseguido descubrir el plan de Fhreklay, o al menos eso pensaba.

Alexia estaba ante ella, cubierta de hollín, sonriente.

-Al fin. -fue lo único que pudo decir.

Tryf se lanzó hacia ella, abrazándola, y explicándole rápidamente la situación. Alexia escuchó con atención, y le contestó:

-No hemos fracasado, descubrí que el plan de Fhreklay era acabar con todos los miembros de la estación, lo pude detener a tiempo, y por tanto debemos volver a casa. Vamos a cruzar el portal, volvamos al presente, allí nos espera una nave.

Volvieron a bajar las escaleras que tantas veces habían transitado, y estaban otra vez delante del vórtice. Alexia saltó primero, atravesando el portal... y cayendo al otro lado.

-¿Qué ha pasado? -preguntó extrañada.

Tryf se encogió de hombros, saltando tras ella, con el mismo final. Se levantaron, y acercaron la mano al portal. No pasó nada. El portal se había quedado sin la energía que le proporcionaba el rodio.

-Perfecto, no podemos volver. Tenemos que encontrar la manera de salir de aquí.

Se encaminaron hacia el cosmódromo, ahora que el acceso era posible, y vieron que quedaban algunas naves. Buscaron una que estuviera operativa, y se montaron. Tryf, además de espía, era además piloto de combate en cazadores ligeros, y esta nave no era muy distinta. Conectó los reactores, abrió la compuerta desde el panel de mando, y se abrió el techo sobre ellas. Pero no pudieron salir, pues una nave que no pudieron identificar, bajaba por la abertura, posándose en el centro de la sala.

Se bajó una mujer, seguida de seis hombres armados. La abertura se cerró, acabando con las posibilidades de escape.

La mujer les indicó que bajaran de la nave, cosa que hicieron de inmediato. Eran dos contra siete, y no tenían ningún arma a distancia.

-Soy Arkadia Hardin. Quedan detenidas por el asesinato de Fhreklay Boronin.

Parecía que no podrían volver a casa, al menos de momento...

FIN.

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