lunes, 30 de julio de 2012

Jaula de Cristal. Parte 4.

Recordaba cuando iba a la escuela elemental, en la capital de Debulon, Okranis. Allí despuntaba en casi todas las asignaturas, ya fuera física teórica, como neuromancia, o matemática avanzada. Pero siempre le faltaba algo, algo más. Y descubrió que la superioridad, incluso el causarle dolor a los que eran inferiores a ella, la llenaba como nada lo había hecho nunca. Era algo que, obviamente, nadie conocía, pero que le daba un placer irremplazable. Por ello, mientras mantenía los pies encima del pecho del inconsciente Noralisk, daba vueltas a su taladro neuronal, silbando una vieja canción que casi nadie recordaba, nadando en su propio ego, inabarcable para cualquier mente que no fuera la suya. Aparcó su autocomplaciencia y se dirigió al piloto de la nave, con su timbre autoritario habitual:

-¿A cargo de las prisioneras quién está?

El timonel de aquella monstruosa nave dejó apartados los mandos, y se giró un poco, sin dirigirle la mirada directamente a la teniente Hardin.

-Sindraksson.

Arcadia se levantó con la fiereza y agilidad de una pantera enloquecida, y bramó:

-¡¿Con ese inútil?! ¡Hasta aquí podríamos llegar!-exclamó, pateando a su paso al desmayado Noralisk. Este gimió un poco ante el impacto, pero no despertó.

Pasó como un misil por pasillos y camarotes, hasta que estuvo delante del joven Sindraksson, recluta artillero de quinta categoría, quieto con el fusil de protones en sus manos, temblando ante la simple presencia de Arcadia, mucho más baja que él, pero terriblemente imponente. Una simple palabra bastó para doblegar al rubio guardián.

-Fuera. -señalando el pasillo a su derecha. Sindraksson agachó la cabeza, y marchó con paso plomizo, a contraposición de su acelerado latir de corazón.

Abrió de una patada la puerta, pues según ella "abrir con el pomo es símbolo de debilidad", enarcando una ceja ante la vista de las dos muchachas, despiertas y mirándola fijamente.

-Veo que las señoritas están despiertas. Bien. Tenemos algunos asuntos que zanjar, pero antes...- concluyó volviéndose a la puerta, y cerrándola a su espalda.

Se sentó en la única silla que quedaba vacía, apoyando los pies en la mesa, y suspirando, dijo:

-A pesar de mi contradicción inicial, podemos servirnos mutuamente, aunque yo no suelo depender de... otros seres. Los idiotas de mis superiores pretenden que hacerme un juicio militar por subordinación...-hizo una pausa para soltar una estridente carcajada-... y no me apetece en este momento, así que pretendo que escapemos, con vuestra ayuda, a Debulon III, una reciente colonia para pruebas armamentísticas. Allí seréis puestas en libertad y yo me declararé rebelde ante mi gobierno. ¿Y bien?

Alexia fue la primera en acomodarse y contestar:

-No. No vamos a creerla. Nos tiene prisioneras aquí, ¿y pretende que le creamos? No somos estúpidas, teniente Hardin.

Arcadia se levantó, esta vez con mayor pausa, mirando fijamente a Alexia a los ojos, con una mueca que se antojaba como una sonrisa, pero que era muchísimo más terrorífica.

-Suponía que pasaría esto. Recordad este rostro, porque es el rostro de la muerte.

Y desenfundó de su cinturón una pistola.

sábado, 14 de julio de 2012

Jaula de Cristal. Parte 3.

Hardin recapacitó, guardó el taladro neuronal, y se marchó a su camarote, no sin antes dedicarle la mejor de sus sonrisas a su sustituto al mando. Le hizo una enorme reverencia, llena de burla y resentimiento, y se esfumó. Era la primera vez que un superior le recriminaba o reprochaba uno de sus actos, y le invadió la furia. Golpeó con la bota la pared que tenía a su alcance, dentro de su habitación, dejando un eco metálico en el ambiente. Recordó lo que le enseñaron en la academia, sobre la ética y el código moral.

"Ética... el sinónimo de la debilidad." pensó. Su ética era la victoria, su abrumadora ansia de poder y sumisión de los demás hacia ella. Ese era su código moral. Nunca le había temblado lo más mínimo la mando al ejecutar nada, y no sería ahora cuando empezara a ello. La debilidad era una enfermedad, y había que erradicarla. Pero no debía precipitarse, Arcadia era inteligente, tan inteligente como el gran genio diabólico en el que se estaba convirtiendo, aunque eso es lo de menos. Ahora sería juzgada en un tribunal de guerra, por salirse de los límites impuestos por los patanes que dominaban Debulon, y que no eran capaces de atarse los zapatos si no era por medio de ayudantes. Los mismos patanes que la habían mandado a detener a dos chicas que su máximo peligro era el de molestar a un lunático con delirios de grandeza como Fhreklay. Ese juicio no la hacía temer su cargo, pues había trabajado muy bien para sus jefes, y no estarían dispuestos a prescindir de ella, pero podrían destinarla a un lugar perdido de la mano de dios, en medio de la más absoluta nada, a controlar alguna extracción minera o dirigir a exploradores inútiles. Algo inconcebible para su privilegiada mente. Y esta era su decisión.

Se levantó de un salto y escuchó a través de la puerta corredera. Obviamente habría un guardia impidiendo que saliese sin permiso, pero aunque estuviera fuera del mando, seguía teniendo ciertas libertades dentro de la nave. Como podría ser ir al baño.

-Eh, aparta, tengo que hacer mis necesidades. -le espetó al salir por la puerta, sin dirigirle la mirada.

El guardia, que era el joven Ngarnek, un muchacho debilucho y fácilmente manipulable, asintió, bajando el rifle de protones y apartándose de su camino. Arcadia eludió su vista rápidamente y volvió al puesto de control, donde el usurpador estaba en su silla, ante sus mandos, en su sitio. El piloto, Azmaev, miraba los radares y velocímetros, controlando que nada saliese de su rumbo. Y parecía que los demás tenían el día libre, pues no había nadie más en la sala.

"Craso error Norilsk, inservible palurdo." sonrió la teniente.

Norilsk miraba a través de la ventana deflectora el universo que se abría ante ellos, impasible e infinito, sin cerciorarse del peligro que venía tras él. Fue rápido, pero dolorosísimo. El taladro actuaba rápido, y era tal el umbral de dolor, que no te permitía siquiera gritar, solo perder el conocimiento y a veces la vida. No fue este el caso, pues Norilsk estaba a sus pies, pero vivo. En otro alarde de desprecio hacia la raza humana, se sentó en su silla y apoyó los pies en la espalda del inconsciente.

-Azmaev, rumbo a Debulon III. No me apetece ahora mismo que me enjuicien.

El piloto se sobresaltó, ajeno a lo que había pasado a su lado, y se dispuso a protestar, cuando vio el artefacto de tortura en manos de Arcadia, y conocía lo suficiente de ella como para saber que no dudaría en usarlo contra su persona.

-A sus órdenes, teniente.

Arcadia sonrió, pues ella siempre ganaba.

miércoles, 4 de julio de 2012

Jaula de Cristal. Parte 2.

La teniente Hardin, haciendo ostentación de su desprecio hacia los demás, acomodó los pies encima de la mesa, quedando de cara a la interrogada.

-A ver. ¿Cuánta clorita atómica hace falta para destruir, digamos, tres toneladas de iridio? Reducido a polvo. -preguntó Arcadia, cerrando el puño con fuerza.

Alexia miró brevemente al techo, y contestó con contundencia.

-65 miligramos.

Sonrió al ver la cara de estupefacción de su interrogadora al ver que tenía razón. Suirahaza no había pasado por alto todas estas posibilidades, y las había preparado para ser artificieras, al menos teóricamente. Arcadia bajó los pies, apoyó las manos en la mesa, echándose hacia delante, y habló en voz baja, mirando fijamente.

-Eres una espía, no me puedes engañar. Lo sé todo de ti. Dime lo que quiero oír, y no usaré esto.

Cogió con una mano el taladro neuronal, y se lo mostró a Alexia. La joven intuyó de qué se trataba, pero no dejó que el pánico le hiciera cambiar su estoico rostro.

-Tuve que mover muchos hilos para conseguirlo, de última generación. Es como si te separaran el cerebro del cráneo, ¿sabes? Como una lobotomía, pero sin mancharte. Limpio, sutil, y doloroso... muy doloroso. -recalcó el "muy".- Pero, esto no dura eternamente, tiene poca capacidad energética, y no me gusta malgastarlo. Así que sé buena y responde. ¿Que hacíais en la estación? ¿Quién os mandó?

Se interrumpió tras abrirse la puerta a su espalda, tras lo cual se giró, haciendo frente al soldado que entraba.

-¡Tengo dicho que no se me moleste cuando interrogo! ¡¡Fuera de aquí!!

El joven soldado tragó saliva y balbuceó como pudo.

-Hay una videoconferencia de Debulon, se le requiere en el alto mando, señora.

Arcadia golpeó con una fuerza desmedida para su pequeño cuerpo la mesa, abollándola en el lugar del impacto. Se levantó, y dijo de espaldas a Alexia.

-Tú y yo no hemos acabado. Ya hablaremos.

Salió por la puerta, cerrando a su paso por ella, y ordenando a su más cercano subalterno que vigilase la puerta. Maldijo en voz alta al ser que se había entrometido en su interrogatorio y se dirigió al puente de mando.

La pantalla mostraba un rostro sombrío, con la nariz ganchuda y pelo canoso, ojos gélidos y pequeños, y un gesto impasible. No cambió el rostro al ver entrar a la teniente.

-Tenía órdenes, Hardin. Ni una palabra a las prisioneras hasta que llegaran aquí. Se le someterá a un tribunal de guerra cuando llegue. Hasta entonces queda relegada del mando. Le sustituirá Norilsk. Eso es todo.

La pantalla se quedó negra, en claro contraste con la ira creciente en el pálido rostro de Arcadia, que miraba de reojo al subteniente Norilsk. Miró su mano derecha, donde aún sostenía el taladro neuronal, y sonrió.

lunes, 2 de julio de 2012

Jaula de cristal. Parte 1.


Arcadia Hardin había subido meteóricamente en la escala jerárquica de la seguridad planetaria, bien por sus grandes acciones o bien por sus antecesores en el cargo, todos familiares. Sus grandes acciones eran, a los ojos de los jefes, lo que le diferenciaba del resto de tenientes. Arcadia no tenía reparo, ni le temblaba la mano al ejecutar cualquier orden. No hacía preguntas, solo cumplía con eficacia, como un bisturí seccionaba la piel, con precisión y frialdad. Si alguna vez tuvo sentimientos, nunca lo había demostrado. Su rostro, por lo general totalmente tranquilo, sin la más mínima mueca o gesto, que denotara algún estado de ánimo, de vez en cuando dejaba entrever una media sonrisa de desprecio ante sus jefes, unos parásitos acomodados, que solo chupaban la sangre del gobierno, lleno de ratas inmundas. O eso era lo que pensaba la teniente Hardin.

Era tal su ansia de poder, que había dejado de lado su noviazgo, con un alto cargo militar, solo porque le quitaba tiempo en su entrenamiento o en sus misiones. Le dejó plantado en el altar, y marchó a Myrias, el planeta vecino, en busca de unos contrabandistas de mercancía nuclear robada. Obvia decir que los detuvo, torturó y obtuvo todo lo que quiso. Pero eso es algo que se presupondrá a partir de ahora, Arcadia siempre gana.

Ahora estaba sentada en la nave, de vuelta a Debulón V, su planeta natal, acompañada de las dos prisioneras que habían hecho en la estación. Las dos chicas habían sido dormidas y esposadas, a espera del juicio que tendrían más adelante. Arcadia resopló, miró su reloj, el cual cambiaba automáticamente a pesar de los saltos hiperespaciales, gracias a un complejo sistema de recopilación de coordenadas de estrellas, que le permitían hacer una triangulación de su posición. Se levantó, y sin excusarse ante nadie, se marchó a su camarote, a repasar algunas notas que había obtenido investigando las vidas de las detenidas. Una era hija de grandes cargos en el planeta del que venían, el cual no encontraba el nombre, pero la otra era la que le suscitaba mayor temor y fascinación. Tryf se llamaba. Parecía haber surgido de la nada, adoptada por un mercader, sin ninguna referencia a sus padres biológicos, y eso era algo que la perturbaba, pues en estos tiempos nada solía escapar al control gubernamental. Cuando despertaran, tendría una charla con ellas, antes de que los peces gordos les pusieran las zarpas encima durante el juicio.

Llamaron a la puerta, abriéndose accionada por el pie de Arcadia, pulsando un botón en la pared.

-Teniente Hardin, una de las prisioneras ha despertado, y solicita audiencia con usted.

Cerró el libro de notas, mientras levantaba la mano haciendo un gesto para que se marchase. Recogió el taladro neuronal, por si necesitaba usarlo.

La chica estaba sentada, con la mirada fija en la pared, el traje lleno de hollín, desgarrado en algunas partes. El pelo negro le caía sobre los hombros, y cuando algún mechón le cruzaba el rostro, tenía que soplar para quitárselo, pues tenía las manos atadas. Dirigió una mirada gélida a su captora, que entró sin más compañía que su ego, que parecía inundar la habitación.

-Alexia Zhukov Guderian, artificiera. No tienes pinta de artificiera. -recalcó la teniente.

Dejó sobre la mesa el taladro, pues suponía que la chica que tenía frente a ella no lo reconocería, y apoyó la cabeza en su mano izquierda, tamborileando con la derecha la mesa metálica.

-¿Qué hago aquí? -preguntó Alexia.

Arcadia sonrió, mostrando una hilera de dientes blanquísimos.

-Las preguntas las hago yo. Empecemos por ahí. Pero te contestaré, hoy estoy de buen humor, ¿sabes por qué?

Alexia no hizo el menor gesto, simplemente la siguió mirando con fijeza.

-Huelo el ascenso. Inspectora. Suena bien, ¿eh? Inspectora Arcadia Hardin. Se iban a acabar muchas tonterías, desde luego. Bien, te contestaré. Tu amiga y tú habéis matado a un alto cargo debuloniano, de misión importantísima en la pútrida estación esa. Y debéis pagar por ello.

Un leve gesto se le escapó a Alexia, enarcando una ceja, mostrando una leve sorpresa ante la palabra “debuloniano”.

“Parece que no teníamos razón, no estaba loco. Fhreklay simplemente era un traidor.”

viernes, 29 de junio de 2012

Deus Ex Machina. Parte 20.

Las plantas retrocedían, desapareciendo, hacia lo que otrora fue el invernadero. Las seguía con la mirada, viendo como se replegaban, dejando libre la estación, iluminándose, bañada por la luz de la estrella más cercana. El cañón se oxidó por completo, quedando como un amasijo de metal a sus pies, inofensivo. Alexia venía en camino, y esperaba que el salto temporal no la llevase lejos de allí. Se levantó, extenuada, se calzó las botas y los artilugios de espionaje, y bajó por el pasillo, viendo como el cristal que servía de separación entre el vacío y ella, refractaba la luz, creando arco iris a sus pies. Una vez que llegó abajo vio algo más, que unido a lo anterior, le perturbó un poco más, si podía. Su maltrecha mente, cansada de cosas inexplicables para su joven edad, observó como las paredes de los pasillos, primero de un brillo metalizado, después cubiertas de vegetación, y ahora otra vez metalizada, se ennegrecía hasta alcanzar el color del hollín. Una vez más se sumía en una oscuridad parcial, y sus huellas quedaban marcadas en una capa de ceniza, que súbitamente había empezado a aparecer. Ella no intuía siquiera lo que había pasado, pues desconocía totalmente cualquier teoría de los viajes en el tiempo, a diferencia de Alexia, ella nunca había estado especialmente interesada por la ciencia, y ahora le pasaba factura. Solo sabía que aquello debía ser cosa del maníaco, que de algún modo trataba de hacerle perder la cordura.

Volvió donde había empezado todo, en el pabellón de artificieros, donde, parecía que habían pasado eones,  habían llegado su compañera y ella, en calidad de aprendices, para espiar a Fhreklay. Y por lo que ella pensaba, habían fracasado estrepitosamente. No habían conseguido descubrir el plan de Fhreklay, o al menos eso pensaba.

Alexia estaba ante ella, cubierta de hollín, sonriente.

-Al fin. -fue lo único que pudo decir.

Tryf se lanzó hacia ella, abrazándola, y explicándole rápidamente la situación. Alexia escuchó con atención, y le contestó:

-No hemos fracasado, descubrí que el plan de Fhreklay era acabar con todos los miembros de la estación, lo pude detener a tiempo, y por tanto debemos volver a casa. Vamos a cruzar el portal, volvamos al presente, allí nos espera una nave.

Volvieron a bajar las escaleras que tantas veces habían transitado, y estaban otra vez delante del vórtice. Alexia saltó primero, atravesando el portal... y cayendo al otro lado.

-¿Qué ha pasado? -preguntó extrañada.

Tryf se encogió de hombros, saltando tras ella, con el mismo final. Se levantaron, y acercaron la mano al portal. No pasó nada. El portal se había quedado sin la energía que le proporcionaba el rodio.

-Perfecto, no podemos volver. Tenemos que encontrar la manera de salir de aquí.

Se encaminaron hacia el cosmódromo, ahora que el acceso era posible, y vieron que quedaban algunas naves. Buscaron una que estuviera operativa, y se montaron. Tryf, además de espía, era además piloto de combate en cazadores ligeros, y esta nave no era muy distinta. Conectó los reactores, abrió la compuerta desde el panel de mando, y se abrió el techo sobre ellas. Pero no pudieron salir, pues una nave que no pudieron identificar, bajaba por la abertura, posándose en el centro de la sala.

Se bajó una mujer, seguida de seis hombres armados. La abertura se cerró, acabando con las posibilidades de escape.

La mujer les indicó que bajaran de la nave, cosa que hicieron de inmediato. Eran dos contra siete, y no tenían ningún arma a distancia.

-Soy Arkadia Hardin. Quedan detenidas por el asesinato de Fhreklay Boronin.

Parecía que no podrían volver a casa, al menos de momento...

FIN.

miércoles, 27 de junio de 2012

Deus Ex Machina. Parte 19.

Se tapó la boca con la mano, para evitar que le entrara el humo, mientras esquivaba el fuego, unas veces saltando, otras corriendo. Una sirena taladraba la mente de los que allí intentaban huir de las llamas, avisando del más que evidente problema ígneo. Llegó a su habitación, la que ocupaba junto a Tryf, y sintió una punzada de dolor, al recordar que probablemente estaba en peligro. Recogió una máscara, que la protegía de gases y radiaciones, y corrió hacia la puerta, deslizándose bajo ella, rota por la mitad. El fuego parecía venir del invernadero, así que se dirigió en dirección contraria, hacia una de las esferas de investigación abandonadas, a su derecha. Esquivó gente, obstáculos y llamas, parándose para ayudar a una chica joven, que parecía tener dañado un pie.

-Vamos, apóyate. No tenemos tiempo. -dijo Alexia, levantando del suelo a la herida.

La chica asintió, y cojeando se dirigieron a la esfera, donde las llamas no parecían poder subir. La dejó en el suelo, tumbada, y le preguntó como se había originado el fuego.

-De repente el invernadero explotó, uno de los ventiladores se atascó con algo, y el motor reventó. Las llamas, como había tanto oxígeno en la sala, enseguida engulleron todo.

Alexia empalideció, al acordarse del investigador que había asesinado y escondido el cadáver en uno de los ventiladores. Negó con la cabeza, evitando la culpa, y contestó.

-¿Hay forma de escapar? Tenemos que salir de aquí.

-No había terminado. El mayor problema no es el fuego, es aquel. -señalando la esfera donde, 63 años antes, su abuela había trabajado en un cañón de información.

Solo que ahora no enviaba ningún tipo de organización. Alguien estaba manipulándolo, cambiándolo de orientación.

-¿Qué está haciendo? -preguntó la espía.

La chica, apoyando la espalda en la pared cristalina, respondió, con gesto de dolor.

-Nadie lo sabe. Fhreklay se ha encerrado en esa sala después de que el fuego empezara, y ha empezado a gritar que las dos enviadas del demonio se la harían pagar.

-Quédate aquí, luego volveré a por ti. -se despidió.

Bajó rápidamente por el pasillo, sin preocuparse por las llamas o la gente, nublada por la cólera hacia el que una vez fue amigo de sus padres.

"Si quieres matarme, ahora tendrás la oportunidad."

Subió el pasillo que comunicaba con el cañón, se acercó a la compuerta, saboteó la seguridad, y la abrió, quedando a solas con el jefe de la Avanzada.

-Se acabó la tontería, maníaco.

Fhreklay se volvió para ver como una mancha negra le apuñalaba el pecho, hundiendo el kris en lo más profundo del corazón, sin dejar que el veneno le hiciera efecto. Una lágrima recorría la mejilla del otrora ministro, agarrando, en un último esfuerzo, la muñeca de la mano ejecutora, intentando detener lo imparable.

-Debéis ser purgados. -exhaló, antes de morir.
Murió, sin ver acabado su proyecto.

A Alexia esta vez no le invadió el sentimiento de culpabilidad, sino el trabajo bien hecho. Ahora debía buscar a Tryf, e irse de aquel lugar.

-Tryf, ¿me recibes?

Un breve silencio, y la respuesta en su auricular.

-¡Alex!, ¿eres tú? ¡Te perseguí a través del vórtice, pero solo he visto plantas y a un maníaco, rezando en un altar!

-Voy a por ti.

Fue al pabellón, bajó las ya conocidas escaleras, y cruzó el vórtice por última vez.

martes, 26 de junio de 2012

Deus Ex Machina. Parte 18.

Un golpe en la cabeza dejó inconsciente a Tryf, despertando en el altar que estaba en el sótano.

-Antes no me creíste, pero ahora lo vas a ver con tus propios ojos.

La voz venía de algún lugar de la sala, pero la espía no podía girarse para buscar al emisor, pues estaba atada a la piedra. La voz, masculina, empezó a hablar, inconexamente, como si estuviera invocando a algo o rezando. Su cántico se fue haciendo más potente, lo cual permitió a Tryf reconocer en él al maníaco que le había perseguido. Forcejeó y se libró fácilmente de las ataduras, estaban bastante flojas. Se giró, buscando al loco, encontrándolo arrodillado, frente a lo que parecía un libro. Fue decidida hacia él, golpeándole en el pecho con la bota. Cayó hacia atrás hecho un ovillo, jadeando, y musitando como pudo:

-Es tarde. Tarde para ti y para mí. Ya vienen.

Y se desmayó. Tryf suspiró, buscando por segunda vez la salida. Llevaba caminados un par de metros, cuando se escuchó un susurro casi inaudible. Se paró, miró por encima del hombro al tipo, pero seguía en el suelo, tal y como lo había dejado. Negó con la cabeza, y volvió a andar. Esta vez el susurro fue más fuerte, y se paró en seco, desenfundando el puñal con la mano derecha, y el aturdidor, que no le había hecho falta, con la izquierda. El aturdidor era un pequeño objeto, del tamaño de su puño, que descargaba ondas zeta, dejando sin sentido al objetivo. Giraba sobre sí misma, lentamente, atenta al más mínimo movimiento, mientras caminaba hacia la trampilla. Los susurros se sucedían, cada vez más seguidos y más fuertes, de todas partes y de ninguna. Había llegado al pasillo, caminando de espaldas, tanteando con la mano del aturdidor la pared, mirando fijamente hacia el altar. Cayó de espaldas, tropezando con la escalera, quedando brevemente tumbada mirando al techo, y cuando volvió la vista al frente, vio unas sombras que se le acercaban. Estas sombras eran las que hablaban, y esta vez, mientras subía y cerraba la trampilla a su espalda, entendió claramente lo que decían:

"Él lo hizo. Tú serás la siguiente."

Estaba a salvo, lejos de las sombras y sus siniestras voces. Furiosa y confusa pateó la lámpara de combustible, mandándola contra la pared, reduciéndose a añicos. Salió de la sala, rodeando el escritorio, sin preocuparse por cerrar la trampilla. Volvió a dirigirse, sin darse cuenta, a la sala del cañón, donde el sol inundaba, sin la interferencia de la vegetación, la sala. Se desprendió del auricular, del puñal y de todos los artilugios que tenía, quedándose descalza, solo con el traje. Se apoyó contra el cristal, dándole la espalda a la estrella más cercana, y se durmió.

Las imágenes se agolpaban confusas en su mente, desde las sombras, hasta el petróleo de la lámpara derramándose por el suelo, mezclándose como la visión de un caleidoscopio. Cambió de repente, quedando en suspenso una imagen del cañón que estaba en esa misma habitación. El cañón estaba manchado de sangre, y despedía un rayo de luz hacia la estrella que iluminaba la estación, destruyéndola al instante. Una a una, iba fulminando las estrellas del firmamento, sumiendo de oscuridad el universo. Una vez acabó con la última, la imagen de Fhreklay se reflejaba en el horizonte, hasta donde la vista alcanzaba, con una risa macabra.

Despertó de repente, empapada en sudor frío, con el cañón apuntando, oxidado, al vacío, sin una gota de sangre. Se acercó, y lo tocó con la yema de los dedos. Un escalofrío le recorrió, pues tuvo un horrible presentimiento acerca de ese objeto.

sábado, 23 de junio de 2012

Deus Ex Machina. Parte 17.

Según la teoría Smith-Arisaka-Chejov, los viajes temporales a través de portales, se producen como los agujeros de gusano, necesitan un portal de inicio y uno de final, por tanto Alexia debía buscar el portal que le   llevara de vuelta al presente y ayudar a Tryf. Supuso que el portal estaría en la habitación de donde había venido, en el pabellón de artificieros, pero eso no tenía porque ser así. La teoría también rezaba que los portales eran brechas en el continuo espacio-tiempo, sostenidas en un punto concreto por las piezas de rodio-iridio. Si la estación había estado en continua deriva en el espacio, tenía el problema de no saber dónde estaba la puerta.

-Discúlpame Selene, he de irme. Me reclaman en otro lugar.

La doctora se interrumpió en su perorata, la cual nadie escuchaba, y asintió sonriendo.

-Claro. Pásate por aquí si quieres ver nuestro trabajo. -contestó.

Alexia se despidió con la cabeza, pero antes de marcharse le hizo una pregunta.

-Una pregunta, ¿conoce la teoría Smith-Arisaka-Chejov?

-No, no me suena. ¿De qué trata? -se extrañó la Dr. Guderian.

Se maldijo a sí misma por haber revelado tal dato, pues acababa de recordar que la teoría tenía solo un par de años de vigor en el presente, y estaba muchos años antes de que la redactaran.

-Nada, no tiene importancia. Es de... crecimiento extranatural de la vegetación.

Selene se pasó la melena por detrás de la oreja derecha, satisfecha con la respuesta.

-Suena interesante. Espero poder informarme al respecto. Yo también me marcho, ¡adiós!

Volvió por el pasillo ascendente a la sala del cañón de comunicación. Alexia se marchó, dirección al pabellón donde había empezado toda esta pantomima temporal, de la cual estaba más que harta. Empezaba a aborrecer tanta gente por todos lados, sin parar de sonreír, como muñecos fabricados en masa, sin consciencia más allá de sus narices. Tras dar algún codazo intencionado y empujones, llegó a la puerta del pabellón, y allí parecía esperarle, como por arte de magia, Jonathan, el tipo que la asaltó al salir del vórtice.

-¡Hola! ¿Qué hay? -preguntó sonriente, levantando una mano, saludando.

-No tengo tiempo, en otro momento. -contestó con sequedad Alexia. Aumentó el ritmo de paso, alejándose de la puerta, esquivando jóvenes que hablaban a gritos, reían y armaban un alboroto infinitamente distinto al mortal silencio que reinaba en la estación que conoció al principio.

Se encontraba de nuevo en la habitación, cerrada la puerta a cal y canto a su espalda, pulsó el botón y bajó las escaleras, esta vez mucho más rápido, pues se acordaba del número de escalones que le separaban del suelo. La luz del final del corredor le hizo ver que la estación no estaba a la deriva, pues el portal estaba en el mismo sitio. Sin pensárselo saltó dentro. Y volvió al presente.

La misma habitación, la misma limpieza apresurada, y salió por la misma puerta. Aunque esta vez no estaba todo tal y como lo dejó. Cuando se fueron, el fuego no engullía la estación.

jueves, 21 de junio de 2012

Deus Ex Machina. Parte 16.

Estaba a un par de metros, así que decidió darse la vuelta y correr de vuelta a la trampilla. Se golpeó un hombro con la pared del pasillo, pero pudo seguir perfectamente.

"Nada grave Tryf, nada grave. Sigue corriendo." pensaba. Tenía que insuflarse energías y huir de aquel maníaco que le perseguía. Se volvió, y le pareció ver la sombra que se arrastraba, a unos diez metros de distancia. Siguió caminando, con cuidado de no tropezar con la escalera que subía, tanteando con la mano izquierda la pared y no perderse. Los pulmones apenas se llenaban con oxígeno, la humedad era enorme, y la fatiga le empezaba a causar mella.

Llegó a la escalera, empezó a subir cuando una mano la agarró por un tobillo. Soltó un grito de sorpresa y cayó de frente, reaccionando a tiempo interponiendo la mano entre el suelo y ella. Con el pie que tenía libre, golpeó en la cara a quien le estaba sujetando, quedando libre de su garra. Subió a tientas, mientras la luz se empezaba a vislumbrar delante suya. Empezó a correr subiendo las escaleras, como el buceador que lucha para llegar a la superficie, en busca de aire limpio.

Respiró profundamente, y cerró la trampilla tras de si, pisando la grabadora inconscientemente al pasar.

"9:15. He podido dormir un par de horas. Las plantas están al acecho".

Tryf se sobresaltó, y destrozó de un pisotón la grabadora, acabando con el diario sonoro del loco. Miró a su alrededor, y lo vio todo tal y como lo dejó. El escritorio con la marca de sus dedos al pasar, las lianas rotas, las hojas del diario desperdigadas, y la lámpara...¿encendida?

"Juraría que se le había acabado el combustible." intentó recordar. "Al menos me será de utilidad."

La volvió a recoger con la mano izquierda, y enfundó su puñal, yendo hacia la salida. Cuando le faltaban unos metros, oyó un golpe detrás suya. La trampilla estaba siendo golpeada desde debajo. Tryf volvió, dejó la lámpara en el suelo, y arrastró el escritorio hasta dejar una pata cubriendo la trampilla. Los golpes cesaron. Se apartó el pelo de la cara, resopló, y volvió a salir, lámpara en mano.

Decidió investigar algunas esferas científicas, al menos las que fueran accesibles, tratando de averiguar el por qué del abandono de la estación, y quien era el tipo que estaba encerrado. Miró hacia su izquierda, el pasillo era intransitable, las plantas lo habían cubierto totalmente. A su derecha, por donde vino la primera vez, estaban un par de salas de investigación, como burbujas flotando en el infinito, sujetas por el cristal del pasillo que la comunicaba con la estructura principal. Observó, a través del poco espacio que dejaban las ramas, que una esfera estaba libre para llegar, sin vegetación que molestara.

Cuando hubo llegado a la esfera, vio lo que parecía un cañón, con una bobina de Tesla en la punta, en avanzado estado de oxidación. Activó la palanca, pero nada sucedió. Pensó que si conseguía restablecer algún tipo de energía en la Avanzada, podría funcionar otra vez y verla en acción. Cuando se disponía a marcharse, un viento frío le recorrió la espalda, haciendo que se le erizase la piel. Se volvió a ver que había sucedido. Nada. Negó con la cabeza y se marchó.

"Es hora de dormir, he de descansar para mañana".

Llegó a la sala principal, donde las plantas daban una tregua, y vio algo que la dejó sin respiración. La trampilla volvía a estar abierta. El escritorio en el lugar donde lo encontró la primera vez.

Y se acabó el combustible de la lámpara.

miércoles, 20 de junio de 2012

Deus Ex Machina. Parte 15.

Desechó la lámpara, pues se le había acabado el combustible, y avanzó a ciegas, tanteando el terreno mientras descendía a través de la trampilla. El gotear del agua acompasaba sus pasos, resonando en la lejanía. Solo sus pasos, el repiquetear de las gotas y el sonido de algo arrastrándose.

Tryf se empezaba a poner nerviosa, apretando con fuerza el puñal con su mano derecha, y tanteando la pared izquierda con la mano que le quedaba libre, lisa y pulida, sin que las inclemencias del tiempo hubieran afectado al metal.

Lo que estuviera arrastrándose había parado, y el sonido del agua se hacía más cercano e insistente. Dejó de caminar tan rápido y empezó a arrastrar los pies, para evitar hacer ruido. Siguió avanzando, lentamente, cuando oyó a alguien que susurraba algo. Le resultaba ininteligible, pero parecía algún tipo de rezo o rito, pues hablaba con una cadencia constante y melodiosa. Su mano izquierda dejó de encontrar pared donde apoyarse, y entre las sombras notó que estaba en una sala más grande. La humedad era tal, que no podía respirar con normalidad, y el pelo se le pegó totalmente a la cara. En el centro de la sala se recortaba la silueta de lo que parecía una persona, inclinada ante un altar. Se deslizó hacia su derecha, quedando en todo momento detrás de la sombra, observando. Se acercó, sigilosamente, hasta que estuvo a una distancia no mayor de tres metros, detrás de lo que parecía un escritorio. Allí esperó, observando.

-...dame fuerzas. Me persiguen. Solo tú puedes ayudarme.

El tipo parecía estar rezando, lo cual no dejó de extrañar a Tryf, pues la religión llevaba siglos obsoleta, y en algunos lugares estaba hasta prohibido ejercerla. Se decidió a dejar al loco rezando, y se volvió por donde había venido. Cuando estaba cerca del pasillo, con la mano en la pared, oyó que la llamaban a sus espaldas.

-No te vayas, necesito tu ayuda para combatirlos.

Primero hizo caso omiso, y siguió caminando, sin hacer ruido, pero volvieron a reclamar su atención.

-Cuando hayan acabado conmigo, irán a por ti, chica pelirroja. Su hambre es insaciable, y conmigo no basta.

Esta vez se paró, y se volvió para contestarle. Dio un par de pasos, cambió el puñal de mano, se la secó con el pantalón, y volvió a apretarlo con fuerza con su mano derecha. El baño de veneno de la hoja empezaba a desaparecer, a causa de la humedad, pero no se percató.

-De quien estás hablando. -contestó Tryf.

-De ellos, ¿no los ves? Están por todas partes, rodeándonos.

Tryf, que no había visto a nadie más en la estación, ni aquí abajo, a pesar de la oscuridad, negó.

-No, no los veo. ¿Te refieres a las plantas? Aquí abajo no han llegado las plantas.

El tipo se puso nervioso y le empezó a temblar la voz, a causa de un terror que no alcanzaba a entender Tryf.

-No, no son las plantas. Son ellos. Los que murieron después del accidente. Del supuesto accidente que propició Fhreklay. ¡Solo sobreviví yo, y ahora vienen a por mí, para llevarme con ellos! ¡Tienes que ayudarme!

El tipo empezó a arrastrarse hacia ella, y Tryf, presa del pánico, volvió a intentar contactar con Alexia.

-Alexia, Alexia, ¿estás ahí? -susurró al micrófono.

Seguía acercándose, poco a poco, jadeando por el esfuerzo.

-¡Alexia! ¿Sigues ahí? ¡Necesito ayuda!

lunes, 18 de junio de 2012

Deus Ex Machina. Parte 14.

-Perdona, ¿has visto al Dr. Nimian?

Alexia se volvió, y vio a un joven chico, con bata y el pelo largo, que se le acercaba desde el pasillo. Ella estaba saliendo del invernadero, tras haber escondido el cadáver del tipo calvo, cuando se encontró de frente con él.

-No sé quien es.- respondió tranquila.

-Es un hombre bajo, calvo y con gafas.- sonrió el joven científico.

Arqueó una ceja, y volvió a negar con la cabeza. Se disculpó y salió por la puerta, cuando le volvió a hablar a su espalda:

-¡Eh, espera un momento!

Intuitivamente, Alexia llevó la mano al kris que escondía en su cinturón, oculto ante la mirada del que hablaba. Alexia se giró, quedando de perfil ante él, cuchillo en mano.

-Si ves al doctor, dile que Isaksson le busca. ¿Lo harás?

Soltó el puñal, y asintió, sonriente. Se marchó de allí, sin volver la vista atrás, pensando en el error enorme que había cometido dejando que un acceso de ira le dominara, y matara al doctor.

"Consecuencias terribles." pensó. Se mesó el cabello, mientras se cruzaba con todo tipo de gente, todos sonrientes. Eso le desconcertaba, todos estaban demasiado sonrientes. Algunos la saludaban, y ella les hacía una inclinación con la cabeza, sin saber donde ir. Sus pies la llevaban inconscientemente ante la Dr Guderian, su abuela, aunque no sabía por qué. En su cabeza resonaba, como el repicar de una campana, el desgarro de la piel ante la impasible hoja, atravesando la carne del doctor, sus ojos desorbitados, mirándola, preguntando la razón, sin esperar respuesta. El remordimiento le invadía, pues lo había matado por el simple hecho de echarle en cara su intromisión en un lugar donde no debía estar. El mal genio le había llevado a asesinar, para lo cual la entrenaron, aplacar su ira.

Por un pasillo descendente de una esfera, donde salían rayos hacia el infinito, bajaba la doctora, revoloteando la bata a su espalda. Era una de las pocas que la llevaba abierta.

-Hola Alexia, ¿qué tal?-preguntó la doctora, soltándose la melena, la cual llevaba recogida en una cola de caballo.

-Hola doctora, bien, gracias. ¿Y usted? ¿Que están haciendo ahí arriba?-señaló la esfera, donde otro rayo atravesaba el cristal de la esfera, y se perdía en la inmensidad del universo.

-Llámame Selene, por favor. Y estamos tratando de hacer una transmisión masiva de información, a través de un cañón Gauss. No es un rayo normal aquel, está formado por positrones y antineutrinos. Maravilloso.

-Interesante. ¿Quién es el Dr. Nimian?- volvió a preguntar Alexia.

-Ah. El ingeniero biomecánico jefe. Un tipo un poco raro, muy arisco.- asintió Selene. ¿Por?

-Oh, por nada. Me acaban de preguntar por él, pero como no sabía quien era...

"Alexia, Alexia, ¿estás ahí?" oyó por el pinganillo.

Se llevó un dedo a la oreja, haciendo como que se rascaba, y agachando la cabeza.

"¡Alexia! ¿Sigues ahí? ¡Necesito ayuda!"

Alguien estaba en problemas.

sábado, 16 de junio de 2012

Deus Ex Machina. Parte 13.

El desconocido se acercó con los ojos desorbitados, mirando al infinito a través de ella, más allá de lo que la capacidad humana llegara a ver, observando quizá universos nacer y morir, imperios crecer y ser destruidos, como una bella sinfonía de la eternidad, hasta que cayó desplomado ante Tryf, sin resuello.

Tryf se alejó un poco del cuerpo que tenía a sus pies, dándole un leve toquecito con la punta de la bota, para ver si reaccionaba. Ante la negativa del desmayado, se alejó paso a paso, sin perderlo de vista. Llegó a la puerta, miró a un lado primero, luego al otro, y volvió a entrar. Rodeó el escritorio, tocándolo al pasar con la yema de los dedos, dejando la marca en el polvo que lo cubría, como una siseante curva.

Tras el escritorio, donde había estado arrodillado el hombre, había un diario, una grabadora, una lámpara de gas, lo cual le extrañó, pues hacía muchísimos años que no se usaban, y una pluma estilográfica. Se acercó a leer el diario, donde estaba escrito lo mismo que iba redactando a la grabadora:

"13:38. Una nueva planta está ante mí. No paran de enviarlas contra mí."
"13:39. Las plantas conspiran contra mí. Lo sé. Las oigo."
"13:40. Las plantas están tramando algo."
"13:41. Tengo una invitada. Viene de parte de las plantas, y quiere matarme."

Conforme avanzaba la escritura, se hacía patente la locura del que escribía, como caía en un abismo de demencia que le absorbía, alejándolo de la senda de la salud mental. La escritura se hacía más obsesiva y extravagante.

Dejó el diario en el suelo, y tomó la lámpara para explorar la habitación. Parecía que las plantas no habían reclamado esta sala como suya aún, y que le daban una tregua al loco que la habitaba. Se fue hacia el fondo, donde había una leve cortina de enredadera que caía desde una grieta del techo, además de un continuo repicar de gotas, que corrían hasta un agujero a su izquierda. Apartó las plantas, y vio una trampilla. Tiró de ella con fuerza, pero no pudo levantarla. Se percató de que tenía una cerradura con contraseña, así que se volvió hacia el diario y la grabadora, buscando la posible contraseña. Ojeó el diario, aunque algunas páginas estaban arrancadas al principio, sin encontrar ningún indicio del código. Escuchó la grabadora, sin éxito.

Esperó y pensó, sopesando distintas soluciones, hasta que decidió esperar a que el tipo despertara. Mientras dormía, lo ató al escritorio con unas lianas que encontró; no eran demasiado fuertes, pero tampoco parecía que el tipo pudiera deshacerlas. Salió de la sala, lámpara en mano, decidida a explorar lo que le quedaba de estación.

Caminó hacia debajo de su posición, al invernadero, suponiendo que allí habría empezado la invasión forestal. Mientras andaba, las caprichosas sombras no paraban de jugarle malas pasadas a su imaginación, que creaba inexistentes criaturas que le perseguían. Llegó a la puerta del invernadero, rajada por la mitad, y abierta por un lado. Ningún sistema automático podía abrirla, pero tampoco hacía falta.

Entró, quedándose sin aliento ante la monstruosa vegetación que ocupaba la cámara. Hasta el techo, no se veía nada más allá de las copas de los árboles. La lámpara apenas dejaba ver la totalidad de la sala, así que Tryf decidió dejarlo por imposible hasta que tuviera un mejor sistema de iluminación, y volvió al lugar de donde vino.

Atravesó el umbral que separaba la habitación del hombre y el pasillo central, y observó, no sin estupor, que las lianas estaban rotas, con un corte limpio, como de un cuchillo, a los pues del escritorio. Tryf sacó el puñal, lo sostuvo con la mano libre que le dejaba la lámpara, y se encaminó a la trampilla, que estaba abierta, lista y dispuesta para ser utilizada por ella.

viernes, 15 de junio de 2012

Deus Ex Machina. Parte 12.

-Encantada, soy Alexia, una de las nuevas artificieras. -contestó, perpleja ante su sonriente abuela.

La doctora Selene mostró un poco de desconcierto ante lo que le acababa decir, y se rascó la sien, extrañada.

-¿Artificiera? No sabía que hubieran artificieros en la estación. Solo me habían informado que estaríamos científicos.

Alexia asintió, y contestó lo más rápido que pudo:

-Estamos investigando un explosivo para la extracción de minerales a mucha profundidad, sin poner en peligro la estructura circundante. -dijo sin saber muy bien de lo que hablaba, y rezando para que se lo creyese.

Selene volvió a sonreír y se despidió, aludiendo que tenía cosas que hacer. Se marchó, haciendo un leve revuelo con la bata al doblar una esquina. Alexia resopló y siguió su camino, explorando el pasado, para no alterar el futuro.

No paraba de cruzarse con gente sonriente, dicharachera, muy distinto al presente, donde rara vez te encontrabas con alguien, y mucho menos sonriendo. Intentó llamar a Tryf, pero no le respondió. Esperaba que estuviera bien. Caminó recorriendo el pasillo circular que envolvía la estación, bañada por el Sol que se filtraba a través de los cristales, totalmente relucientes de la Avanzada. Pensó que tampoco haría mucho tiempo que fue inaugurada la estación, y de ahí la extrema limpieza y aspecto nuevo de todo.

Acabó llegando al invernadero que proveía de oxígeno la estación, y se sorprendió al ver que las en un futuro no muy lejano serían enormes plantas, ahora no eran más que esquejes no mayores que un dedal.
Entró, y notó la humedad que inundaba el ambiente, cuando una mano le tocó el hombro:

-Perdona, pero solo el personal autorizado puede estar aquí. -dijeron a su espalda.

Alexia se giró y vio a un tipo bajo, con gafas redondas, sin montura. Calvo y con la bata blanca que definí a a los científicos, la miraba con ojos odiosos.

-Perdón, solo paseaba. -contestó Alexia. -Ya me marcho.

Cuando estaba a la altura de la puerta, el científico le reprochó desde dentro del invernadero:

-Los nuevos dais asco, solo sabéis destrozar el trabajo de los que nos esforzamos para sacar adelante esta estación. Si tuvieras vergüenza volverías y te disculparías de verdad.

Alexia se volvió, con una mueca que imitaba a una media sonrisa, y se encaminó hacia el investigador:

-Por supuesto, ¡donde están mis modales! -exclamó Alexia. -¡Aquí están!

Y apuñaló entre las costillas del lado izquierdo del doctor, retorciendo el puñal dentro del cuerpo, machacando el pulmón y el corazón.

-Fue un placer conocerle, caballero. -susurró, mientras el cadáver caía a sus pies, con los ojos desorbitados,  luchando por respirar un aire que nunca llegaría.

Alexia limpió la sangre del puñal, y buscó un lugar donde esconder el cuerpo. Y se fijó en el ventilador que humedecía el aire del lugar.

martes, 12 de junio de 2012

Deus Ex Machina. Parte 11.

Mientras Tryf recobraba el sentido tras su viaje persiguiendo a Alexia a través del vórtice, le vino a la mente uno de las exploraciones que hizo con su amiga por la Avanzada, que le llevó a una esfera de experimentación, que no estaba abandonada como las demás. Se encontraba debajo de la sala donde Fhreklay dirigía las operaciones de la estación, y abarcaba algo inimaginable para ellas en este lugar.

Plantas. Plantas que desprendían el oxígeno que se respiraba en la nave. Miles, quizá millones de plantas, mecidas por el viento que emanaba de los enormes ventiladores laterales que les proporcionaba la humedad que necesitaban para realizar la fotosíntesis.

Cuando despertó, un poco aturdida en la última habitación del pabellón, salió por la puerta hacia el pasillo, tropezando en su intento con algo que no había visto. Una raíz. Había tropezado con una raíz que abarcaba toda la parte inferior de la puerta.

Suspiró, y notó que el aire estaba enrarecido. Mucho más empalagoso y cargado de lo habitual. Le costaba respirar, y la humedad hizo que su cuerpo se bañara en sudor enseguida. Salió como pudo por la puerta y vio que todo el pabellón estaba absolutamente invadido por plantas, que se colaban por todas las paredes, atravesando puertas, ocultando parte de los cristales que mostraban el espacio.

Siguió avanzando por el pasillo, esquivando raíces, ramas y hojas, hasta que salió al pasillo circular que envolvía la estación. La visión fue conmovedora. La naturaleza había reclamado lo que siempre fue suyo, arrebatándole al hombre su creación, envolviendo con su manto todo el metal y cristal que formaba la Avanzada.

El silencio era absoluto, roto a veces por el crujir de su bota al pisar una rama, o por alguna hoja que caía danzando al suelo. Intentó llegar a alguna zona menos poblada por la flora, mientras el sol bañaba el suelo intermitentemente entre los huecos de la vegetación. Anduvo un rato, buscando en la zona de entrenamiento, otros pabellones y esferas de investigación, sin hallar resultado. Hasta que llegó a la esfera central, donde se podía estar alejado de la abundante madre naturaleza, y pensar con claridad.

Tampoco había visto a ninguna persona, lo cual la asustó un poco, e intentó contactar con Alexia a través de su comunicador.

-¿Alexia? ¿Estás ahí? ¿Me recibes?-susurró, aunque su voz sonó más fuerte de lo normal, en el silencio.

No se oyó respuestas en ninguna de sus intentonas, así que desistió de preguntar más. Sacó el puñal que escondía en su cinturón, y lo empapó en su veneno favorito, el sarín líquido, por si tenía que verse empujada a la defensa personal.

-13:39. Las plantas conspiran contra mí. Lo sé. Las oigo.

Tryf se levantó de un salto, silenciosamente, y empuñó con fuerza el arma con su mano izquierda, secándose el sudor de la frente con la mano derecha. Se cambió el arma de mano tras terminar.

-13:40. Las plantas están tramando algo.

Se adelantó hacia el origen de la voz, que llegaba desde detrás del escritorio que presidía la sala. Sin que le oyese el dueño de la voz, lo miró a través desde la oscuridad, viendo a un tipo agachado, mirando al suelo, con una grabadora en la mano, totalmente despeinado y con ropa andrajosa. Estaba escuálido, y alrededor suya había varios cadáveres de operarios.

-13:41. Tengo una invitada. Viene de parte de las plantas, y quiere matarme.

Y se volvió hacia Tryf con la mirada perdida.

miércoles, 6 de junio de 2012

Deus Ex Machina. Parte 10.

-Chica, estás un poco pálida. ¿Te encuentras bien?

Alexia volvió al mundo real, asintió como pudo y se disculpó con un gesto, mientras avanzaba hacia la puerta. Necesitaba salir de ahí y tomar aire, si es que se podía considerar aire lo que se respiraba en esa condenada estación. Cuando salió, se encontró con una Avanzada diametralmente diferente, bulliciosa, con todas las esferas de investigación ocupadas, llenas de científicos con batas, robots ayudantes, explosiones controladas, colores brillantes que destellaban por los cristales, muy distinto a la depresiva imagen que tenía hace un momento.

Se apartó para dejar pasar a un grupo de científicos, entre los que destacaba una joven rubia, alta, que hablaba gesticulando en exceso, con una sonrisa permanente en el rostro. Parecía explicarles algo gracioso, pues estallaron en risas cuando terminó. Decidió seguirles, a ver si averiguaba donde se había metido.

El característico ruido de la megafonía al encenderse les hizo callar un momento, y cuando Alexia se preparaba para la maldita frase, le sorprendió lo que oyó:

"Bienvenidos a los nuevos integrantes a la Avanzada Investigadora 01. Esperamos que os acomodéis pronto a vuestros puestos. Tened buen día."

Y nada más. Ni oscuridad, ni frases atronadoras. Solo una bienvenida.

En ese lapsus mental los científicos habían desaparecido, así que tenía que buscar a otra gente para preguntarles donde estaba. Siguió avanzando por la circunferencia que envolvía la plataforma central, iluminada ahora como si de una estrella se tratase. Los estudiantes se sucedían, animosos y desenfadados, hasta que vio algo que le paró el corazón.

"2 de Octubre de 2516" rezaba el calendario digital que tenía ante sus ojos. Estuvo apunto de perder el equilibrio, y se agarró a una barandilla, mientras se llevaba la otra mano al pecho.

"Estoy en el día de la inauguración de la Avanzada. ¡He viajado 63 años en el tiempo!"-pensó aterrada Alexia.

Se sentó en el suelo, intentando recuperar la compostura y el resuello, tratando de colocar sus pensamientos de una forma razonable y no como el torbellino que azotaba su mente. Cuando se hubo relajado pensó en un libro que había leído cuando era más joven, "Tempus fugi" de Julius Nerve. Un libro de ciencia ficción donde sus protagonistas conseguían viajar al pasado y cada acción traía consecuencias, la mayoría terribles.

No debía tocar nada, hablar con nadie, ni interferir el continuo espacio-tiempo que...

-¿Estás bien?-oyó a su espalda.

Se giró y vio a la científica rubia de antes, tendiéndole la mano para ayudarla a levantarse. Alexia dudó, y la aceptó.

-Sí, fue una leve indisposición. Gracias.-contestó.

-Mucho ajetreo, te comprendo. Soy la Dr. Selene. Selene Guderian. Física aeroespacial avanzada. Encantada.-sonrió la científica.

Alexia se encontraba ante su abuela.

martes, 5 de junio de 2012

Deus Ex Machina. Parte 9.

Cuando Alexia era pequeña, tenía miedo a la oscuridad, como casi todos los niños, así que su madre decidió que sería el momento de llevarla al bosque de noche, para que comprendiera que no era algo a lo que temer.
Fueron un día que su padre estaba de misión fuera del planeta, así que cogieron mantas, comida, y marcharon a un claro del bosque que rodeaba la mitad meridional de la capital. Allí acamparon, se acurrucaron bajo las mantas, y miraron el cielo estrellado, de un color morado oscuro, muy distinto al azul del día. Su madre le contó historias fantásticas, de otra época, cuando el ser humano vivía en otro sitio, y no estaba desperdigado por distintos planetas, buscando crear su propia civilización, mejor que las demás.

-Hija, la oscuridad no es nada malo, el sol que nos ilumina tiene que descansar, y se va a dormir por las noches, como hacemos nosotras. Lo que tienes que temer, o al menos tener cuidado con él, es a que la locura inunde tu mente y cometas actos de los que te arrepientas algún día...

Pero Alexia ya no oía, se había quedado dormida.

Ahora que la oscuridad les rodeaba a Tryf y a ella, esa imagen le volvió a su cabeza, y una sonrisa se le dibujó en el rostro, mientras bajaban una escalera que avanzaba hacia la insondable negrura.

Tryf sin embargo nunca había viajado con sus padres a ningún bosque, ya que ella no los había conocido. Era una de las llamadas "hijas de la guerra". Fue adoptada por un mercante rebelde, de los que huyó en última instancia de la Tierra antes de que el fanático la hiciera explotar. Tryf debería tener alrededor de 40 años, pero fue criogenizada para limpiarle los recuerdos que pudieran crearle un trauma en su joven cerebro. 20 años después la devolvieron a la vida, y su padrastro la adoptó, pues sentía que esa niña había sido arrancada de su hogar, como lo fue él hace tantos años. Esta historia no la conocía, al menos por el momento.

Bajaron hasta que llegaron a un punto donde la escalera había acabado, y en la lejanía se veía un leve resplandor azulado. Siguieron avanzando hasta que la luz se hizo más grande y pudieron ver que les llevaba a un vórtice.

-¿Un agujero de gusano?-preguntó Tryf.

Alexia se acercó, encogiéndose de hombros, y susurrando que no lo sabía. Cuando lo tuvo al alcance de la mano, iba a tocarlo, maravillada por los relampagueantes trazos que veía recorrer la superficie ondulante, pero le detuvo su amiga con un gesto rápido.

-¿Qué haces? No sabes a donde puede llevar.-le espetó su pelirroja compañera.

Alexia se giró hacia ella, y cuando le iba a responder, una fuerza sobrenatural la absorbió hacia el vórtice. Vio como la imagen de Tryf se difuminaba en el vacío, mientras era llevada hacia otro lugar. El terror le envolvía, la sensación de angustia removía su estómago, habitualmente de hierro, ahora era como un flan. Y el viaje acabó, devolviéndola a la realidad.

Alexia se encontró en la habitación que llevaba hasta al vórtice, sola. Se levantó y salió por la puerta, viendo algo que la dejó estupefacta.

No había polvo en el suelo, y no solo eso, el pabellón bullía de actividad, jóvenes por todas partes, hablando, riendo, gritando... y uno se le acercó.

-¡Hola! Soy Jonathan, de la nueva remesa de artificieros, ¿tú también eres nueva?

Tenía ante sus ojos al jefe de artificieros, sin cojera, y con unos cuantos años menos.

"¿Dónde demonios estoy?"

lunes, 4 de junio de 2012

Deus Ex Machina. Parte 8.

Los clásicos de la ciencia ficción no andaban desencaminados en la tesitura que alcanzarían los gobernantes, oprimiendo con puño de hierro, haciendo oídos sordos a las súplicas de sus pueblos, cegados por su propio poder. El hombre era el mayor mal contra el que luchaba el ser humano, era el único que tenía la llave para condenar a la humanidad, o en otra instancia, para salvarla. Los que tienen esa llave se olvidan de que son dos las opciones, y sólo se quedan con la primera.

Hasta que un grupo de revolucionarios decidieron que había que cambiar eso, y lucharon contra el poder, acabando por derrotarlo, pero pagando un precio enorme. Abandonar su hogar. Tuvieron que huir a otro planeta, dejando atrás lo que fue su vida. El lugar que les vio nacer, pero que seguramente no les vería morir.

El hombre es el único que tropieza varias veces en la misma piedra, y volvieron los gobernantes y los gobernados, los opresores y los oprimidos. O al menos, se tenía en mente que volvería, de una forma que aterraba hasta al más valeroso...

-Tryf, tenemos un problema muy serio. Ahora estamos totalmente solas en esta maldita estación, y para más desgracia, nos persiguen.-susurraba Alexia, escondida junto a su compañera en la oscuridad de un pasillo sin transitar.

El polvo inundaba el aire, haciendo dificultosa la respiración. Los conductos de ventilación de esta zona parecían obstruidos, así que se tendrían que mover.

-¿Qué propones que hagamos, Alex? No podemos irnos sin cumplir la misión, ya oíste a Suirahaza. Tenemos un código.

Alexia se sentó en el suelo, notando como la capa de suciedad amortiguaba su movimiento, y empezó a pensar. Los impulsos eléctricos que movían sus pensamientos eran como descargas de luz, recorriendo a toda velocidad sus neuronas, iluminando su cerebro.

-Hay que volver al pabellón. Tengo una idea.

Se levantó del suelo, ayudada por su inseparable amiga, y fueron con cautela sorteando patrullas, callejones y cámaras de seguridad. Tenían suficientes trucos como para evadir todos los peligros y llegar hasta su objetivo, pero debían ser cuidadosas y no permitir que los nervios ni la ansiedad les jugara una mala pasada.

La atronadora voz de Fhreklay retumbó entre las paredes de la estación, con su tajante consigna:

"Las chicas han de ser capturadas. Vivas."

Esa impronta había sustituido a la de "La perfección es el camino a la salvación", aunque aún les taladraba la mente cuando el silencio invadía sus vidas.

Llegaron al pabellón, sin tener que recurrir a asesinar a ningún operario más, lo cual siempre era un alivio. No eran máquinas de matar, aunque estaban preparadas para serlo.

"Las chicas han de ser capturadas. VIVAS."

-Tryf, vamos a la última habitación, la que está limpia. Algo me dice que ahí puede estar nuestra solución.

Corrieron, dejando las huellas de sus botas marcadas en el suelo. La habitación les esperaba, como siempre, pulcro, sin nada fuera de lo normal. Alexia volvió a examinarla, buscando algo. Lo que fuera...hasta que lo encontró.

Encontró un botón, invisible a la vista, detrás de una de las patas de la cama, un leve bulto que podría ser confundido con una gota de pintura que secó antes de tiempo, pero era un accionador.

Alexia lo pulsó, y ante sus ojos se abrió una compuerta en la pared que quedaba enfrente de la cama, que descendía hacia las fauces de la oscuridad.

-Vamos.-dijo Tryf, cogiendo de la mano a su morena compañera.

"Las chicas han de ser capturadas. Vivas."

"Vivas" retumbaba en la mente de Alexia, rebotando en sus paredes. "Vivas".

-Vivas.-susurró Alexia.- Por supuesto que nos verás vivas.

sábado, 2 de junio de 2012

Deus Ex Machina. Parte 7.

"La perfección es el camino a la salvación".

Grabado a fuego en la mente de los operarios de la estación, esta impronta no abandonaba sus cerebros bajo ningún concepto. Les acompañaba allá donde fuera, en todos sus trabajos, obligándoles a entregarse en cuerpo y alma en lo que hacían.

Y este era el pensamiento que ocupaba la cabeza del individuo que informaba al jefe de la Avanzada del hallazgo:

-Señor, han desaparecido dos vigilantes.-informaba el joven Jagielka.

En la oscuridad perenne y casi absoluta de la esfera de mando, Fhreklay jugueteaba con la réplica a escala de la Tierra, haciéndola rebotar contra el suelo.

-¿Quienes, cómo, y por qué?-contestó, sin dejar que la noticia alterara lo más mínimo su voz.

-Brent y Asphyx. Dos de los últimos en llegar. Fueron a investigar una avería en el pabellón de artificieros y no volvieron. Les están buscando.-replicó el joven.

Fhreklay dejó caer la pelota, pero esta vez no la volvió a recoger. El corazón le dio un vuelco, y se estremeció en la silla.

-¡LUZ!-exclamó.

La sala se iluminó, dejando al descubierto el rostro demacrado del líder de la estación. Pálido, ojeroso y escuálido, sus ojos denotaban inteligencia y a la vez terror, ante la noticia que recibía:

-Que nadie se acerque a ese pabellón, hasta que yo diga lo contrario. Y es una orden.

Jagielka asintió. No entendía ese repentino cambio de humor, pero aceptó:

-A sus órdenes. Me retiro, señor.

Se marchó tan rápido como llegó, quedando Fhreklay solo, como casi siempre. Se llevó la mano a la frente, donde se le perlaban las primeras gotas de sudor. No había sentido miedo desde hacía años, y ahora sentía pánico. Todo lo que tenía entre manos se podía ir al garete, y ya sospechaba quienes podían ser las culpables.

Agarró el micrófono, y dijo a su lugarteniente, que le escuchaba tras la línea:

-Tráeme a las dos chicas nuevas, quiero hablar con ellas muy seriamente.

La entrenada mente del líder maquinaba a toda velocidad, uniendo cabos, miles de ellos, elucubrando posibles teorías, cada cual más descabellada que la anterior. Ordenó que retiraran la luz, quedando sumido en la oscuridad. La oscuridad que tanto le gustaba. La oscuridad que regalaba, de vez en cuando, a sus operarios.

A poca distancia de allí, el lugarteniente de Fhreklay, colgaba el teléfono y recogía el aturdidor, una pistola que disparaba impulsos bloqueadores a la víctima, dejándolas paralizadas. Marchó hacia el entrenamiento de los artificieros, donde las dos chicas esperaban, ajenas a lo que les iba a suceder.

Aunque el que era ajeno a lo que iba a suceder era Vitruvio, el lugarteniente, cuando, pistola en ristre, entró en la zona de explosivos, encontrándose todo vacío. Ni rastro de los alumnos ni de los instructores.

-Saluda a Satanás de mi parte.-oyó a sus espaldas.

Y lo último que sintió en su vida fue una aguja clavándose en su nuca, mientras una chica pelirroja le sonreía desde lo que para él supuso una distancia enorme.

viernes, 1 de junio de 2012

Deus Ex Machina. Parte 6.

Tres días después de la conferencia, el universo seguía igual, impasible ante los simples mortales que luchaban por sobrevivir. La inhóspita Avanzada era como un oasis mugriento en medio de un desierto desolador, donde se trataba de facilitar la vida a las nuevas generaciones, o eso hacían creer.

-Diario. Día 3. 9:00 hora Ganimédica. Tryf y yo hemos investigado al jefe de artificieros Jonathan, sin resultado. Hoy trataremos de escapar del entrenamiento y seguir buscando respuestas. Fin del comunicado.

Alexia guardó su micrófono, el cual llevaría sus palabras a través del vacío hasta los oídos de sus superiores, a muchos años luz de distancia. Miró a su compañera, que se calzaba las botas de seguridad, con el rostro ceñudo y el pelo atado en una cola, como exigían en este lugar. Ella hizo lo mismo con su negro cabello, y se dispusieron a marchar al entrenamiento. Ocultaron sus aparatos electrónicos con los campos de visión negativa, y salieron de su habitación. Tryf salió primera, sin percatarse de las leves huellas que habían en la capa de polvo que cubría el desusado suelo del pabellón, cosa que no pasó desapercibida para su joven compañera.

-Tryf, mira.-señalaba Alexia, con un dedo anillado, hacia una huella que llegaba hasta la última habitación.

La última habitación, que fue revisada por Alexia tras desactivar las cámaras, sin encontrar nada aparentemente fuera de lugar. Tras esa investigación llegó el acto que le llevó a estrenar su aguja de compuesto 1080. Un simple pinchazo, y la condenación se presenta ante ti. Ocurrió cuando los vigilantes de la estación vieron que las cámaras y micrófonos del pabellón de artificieros dejaron de funcionar súbitamente, y quisieron investigarlo. Tryf y Alexia esperaban tras la puerta, agazapadas en las sombras, esperando a que los incautos operarios cruzaran el umbral que los llevaría al infierno. Alexia procedió con un rápido pinchazo en la nuca, clavando su aguja en la médula del operario más fornido de los dos. Al segundo caía ante sus pies, en perfecta sincronía de su compañero, que le emulaba a su lado, víctima del puñal empapado en sarín líquido, perfectamente licuado por los expertos toxicólogos que trabajaban para Suirahaza.

Mientras Tryf limpiaba su puñal, y lo volvía a bañar en el veneno, Alexia retiraba los cuerpos, y los escondía en una habitación aleatoria, bajo mantas. Ya pensarían como deshacerse de los cuerpos, y el espacio les daría la solución, pero no en este momento.

Y ahora tenían unas huellas, que llevaban hacia la última habitación, la pulcra habitación.

-Llegan hasta el final del pabellón.-asintió Tryf.-¿Vamos?

-No, ahora no. Debemos ir al entrenamiento, si no vamos levantaríamos sospechas.

Su compañera pelirroja asintió, y se encaminaron hacia la zona de explosivos. Giraron a su derecha, hacia el pasillo curvilíneo, que formaba la circunferencia del anillo central de la estación. Su forma similar a una estrella, donde los rayos eran los distintos pabellones y lugares de investigación, estaban en perfecta armonía con el Sol, que se reflejaba en las esferas de estudio. A su vez, todos estos pasillos convergían en la esfera central, lugar donde Fhreklay movía los hilos del destino de la estación.

Pero no solo manejaba los designios del lugar, si no de algo mucho más intangible y peligroso...

miércoles, 30 de mayo de 2012

Deus Ex Machina. Parte 5.

-Otra vez esa frase y la oscuridad.-dijo Tryf.

Alexia asintió, buscando de reojo las posibles cámaras y micrófonos ocultos por el pabellón. Le hizo un leve gesto con el dedo a su compañera, para que buscara con su lector todos los aparatos de escucha. Tryf se dio la vuelta hacia su equipaje, como si buscara algo, y accionó un botón en su reloj, que le proyectaba una imagen en su cerebro de la situación de todos estos artilugios, además de sus capacidades. Tras evaluarlo, le dijo simplemente a Alexia:

-Clase 3.

Alexia asintió, y se agachó para quitarse una bota, sacando una minúscula esfera plateada, del tamaño de una canica, que dejo deslizar hacia el suelo, causando un leve rebote.

Tryf y Alexia siguieron sacando ropa, y mientras se ocultaban de las cámaras, apagaban todos sus artefactos electrónicos.

-Procedo.-dijo Alexia.

Le propinó un puntapié sutil, y la bola produjo un resplandor azul, y algo más, imperceptible al ojo humano. Un pulso electromagnético que inutilizó todos los aparatos de la sala que estuvieran encendidos.

-Todo limpio. Llamemos a la base para informar. Recuerda que tenemos poco tiempo hasta que vengan a revisar las cámaras y micrófonos.

Mientras Tryf establecía contacto con la base, Alexia pudo investigar mejor el pabellón. Como antes pensó, todas las habitaciones estaban vacías excepto la suya. En todas había una considerable capa de polvo que amortiguaba sus pasos. Hasta que llegó a una de las últimas. Esta no tenía tal capa de polvo, y parecían que habían limpiado a conciencia. Se propuso entrar, cuando la voz de Tryf se oyó a sus espaldas, desde su habitación:

-Alex, informe de situación.

Alexia volvió corriendo, derrapando al llegar a la puerta, pues el polvo resbalaba. En la habitación estaba Tryf agachada, con la larga melena pelirroja anudada en una cola de caballo, con un trípode de realidad holográfica, que ahora mostraba una imagen a escala de su madrina, Suirahaza, sentada en una mesa, tamborileando con una mano y con la otra apoyada en la cara, claramente aburrida.

-¿Ya llegó la señorita? ¿El paseo bien?-preguntó la Jefa de Ministros, viendo llegar a su ahijada.

-Hola madrina, yo también me alegro de verte y de que estés bien.

-No te entrenamos para que no estuvieras bien. Informad, por favor. Tengo cosas que hacer, como buena jefa.

Tryf le empezó a informar de su viaje sin complicaciones, su llegada, la luz cegadora, Jonathan el artificiero, la voz atronadora y la oscuridad que le sigue, así como el claro estado de abandono de toda la estación. Alexia escuchaba, ensimismada.

"He de volver a la última habitación cuando tenga un momento".

-Bien. Vuestra misión es simple. Fhreklay hace tiempo que no nos da noticias de lo sucedido en la avanzada y no sabemos donde están nuestros antiguos espías. Tenéis que intentar encontrarlos y averiguar que demonios pasa allí. Tened cuidado y vigilad vuestras espaldas. Cambio y corto.

Y se cortó la transmisión antes de que pudieran contestarle.

lunes, 28 de mayo de 2012

Deus Ex Machina. Parte 4.

-Bienvenidas a la Avanzada, soy Jonathan, jefe de artificieros. Seguidme por favor.-se presentó un tipo alto, un poco encorvado y que cojeaba del pie izquierdo.

Acababan de dejar atrás la pista de aterrizaje, y lo primero que sufrieron era la intensísima luz que había en la sala. Una luz blanca y directa que les cegaba un poco, tanto que se tenían que tapar los ojos para hacerse sombra.

-Os daremos unas gafas protectoras para la luz, no os preocupéis. Es un experimento fotosensible.

Siguieron a Jonathan a través de una puerta de cristal, a una zona más oscura. Lo que veían eran enormes pasillos cilíndricos, de algo parecido al cristal, con vistas al espacio exterior. Por todos lados se observaban esferas donde se tendrían que llevar a cabo los experimentos e investigaciones, pero estos estaban vacíos y en avanzado estado de abandono.

Alexia iba a susurrarle algo a Tryf cuando una atronadora voz se oyó por megafonía:

"La perfección es el camino a la salvación"

En ese instante todo se volvió negro durante un par de segundos, volviendo todo a la normalidad tras este incidente.

Jonathan seguía caminando como si nada hubiera ocurrido, por lo que le preguntaron que había sido eso:

-¿Qué ha sido qué?-respondió Jonathan, sin volverse.

-Esa frase y la oscuridad de después.-replicó Tryf.

-No sé de qué habláis, pero este es vuestro pabellón. Acomodaos, mañana se os encomendará el trabajo.

Y se marchó, cojeando.

Alexia y Tryf se quedaron a solas en el pabellón de artificieros, una sala con bóveda acristalada, con habitaciones dobles, separadas por finísimos muros de manganeso, el metal que se utilizaba en todas las construcciones espaciales. Su habitación era la número 115, aunque no parecía que las demás estuvieran ocupadas, al menos cuando pasaban por delante de ellas. Es más, parecían no haber sido ocupadas en mucho tiempo, pues mientras caminaban iban dejando huellas en el polvo acumulado bajo tanto tiempo de inactividad.

-Esto es muy extraño. Primero la luz cegadora, luego la megafonía y la oscuridad, el estado de abandono de todo esto...¿qué piensas, Alex?

-Me extraña más que el tipo que nos ha traído aquí negara haber oído el berrido o sentido la oscuridad de antes.

"La perfección es el camino a la salvación".

Y oscuridad otra vez.

domingo, 27 de mayo de 2012

Deus Ex Machina. Parte 3.

-Cuando llegues recibirás instrucciones precisas de tu misión. Tu compañero te espera en la zona de despegue. Buena suerte Alex, el destino del planeta está en tus manos.-dijo solemne Suirahaza.

Ésta se dio la vuelta, murmurando para sí misma: "No sé para que digo siempre lo mismo si nadie se lo cree". Y se encogió de hombros mientras giraba la esquina.

Alexia, que ya no se sorprendía ante los numeritos de su madrina, se giró hacia sus padres, que estaban apartados, esperando a que la Jefa de Ministros le confiara la misión que llevaría a cabo en la Avanzada, la reconquistada Avanzada durante la guerra contra la Tierra.

La Avanzada era una ciudad artificial, creada en el espacio con fines científicos, dónde se pudiera experimentar sin los límites de la gravedad o la atmósfera, dónde dar rienda suelta a la imaginación por parte de los mejores hombres de ciencia del planeta. Pero hacía tiempo que algo no marchaba bien en la Avanzada, el siempre voraz avance tecnológico se había visto truncado desde la llegada del nuevo Supervisor Jefe, Fhreklay. Antiguo Ministro de Riqueza, todos pensaban que sería el nuevo Jefe de Ministros, pero se ofreció voluntario para marcharse a la utópica ciudad. Sorprendió a todos este hecho, pero tenía suficiente peso en el planeta como para que no fuera cuestionada esta reacción.

Ahora, desde que Suirahaza se hiciera con la jefatura, mandaba cada año a nuevos espías para controlar el trabajo de Fhreklay, y sin levantar sospechas seguir manejando los hilos de la Avanzada.

Los padres de Alexia se acercaron para alentarle y apoyarle en su nueva misión, despidiéndose de ella.

Alexia subió a la nave, dónde le esperaba su compañera y amiga Tryf, lista para partir junto a ella.

-¿Tú eres mi compañera? ¡Qué alegría! Pensé que sería el estúpido de Fakih.- preguntó Alexia, mientras se acomodaba junto a su amiga.

-No, Fakih ha sido destinado a otra misión, no sé donde.-contestó Tryf, mesándose los rizos pelirrojos.-  Artificieras, ¿no?

-Eso parece, habrá que improvisar.

La compuerta se cerró, listos para partir. Les esperaba un viaje de muchos años luz, distancia corta en esta época, gracias a la velocidad hiperespacial. Para los viajes más largos se utilizaban agujeros de gusano, pero solo los enormes acorazados o cargueros tenían esta capacidad. Tardarían unas horas en llegar, distancia que en la era de las primeras naves espaciales hubiera supuesto un viaje mortal, de varios cientos de años.

El anestesiante hizo acto de presencia, durmiendo a las compañeras de faena, para que el viaje no les afectara a los sentidos. Cuando llegaran les despertarían, listas para investigar.

El piloto, en honor al padre de los viajes hiperespaciales, Icaas Avimos, recitó la conjura para los intrépidos pioneros en este arte:
"Dicen que el tiempo es oro, pero yo lo acabo de convertir en diamante."

sábado, 26 de mayo de 2012

Deus Ex Machina. Parte 2.

-No te preocupes Alex, para nosotros sigues siendo la mejor. Verás como consigues una gran misión.-le consoló su padre, Dimitar.

Habían pasado 30 años desde que la Tierra fuera destruida por el fanático Van Aark, y no habían pasado en balde. Tras esa misión, sustituyó a Suirahaza como Ministro de Guerra, pues ésta ascendió a Jefa de Ministros,  sucediendo al fallecido Dalvonius. Dimitar ya no era Ministro; cuando V, su mujer y antigua Ministra de Vida, quedó embarazada, dejó el cargo en manos de un joven y muy capaz sucesor, Io.

V dejó el ministerio tras la boda con Dimitar, dedicándose a ayudar a la nueva ministra, Mortycia, antigua ayudante de V.

Alexia tenía ahora 21 años, se había adelantado 4 años a la graduación normal, que se conseguía a los 25, por sus grandes facultades en el espionaje, pero no parecían haber sido suficientes para conseguir el Puñal de Platino. Todos esperaban mucho de ella, ahijada de la actual Jefa de Ministros, una leyenda en los combates; hija de un exiliado y enemigo número uno de Van Aark, e hija de la ex-Ministra de la Vida, tenía mucha presión sobre sus jóvenes hombros, y no quería defraudar.

Pero parecía no ser suficiente.

-¿Otra misión? No hay mejor misión que ir a la Avanzada. Allí se curten los mejores. Y yo ya no seré la mejor.

Se sentaron a la mesa, Alexia en un lado, sus padres enfrentes, y la silla vacía que ocuparía Suirahaza cuando llegara.

-Tu padre y yo seguimos estando muy orgullosos de ti. Has acabado la instrucción 4 años antes de lo normal, eso es un gran hito. Nadie la ha acabado tan pronto. El Puñal es una cosa secundaria. Vayas donde vayas triunfarás, ya verás como es así.

Alexia asintió y suspiró, esperando a su madrina, que se retrasaba, para variar.

-Desde que es Jefa de Ministros siempre llega tarde.-sonrió Dimitar.

-Siempre ha llegado tarde.-contestó V. -La puntualidad no es su fuerte, desde luego.

En ese momento apareció por la puerta, haciendo una de sus entradas que no dejaban indiferentes a nadie. Llegó corriendo, saltando por encima de un sofá, y sentándose sin ni siquiera saludar.

-Ya estoy aquí. A comer.-dijo Suirahaza.

-Hola a ti también.-contestaron al unísono los tres.

-¿Tanto te costaba rodear el sofá, Sui?-preguntó V.

-No tendría gracia rodearlo.-contestó con la boca llena de comida.-Ah, por cierto. Tengo que hablar contigo Alex, a solas. Pero después de comer, vengo desmayada.

La comida fue como un bálsamo para Alexia, le ayudó a olvidar el fracaso.

Cuando terminaron, Suirahaza se levantó y le indicó a Alexia que le siguiera, llevándola a una habitación apartada.

-Enhorabuena-empezó Suirahaza- vas a ir a la Avanzada en misión especial. Necesitamos que te infiltres como artificiera.

-Pero si no he ganado el Puñal, y a la Avanzada solo van los que lo ganan.-respondió estupefacta Alexia.

-En realidad tú nunca aspiraste a ese Puñal, no has recibido la misma instrucción que los demás. Harás una misión muy concreta, que te será informada cuando estés allí. Haz las maletas, sales mañana.

Y se fue, dejándola en la habitación, confusa y emocionada, sin saber que hacer ni que decir.

domingo, 20 de mayo de 2012

Deus Ex Machina. Parte 1.

Alexia estaba frente al espejo del hall, esperando a que llegara su turno en la vista definitiva, atusándose el pelo con aparente tranquilidad.
Tres años después había llegado el momento de dejar la instrucción como espía y convertirse en una fuerza de élite. Se miró la pulsera que colgaba de su muñeca izquierda, recordando el día que su madre se lo dió:
"El día de tu graduación, recuérdale a tu madrina de que familia vienes, aunque no hará falta. Ella lo sabe de sobra."

Suspiró y esperó a que saliera su antecesor en la lista de graduación. Solo habían tres graduados este año, y ella era la tercera en la lista. Ya había salido el primero, Fakih Al'Asad, con paso firme. Le dedicó una inclinación de cabeza al pasar por su lado, y le deseó suerte.

Ahora tenía que salir su amiga Tryf Xav, quien le había acompañado todos esos años en su carrera personal hacia el premio Puñal de Platino, el premio al mejor alumno de los últimos diez años. Ahora sbría si, además de graduarse, lo recibiría.

-¿Alexia Zhukov Guderian? Su turno.-oyó en la puerta a su derecha.

Alexia se levantó, se terminó de atusar el pelo, y caminó hacia la puerta, por donde salía Tryf.

-¡Suerte Alex, ya verás como ganas!-le dijo mientras le abrazaba.
-Gracias, nos vemos luego.-contestó Alexia, dándole un beso en la mejilla.

Cruzó el umbral que daba a la sala de juicios, donde esperaba su madrina, sentada en el estrado.

-¿Tu madre te ha hecho venir con la pulserita? Esta mujer no cambiará nunca.-sonrió Suirahaza.- Vamos al grano. Felicidades por tu graduación, aquí tienes tu equipo de espionaje, y tu kris.

-¿Y el premio?-preguntó con ansiedad Alexia.

-Lo siento, pero no lo has ganado tú.

-¿Quién lo ganó? ¿Faqih?

-No te lo puedo decir, va en contra de la competición. Podría haber represalias por parte de los perdedores. Enhorabuena Alex, nos vemos esta noche en casa para la celebración. Saluda a tus padres de mi parte.

-Claro, madrina.-contestó Alexia, volviéndose hacia la puerta, impidiendo que Suirahaza, la nueva Jefa de Ministros viera sus lágrimas.

-No te avergüences por mostrar tus sentimientos, Alex, serás una máquina de matar, pero eres humana.-le dijo su madrina, abrazándola.

Alexia le sonrió como pudo, y salió de la sala. Se marchó del edificio de graduaciones, saliendo al tenue sol de marzo, maldiciendo al ganador del premio. Ese premio te permite ir a la Avanzada, a investigar los nuevos acontecimientos que se habían sucedido bajo el mandato del nuevo supervisor. Aún no sabía quien era él, pero sus esperanzas de mostrar su valía en tal terreno se le esfumó, como el viento se lleva las hojas del otoño.

Llegó a su casa, donde le esperaban sus padres, Dimitar y Victoria, o V, como le llamaba casi todo el mundo. Ahora empezaba su vida como espía, espía de la Orden del Kris Negro.

jueves, 12 de abril de 2012

Estados de decadencia. Parte 5.

-Dimitar, vamos a activarte el chip y entablar contacto con la nave terrestre. Hay que ver que trama esa gente, y ver donde demonios se han metido los supervivientes de la otra nave.

Dimitar se levantó y fue donde le señalaba la ministra de guerra, junto a la mesa de operaciones. Se acercó y le dispusieron de forma que la cabeza daba la espalda a la gran pantalla. Notó un frío contacto en la nuca, y una pequeña aguja que se le clavaba. Un escalofrío le recorrió el cuerpo, mientras el frío acero le penetraba.

-Estamos listos. Activa el comunicador, V.

V asintió y apretó varios botones.

En la pantalla surgió una imagen borrosa, y la ministra de la vida siguió oprimiendo botones, lo que supuso que serían las coordenadas que salían en el mapa. Las coordenadas de la nave. La imagen cambió, viéndose el interior de una, para él conocida nave terrestre.

Los soldados terrestres no llevaban el uniforme, lo cual era extraño. Era una forma de desacato gravísima, y los inspectores terrestres no lo dejaban pasar así como así.

-Algo extraño pasa en esa nave. No llevan el uniforme.-explicó Dimitar.

El consejo siguió mirando la pantalla, aguardando que Dimitar dijera algo más.

-Y eso del fondo es...explosivos nucleares. La nave está infestada de explosivo. No entiendo nada...-continuó Dimitar.- Hay que entablar conversación con ellos, algo raro está pasando.

-Como quieras. Te abro el micrófono.-dijo Suirahaza.

Oprimió un último botón de la mesa, y notó un pequeño calambre en la nuca.

-Aquí el Capitán Dimitar Zhukov, capitán de la nave Mnemósine. Quisiera hablar con la máxima autoridad a bordo. Cambio.

-Teniente Stump al habla. Nos alegra mucho ver que sigue vivo, señor. Cambio.

-¿Teniente? ¿No hay ningún capitán a bordo?-preguntó Dimitar.

-El Capitán Stevens murió a manos del inspector. Conseguimos capturarlo y hacerle cantar. Querían que fuéramos kamikazes contra el escudo que protege el planeta. Avisamos a la otra nave y conseguimos rescatar a sus tripulantes, pero la nave era inmanejable y se estrelló. Estamos dispuestos a colaborar con ustedes y acabar con esta locura de Van Aark. Ha llevado esto demasiado lejos.

-Abandonen la nave. Enviaremos cazadores ligeros a por ustedes e iremos a por Van Aark.-dijo Suirahaza a sus espaldas.

-¿Quién es usted?-preguntó el teniente.

-La máxima autoridad en esta conversación. Es una orden. Cambio y corto.

-Si señora. Cambio y corto.

La conversación finalizó, y Suirahaza volvió a hablar.

-Está loco ese Van Aark. ¡Loco!-gritó.

*Varias horas después*

-Capitán, usted hará los honores de ir a por ese lunático. Le dejo al mando de esta empresa.-dijo Suirahaza, en el hangar, dirigiéndose a Dimitar.

-A sus órdenes. Volveremos, con o sin su cabeza.-contestó Dimitar.- Vámonos.

-Ten cuidado, Dimitar.-le susurró V al oído.

Dimitar la miró y asintió. La nave, mucho más grande y moderna que las terrestres, encendió los reactores y emprendió la marcha hacia la Tierra. Le acompañaba el ministro Maldaghar, máxima autoridad en el hiperespacio. No podía haberse negado ante la euforia del muchacho.

El viaje estaba siendo tranquilo, sabían que Van Aark no tenía fuerzas para resistir el ataque de una simple nave. Tenía todas sus tropas en su contra o luchando en la avanzada. Estaba condenado. O eso creían...

-Zhukov. Pequeño y joven Zhukov. Como siempre entrometiéndose en asuntos que su ínfima mente no puede entender.-sonó por el cuadro de comunicaciones.

-Almirante. Que honor.-contestó Dimitar, reconociendo la voz de Van Aark.- ¿A qué debo esta agradable intromisión?

-A que tengo terribles noticias para usted. Sus padres han fallecido. Triste noticia, sin duda.-contestó la irónica voz de Van Aark.

Dimitar, que en parte sabía que acabaría sucediendo, no pudo contener las lágrimas.

-Se ha quedado callado, Dimitar. Pensaba que era usted más fuerte. Que le vamos a hacer...

-Yo le diré que vamos a hacer. Atienda Almirante. Iré a su despacho, le cogeré por el pescuezo, y le daré un puñetazo por cada vida que ha usurpado. ¿Qué le parece?-respondió Dimitar, cegado por la ira.

Van Aark rió, pero no una risa normal, sino una risa de maníaco. Una risa de alguien que se encuentra entre la espada y la pared.

-Me parecería bien, pero no va a poder ser. Ven la Tierra ya, ¿verdad?

-Sí.

-Hermosa. Verde y hermosa. Pero esto se acabó. ¡Que el fuego purifique vuestras almas! ¡Recordadme como el héroe y libertador que he sido! ¡¡¡El gran Lothar Van Aark!!!

Tras esas palabras, la Tierra estalló. Su vida, el lugar que le vio nacer, era ahora una bola de fuego, que se dispersaba en el infinito arrasando todo cuanto encontraba.

-¡Maniobra evasiva! ¡Vámonos!-gritó Dimitar.

La nave giró bruscamente y activó la hipervelocidad, huyendo del infierno que una vez fue su hogar.

"Al final ganamos. Pero a qué precio..."-se lamentó Dimitar.

FIN.

martes, 10 de abril de 2012

Estados de decadencia. Parte 4.

Tras los primeros impactos contra el escudo, hubo un tiempo de calma, el cual se aprovechó para volver al Pico de Leben y seguir planificando la defensa.

-Hay que mandar una patrulla de reconocimiento al lugar del accidente de esas naves. Hay que buscar supervivientes.-dijo V- Son enemigos, pero siguen siendo personas, hay que ayudarles.

Suirahaza miró en el tablón digital viendo los escuadrones libres, y encontró un par.

-Tienes la patrulla Phi libre. Mándalos a investigar. Que cojan los cazadores ultraligeros e investiguen. La nave se ha estrellado en...-recorrió el mapa con el dedo- la playa de poniente. Que vayan ya. Ipsofactos.

V sacó el móvil y dio las órdenes pertinentes a la patrulla. Asentió tras terminar la conversación, y se volvieron a centrar en la defensa.

-Ya que se han tomado un descanso, hay que revisar los niveles de energía, Fhreklay.-continuó Suirahaza.

-Eso hago.-respondió hosco, como siempre.

Fhreklay siempre se movía entre las sombras, evitando el más mínimo contacto o tipo de empatía con sus compañeros. Un tipo muy extraño.

-Dimitar, necesitamos que uses el chip que tienes implantado en el cerebro como transmisor para intentar entablar contacto con la nave.- siguió la ministra de la guerra.

-¿Chip? ¿De qué hablas?-preguntó Dimitar.

-El chip que te implantaron al nacer.-continuó como si nada.

-A mi no me implantaron nada al nacer.-negó Dimitar.

-¿Estás diciendo que has estado todo este tiempo aquí sin saber que tienes un chip en el cerebro? Con razón te encontraron tan rápido...

-Que yo no t...

-Cállate-cortó Suirahaza.- Tienes un chip y punto. Todos lo tenéis. No hay tiempo para enseñártelo, pero lo tienes en el hipotálamo. Cuando termine esta guerra, se te quitará, pero ahora no es de utilidad. Cuando te avisemos, usaremos tu chip para contactar con la nave. Hay que espiarles.

Dimitar, que no sabía como se podía seguir sorprendiendo, estaba estupefacto. Se palpaba la parte anterior de la cabeza, buscando algún tipo de bulto, pero no encontró nada.

-Patrulla Phi, aquí Suirahaza. Informe de situación.-exclamó al micrófono de la mesa.

-Patrulla Phi informando. Nos encontramos ante la nave siniestrada. Está completamente destruida, y una de las alas está envuelta en llamas. No hay cadáveres por aquí fuera. Procedemos a entrar. Cambio.

-Mantenedme informada ante cualquier novedad. Cambio y corto.

Se volvió hacia los demás, y siguió hablando de la estrategia de ahorro energético y defensiva, cuando volvieron a hablar por los altavoces.

-Aquí Patrulla Phi. Informe de situación. La nave está vacía. Repito. La nave está completamente vacía. Esperamos instrucciones. Cambio y corto.

viernes, 6 de abril de 2012

Estados de decadencia. Parte 3.

Cuartel general de la Tierra. Dos días antes del ataque al planeta rebelde.

Van Aark, reunido con la cúpula del gobierno, decidían los últimos preparativos para la ofensiva:

-De acuerdo a lo acontecido en nuestros simuladores, el planeta está revestido por un escudo de gravitón, haciéndolos inmunes a cualquier tipo de agresión. ¿Cómo sortear este impedimento?

-Hostigando con ataques al final tendrán que desactivarlo, no lo podrán tener eternamente en funcionamiento. -dijo un coronel de las tropas aerodeslizadas.

-¿Da por hecho, coronel Vhradcikov, que no enviarán tropas para su defensa? No creo que sean tan estúpidos como para estar desprotegidos -contestó Van Aark.

-Pero no tendrán todos sus útiles en casa, recordemos que están combatiendo en la avanzada.-continuó el coronel.-Es una buena oportunidad para atacar con todo lo que nos queda. Matar o morir.

-No seamos tan incautos, coronel, no podemos arriesgarnos a perderlo todo.-dijo el almirante de las naves hiperespaciales.- ¿Y si no conseguimos derribar el escudo? ¿Se acabó?

-Ese escudo caerá. Y si no cae, caeremos mi carrera y yo.-amenazó dejando sus galones sobre la mesa.

-¿A que viene este numerito, coronel?-preguntó Van Aark.- Estamos demasiado nerviosos y nos jugamos demasiado como para andar con peleas internas. Esta es nuestra mejor oportunidad de acabar con esos asquerosos rebeldes, y poner fin a esta pantomima sin sentido. Este será el plan:

"Según nuestros informes, el 100% de las tropas rebeldes están luchando en la avanzada, pues es una batalla muy importante para sus intereses. Recordemos que es el único lugar de la galaxia donde se encuentra el elemento 58. No se pueden permitir que caiga en nuestras manos. Atacaremos frontalmente el escudo, de la forma que luego explicaré. Y cuando el escudo se inactive, atacaremos con los cazadores ligeros, capturando a esa escoria de Zhukov y trayéndolo de vuelta."

Unos murmullos recorrieron la sala, y algún que otro alto mando se secaba el sudor de la frente. El coronel Vhradcikov recogió sus galones, y se levantó el primero, dispuesto a irse, cuando Van Aark le detuvo con la mano.

-Espérese, aún no hemos terminado-le fulminó.

Volvió a sentarse, resoplando. Dirigió su mirada hacia la izquierda, donde el almirante que anteriormente había hablado le miraba sin pestañear.

"Este almirante siempre ha estado en contra de todo lo que se dice en esta sala. Ya son ganas de molestar. " pensó amargamente el coronel.

-Y mi plan para destruir el escudo rápidamente es lanzar varios acorazados en forma de kamikazes hacia el escudo. Estos acorazados estarán llenos de explosivos de uranio, y tripulados como si fueran en una misión de ataque normal. Cuando estén llegando al escudo, sufrirán un "fallo" en la centralita de mando, que les impedirá cambiar el rumbo de la nave. Con un par o tres de choques, el escudo caerá, y será turno de los cazadores.

-¿Porqué han de ir tripuladas? Si no fuera gente, habría más lugar para explosivos.-preguntó el director de la fábrica de armamento.

-Porque en todo momento han de pensar los rebeldes que son accidentes o fruto de su acierto. Les hará confiarse...

lunes, 26 de marzo de 2012

Estados de decadencia. Parte 2.

-¡Repito, necesitamos ayuda!-gritaba Drone al micrófono.

El cielo estaba envuelto en llamas de la explosión de un acorazado terrestre, y se les venía encima. No tenían apenas margen de maniobra y tendrían que desactivar el escudo o intentar una maniobra de evasión y rezar para que el escudo aguantase la embestida de la enorme nave.

-¡Señor, se nos cae encima ese amasijo de metal! ¡Hay que hacer algo!-exclamaba uno de sus soldados con pavor.

No recibía contestación ninguna por el auricular, así que decidió intentar una maniobra evasiva, haciendo virar a su tropa hacia babor. Casi todas las naves pudieron seguirle en su huida, excepto dos cazadores ligeros que se vieron obstaculizados por uno de los motores del acorazado, y quedaron reducidos a cenizas con el impacto.

Drone miró la lista buscando las bajas, y vio las dos luces apagadas de los soldados Syzka y Vierrot. Negó con la cabeza y siguió dando órdenes a sus soldados.

En el Pico de Leben, el consejo y Dimitar observaban como el acorazado se estrellaba contra el escudo, haciendo temblar toda la ciudad. El acorazado salió escupido hacia un lado del escudo, lo que parecía un lago o un mar de color mercurio. Fhreklay, con unos indicadores en la mano, miraba la capacidad de energía del escudo, que quedó bastante reducido tras el impacto.

-Ha bajado un 37% de energía. Otro impacto como ese, y tendremos que empezar a preocuparnos seriamente.-dijo seriamente.

-Creo que ha sido fortuito, espero que no vuelva a suceder. Daré órdenes de que los mantengan un poco alejados, antes de proceder al señuelo.-contestó Suirahaza.- Veré si las comunicaciones están restablecidas.

Se apoyó el teléfono móvil en el oído, y llamó al teniente coronel:

-Drone, ¿me recibe? Cambio.

La luz del aparato se volvió roja, indicando que le contestaban. La ministra sonrió, y siguió hablando:

-Alejadlos del escudo mientras podáis, necesitamos tiempo. El escudo no podría resistir otro impacto como ese. Seguid así muchachos. Cambio.

Se volvió a activar la luz roja, y el rostro se le ensombreció:

-¿Syzka y Vierrot? ¿Un choque contra el acorazado? Maldición... Suerte con la misión. Cambio y corto.

Colgó, y se volvió hacia el consejo:

-Hemos perdido a dos soldados, habrá que informar a sus familias cuando acabe todo esto. -se volvió hacia Dimitar.- ¿Cuántos soldados podrían estar dentro de un acorazado como ese, chico?

-Unos 100 soldados. -contestó Dimitar. -Quizá más.

-Cien bajas suyas por dos de las nuestras. Pero tenemos pocos combatientes. Hay que tener mucho cuidado. Podrían ser miles.

Maldaghar y Dalvonius hablaban en voz baja, con gesto circunspecto. V se acercó a Dimitar y Suirahaza para tranquilizar los ánimos.

-Mientras el escudo resista, no hay que temer.

-El problema es que si seguimos manteniendo el escudo, no tendremos energía para los IEM, tenemos que pensar como solucionar este problema-dijo Fhreklay.

sábado, 24 de marzo de 2012

Estados de decadencia. Parte 1.

Hacía mucho tiempo que no se ejercitaba, y le empezaba a faltar el aire. Corrían hacia los tópteros, pues tenían que llegar al hangar y contestar al ataque.

"Demasiado pronto" pensó Drone, dirigiendo a sus tropas hacia el aeródromo.

Por el auricular le llegaban instrucciones de la ministra de guerra, que indicaba a todo el batallón que hacer:

"Recordad, formación envolvente y los empujáis al desierto. Los IEM harán el resto. Buena suerte, estaremos observando. Cambio y corto" oyeron todos los soldados por los auriculares.

-Ya habéis oído. Somos mejores y tenemos que demostrarlo. - alentaba el teniente coronel a su ejército.

Les esperaban en el hangar las naves, listas para ser utilizadas contra el invasor.

Mientras, en el Pico de Leben, el Consejo junto a Dimitar, decidían como aniquilar al atacante, exponiendo cada uno su punto de vista. Dalvonius, sonriente como siempre, escuchaba a Suirahaza, más nerviosa de lo habitual, lo cual hacía que no parara de moverse ni de colocarse el flequillo con rápidos movimientos de cabeza.

-Nos han pillado por sorpresa, pero no he estado tantos años esperando este momento para nada. El escudo está aguantando, pero será cuestión de tiempo que lo atraviesen. Según los radares han traído toda la artillería, así que si les vencemos será un golpe mortal.

Fhreklay, el ministro de riqueza, observaba desde la oscuridad, mientras que Maldaghar estaba muy activo.

-Contamos con la ventaja de que esas naves de la Tierra están preparadas para el Hiperespacio, pero no para la lucha bajo atmósfera. Esa puede ser una clave-dijo el joven ministro.- La lucha en el desierto es la mejor opción, hay que atraerlos.

-Que opine nuestro joven capitán.-dijo V.

Dimitar, que había escuchado atentamente las explicaciones, habló por primera vez.

-Que las naves son más vulnerables bajo gravedad es cierto, pero que les afecte el IEM no lo tengo claro. Como ya dije, las naves se prepararon para resistir grandes pulsos electromagnéticos. Yo mismo colaboré en esa empresa.

-Aquí el IEM funciona de otra forma, Dimitar. Esta atmósfera es distinta a la de la Tierra, multiplica los efectos del pulso.-contestó Suirahaza.- Ningún objeto está preparado para semejante descarga.

-Espero que así sea-concluyó Dalvonius.

Fhreklay surgió de entre las sombras, y habló:

-Recordad que tenemos suficiente energía en reserva como para mantener el escudo mucho más tiempo. Las centrales Bioquímicas han estado trabajando a buen rendimiento este semestre.

-Preferimos reservarla para un caso de emergencia, gracias Fhreklay.-dijo V.

-Avisaré a Drone, a ver como van.-dijo la ministra de guerra.-...¿Teniente? Informe de situación.

-...¡Estamos jodidos!-se oyó por el altavoz-¡¡Necesitamos ayu...!!

Se cortó la transmisión.