viernes, 1 de junio de 2012

Deus Ex Machina. Parte 6.

Tres días después de la conferencia, el universo seguía igual, impasible ante los simples mortales que luchaban por sobrevivir. La inhóspita Avanzada era como un oasis mugriento en medio de un desierto desolador, donde se trataba de facilitar la vida a las nuevas generaciones, o eso hacían creer.

-Diario. Día 3. 9:00 hora Ganimédica. Tryf y yo hemos investigado al jefe de artificieros Jonathan, sin resultado. Hoy trataremos de escapar del entrenamiento y seguir buscando respuestas. Fin del comunicado.

Alexia guardó su micrófono, el cual llevaría sus palabras a través del vacío hasta los oídos de sus superiores, a muchos años luz de distancia. Miró a su compañera, que se calzaba las botas de seguridad, con el rostro ceñudo y el pelo atado en una cola, como exigían en este lugar. Ella hizo lo mismo con su negro cabello, y se dispusieron a marchar al entrenamiento. Ocultaron sus aparatos electrónicos con los campos de visión negativa, y salieron de su habitación. Tryf salió primera, sin percatarse de las leves huellas que habían en la capa de polvo que cubría el desusado suelo del pabellón, cosa que no pasó desapercibida para su joven compañera.

-Tryf, mira.-señalaba Alexia, con un dedo anillado, hacia una huella que llegaba hasta la última habitación.

La última habitación, que fue revisada por Alexia tras desactivar las cámaras, sin encontrar nada aparentemente fuera de lugar. Tras esa investigación llegó el acto que le llevó a estrenar su aguja de compuesto 1080. Un simple pinchazo, y la condenación se presenta ante ti. Ocurrió cuando los vigilantes de la estación vieron que las cámaras y micrófonos del pabellón de artificieros dejaron de funcionar súbitamente, y quisieron investigarlo. Tryf y Alexia esperaban tras la puerta, agazapadas en las sombras, esperando a que los incautos operarios cruzaran el umbral que los llevaría al infierno. Alexia procedió con un rápido pinchazo en la nuca, clavando su aguja en la médula del operario más fornido de los dos. Al segundo caía ante sus pies, en perfecta sincronía de su compañero, que le emulaba a su lado, víctima del puñal empapado en sarín líquido, perfectamente licuado por los expertos toxicólogos que trabajaban para Suirahaza.

Mientras Tryf limpiaba su puñal, y lo volvía a bañar en el veneno, Alexia retiraba los cuerpos, y los escondía en una habitación aleatoria, bajo mantas. Ya pensarían como deshacerse de los cuerpos, y el espacio les daría la solución, pero no en este momento.

Y ahora tenían unas huellas, que llevaban hacia la última habitación, la pulcra habitación.

-Llegan hasta el final del pabellón.-asintió Tryf.-¿Vamos?

-No, ahora no. Debemos ir al entrenamiento, si no vamos levantaríamos sospechas.

Su compañera pelirroja asintió, y se encaminaron hacia la zona de explosivos. Giraron a su derecha, hacia el pasillo curvilíneo, que formaba la circunferencia del anillo central de la estación. Su forma similar a una estrella, donde los rayos eran los distintos pabellones y lugares de investigación, estaban en perfecta armonía con el Sol, que se reflejaba en las esferas de estudio. A su vez, todos estos pasillos convergían en la esfera central, lugar donde Fhreklay movía los hilos del destino de la estación.

Pero no solo manejaba los designios del lugar, si no de algo mucho más intangible y peligroso...

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