domingo, 19 de febrero de 2012

Realidad paralela. Parte 3.

"El Consejo"-pensó Dimitar, temiéndose lo peor.-"¿Van a juzgarme?"

Virtanen iba al frente, paso rápido, y Zaunt le acompañaba a su izquierda, con el semblante serio y decidido. Eran una extraña pareja, uno tan alegre y el otro tan serio. Una extraña pareja, que le tenía cautivo, sin saber porqué.

-¿Dónde está el Consejo? - preguntó Dimitar.

Zaunt fue el que contestó esta vez:

-Distrito 2. Es un edificio que resalta de los demás. Lo reconocerás enseguida.

Virtanen seguía caminando alegremente hacia el supuesto Distrito 2, por lo que pasaban cerca del Ministerio de Justicia. Había algo en la estatua que le fascinaba, pero no adivinaba que...

Una vez perdido de vista el edificio judicial,  la avenida que tenían ante sus ojos era de la tónica de lo visto hasta ahora, inmensidad floral por doquier, edificios bajos en esta zona, pero cada vez más altos conforme se alejaban del centro. Una curiosa distribución arquitectónica, aunque claro, él no había visto nunca otra cosa que no fuera túneles y cúpulas de cristal, rodeadas de aquella radiación.

Vio un cartel, con dos especies de ventiladores debajo, haciendo que flotase en medio de la avenida. "Distrito 2", rezaba. En esta zona los edificios eran de una tonalidad más oscura que en la anterior, de un color grisáceo. Gris marengo. Y los cristales eran de un tono más azulados, preguntaría por qué, pero no en este momento. Estaba demasiado nervioso como para abrir la boca otra vez.

Entonces lo vio, resaltando entre los otros. Un edificio flotando en medio de una plaza, de color morado, un morado que casi dañaba a la vista. Una tonalidad tan fuerte que irradiaba energía por todos los costados. Tenía forma de rombo.

-El Consejo- señaló Virtanen.- Vamos hacia allá.

"¿Y cómo subimos?"- volvió a pensar Dimitar. Sentía que si abría la boca, vomitaría.- "Mejor estar callado".

Zaunt volvió a pronunciarse, con su tono sereno y fulminante.

-Si te estás preguntando como subir, que lo estarás haciendo, lo verás enseguida.

Llegaron a una pequeña plataforma en la plaza. Unos círculos de aproximadamente un metro de diámetro, donde cabían unas cuatro personas. La plaza estaba rodeada de ellos, perdió la cuenta.

No entendía para que estaban esos círculos, ni por qué se habían detenido allí. Aunque en breve lo sabría.

Del edificio salió una majestuosa obra de arte de la ingeniería. Un ornitóptero, propulsado por unas alas metálicas. Da Vinci debía estar muy orgulloso.

-Arriba, no hay tiempo que perder- concluyó Zaunt.- Nos esperan.

El trayecto fue raudo, y fluido, mucho más de lo que pensaba. Las alas se movían lentamente, pero no perdía velocidad ni altura.

Se detuvo en un balcón del edificio, flanqueado por dos estatuas idénticas. Un engranaje rodeado de esferas eléctricas orbitando alrededor de éste.

-Usted, como ingeniero, se sentirá como en casa. - sonrió Virtanen.

Cruzaron el umbral del edificio, dejando a la vista a cinco personas sentadas en una mesa semicircular. El Consejo estaba ante sus ojos.

lunes, 13 de febrero de 2012

Realidad paralela. Parte 2.

Notaba como le ardían los pulmones, y se arrodilló intentando agarrarse el pecho, pero no podía por las esposas.

-Tranquilo señor Zhukov, todos pasamos por esa fase, en un momento se le acostumbrarán.- dijo Zaunt con la mirada perdida.- Cuando recobre la compostura, le explicaremos lo que quiera saber.

Seguía en el suelo, jadeando, pero poco a poco volvía a respirar de forma normal. Se levantó con dificultad, recuperando el aliento, mientras veía como Virtanen le sonreía y Zaunt seguía mirando al horizonte.

-¿Porqué estoy aquí? - preguntó Dimitar, una vez que recobró el aliento.

Zaunt se volvió y siguió apuntando en el portafolios. Cuando hubo acabado, le miró y le contestó:

-Eso aún no te lo podemos decir, pero lo sabrás en su momento. Por ahora te digo que no es un secuestro ni una detención. Pero como comprendo que estarás confuso, no te podemos dejar libre.

Zhukov se miró las manos, viendo las esposas, sin entender nada. No podía creerles.

-¿Dónde estamos?- preguntó Dimitar de nuevo.

Esta vez respondió Virtanen, haciendo un gesto con la mano hacia los edificios.

-Estamos en Kox, capital de Kalayb. Concretamente estamos en el distrito 0, la zona central de la ciudad.

Dimitar miró alrededor. Ahora mismo estaban situados en una plaza redonda, con un enorme árbol en el centro, de hojas violetas y azules. Nunca había visto algo tan extraño y hermoso. Era un estallido de color para sus poco acostumbrados ojos. Lo normal para él eran colores grises, y alguna vez el verde de la radiación y el uranio, pero nada como esto. Mirara donde mirase veía miles de colores, millones tal vez.

Los edificios eran de color blanquecino, aunque adquirían tonos celestes con la luz del sol. Casi todos tenían forma de cono, con las paredes cóncavas. Exceptuando cuatro edificios que estaban en los cuatros puntos cardinales de la plaza donde se encontraban. Virtanen señaló a un edificio con forma esférica, de color rubí.

-Palacio de Kalayb-señalaba Virtanen el edificio del norte.- Ahí se tratan los temas del planeta.

Se giró noventa grados, hacia su derecha, señalando el edificio que estaba al este, un edificio con forma de pirámide, esta vez de color zafiro:

-Ministerio de tesoro. Como su nombre indica, ahí se mueve la riqueza del planeta.

Se volvió a girar, señalando a un edificio de color esmeralda:

-Hiperespacio, controlan el tráfico espacial alrededor del planeta. Y por último...

Se giró y señaló un edificio negro, sin ventanas, cuadrado, con una estatua en la puerta. Una mujer sin cara, con una espada en una mano, amenazante, y una flor en la otra.

-Ministerio de Justicia. No creo que necesite explicación.

-¿Habéis terminado de cotorrear? - dijo Zaunt a sus espaldas. - Tenemos una entrevista con el Consejo.

Dimitar se dió la vuelta, pero seguía con la mirada fija en la estatua del Ministerio de Justicia, en el reflejo que se veía en su cara sin rostro, en el horizonte grisáceo, el horizonte de cromo.


domingo, 5 de febrero de 2012

Realidad paralela. Parte 1.

Se despertó en una habitación desconocida, revestida de metal e iluminada por una tenue luz azulada. Miró alrededor y encontró la fuente de esa luz, una ventana hexagonal, de aproximadamente medio metro de diámetro. Se levantó y vio, que además de la cama donde había estado tumbado, no había más muebles en la habitación, exceptuando una solitaria puerta. Iba a asomarse por la ventana, cuando se abrió la puerta tras él.

-¿Dimitar Zhukov? - oyó a sus espaldas.

Giró sobre sí mismo, y observó a un hombre alto, enfundado en un traje negro, y a uno más bajo que lo acompañaba:

-¿Virtanen? ¿Qué hace aquí? ¿Dónde estoy?

El hombre alto, que llevaba un portafolios en la mano, se adelantó hacia Dimitar.

-Veo que no ha sufrido pérdidas de memoria- dijo, apuntando algo en el portafolios.- No me he presentado. Mariscal Heinrich Zaunt, encantado.- le tendió la mano.

Dimitar la rechazó, confuso. Se echó hacia atrás, esperando respuestas:

-¿Dónde estoy? - volvió a preguntar.- ¿Y que hace aquí Virtanen, si había desaparecido?

Empezó a pensar que era un sueño, y que se despertaría en poco tiempo.

-Tranquilo, le responderemos a todo.- dijo Virtanen, abriendo la boca por primera vez.- Estamos en Kalayb, otrora  Divkla V.
-¡¿El planeta rebelde?! ¡Me han tomado prisionero! - exclamó Dimitar.
-Rebelde, bonita forma de llamar a los que hace tiempo éramos habitantes de la Tierra. -rió Zaunt.- Y tranquilo, no pretendemos hacerle daño, solo enseñarle algunas cosas interesantes. Daremos un paseo.

Le pusieron unas esposas algo extrañas, pues eran elásticas, por lo que podía mover las manos, pero no podía quitárselas ni hacer movimientos bruscos.

Salieron al pasillo, el cual era todo de cristal, con forma de tubo. Parecía que conectaba distintos edificios. Ahora podía ver de donde provenía la luz azul, y era de un Sol de ese color. Se le podía mirar directamente sin que te hiciera daño en los ojos, lo cual le pareció extraño.

Siguió observando lo que tenía alrededor, y era impresionante. Edificios enormes de metal y cristal, conectados por pasillos elevados. Naves sobrevolando el cielo, pero no naves militares, o al menos eran bastante más pequeñas, por lo que parecían naves personales. Vegetación frondosa por todos lados, plantas que no conocía. Enormes cúpulas de color dorado, y lo más importante, nada de esa radiación que hay en la Tierra.

Nunca había visto el cielo sin radiación, sin tener que observarlo a través de observatorios, y ahora podría verlo directamente.

-¿Preparado para respirar aire de verdad, señor Zhukov? - sonrió Virtanen.

Cruzaron una puerta que se abrió a su paso, y salieron al exterior, donde pudo respirar por primera vez aire limpio.

jueves, 2 de febrero de 2012

Lluvia de metal. Parte 10.

O mejor dicho, lo que no encontró. No estaba ninguno de sus tres compañeros, solo el rifle de alguno de ellos en el suelo. Notaba como la ansiedad le oprimía el pecho, y se apoyó en la pared para relajarse. El corazón se le iba a salir de la caja torácica, las sienes le iban a estallar, así que se quitó la visera de visión nocturna y la apoyó en el suelo. Se sentó, intentando aclarar sus ideas, cuando se le ocurrió que debía avisar a la nave.

-Aquí el Capitán. Collins, Roberts y Strauss han desaparecido. Repito, Collins, Roberts y Strauss han desaparecido. Cambio.

Aguardó la respuesta, pero no llegaba. Repitió otras dos veces, pero no obtuvo respuesta. Se quitó el auricular, y comprobó si funcionaba. Para ello comprobó el desmodulador de alta frecuencia que viene conectado a la parte trasera del mismo. Efectivamente, funcionaba perfectamente. O al menos eso indicaba el medidor.

Tenía que hacer algo, pero no sabía qué. El miedo le agarrotaba, la ignorancia del paradero de sus compañeros y de la nave le producían terror. Así que tomó lo que él creía que era la mejor decisión. Se colocó de nuevo el auricular, cargó el arma, y se dirigió a la sala de comunicaciones de la Hiperión. Con un poco de suerte, ya que había comprobado que los medidores de energía eran normales, podría intentar comunicarse con la Mnemósine. Si no era posible contactar con ellos, buscaría en otras frecuencias las estaciones espaciales de la Tierra, así pediría ayuda.

Se colocó la visión nocturna, respiró hondo y marchó con paso rápido, sin molestarse en ser sigiloso. Tenía urgencia por llegar a la sala de comunicaciones.

Pasó por la zona de carga, donde tuvo que taparse la nariz por el irresistible hedor que desprendían los cadáveres putrefactos. El hueco que había dejado el cuerpo que se llevaron a la nave, resaltaba entre el suelo lleno de polvo. Mientras sorteaba cuerpos, se fijó en algo que no había observado antes. No encontraba al capitán de la nave. Se volvió, y empezó a buscar el uniforme negro del capitán. La escala de colores en cuanto al rango era simple, cuanto más oscuro, más rango. Los soldados rasos iban de azul cielo, escalando en azules hasta el negro. La rama de ingenieros, médicos y enfermeros usaban ropa morada, para diferenciarla del resto. El color blanco se reservaba para civiles, aunque no era el caso en esta situación. Solo veía cuerpos enfundados de azul, y alguno morado, pero no negro.

Algo más que perturbaría su mente mientras iba a la sala de comunicaciones. Volvió a encaminarse, solo le quedaba la esperanza de que la radio funcionase.

Llegó a la sala de comunicaciones e intentó encender la radio. No funcionaba. Se derrumbó en una silla, sintiéndose impotente. Solo tenía ganas de huir de aquella nave, y volver a casa.

En ese momento tuvo un rayo de luz en sus pensamientos. Los generadores de energía estarían apagados, y tendría que encenderlos para comprobar si efectivamente la radio funcionaba, aunque eso es algo que nunca sabría.

Un golpe en la nuca le dejó inconsciente.


miércoles, 1 de febrero de 2012

Lluvia de metal. Parte 9.

-Aquí Capitán Zhukov, que vengan dos enfermeros a llevar el cadáver. El doctor le hará la autopsia. - comunicó Dimitar por el micrófono. - Nosotros seguiremos investigando la nave.
 -Recibido, cambio y corto. - sonó la voz de Dickers por el auricular.

Dimitar hizo un gesto a sus tres acompañantes para que le siguieran. Se enfundó la visera, y marchó hacia el puente.

Como la Hiperión era una nave gemela a la Mnemósine, el camino era bien sabido por Dimitar. Un pequeño trecho, que pasaba por la sala de máquinas, donde estaban los medidores de energía generales.

-Strauss, vaya con Roberts a mirar la sala de máquinas, Collins y yo seguiremos hacia el puente.
-A sus órdenes- dijo Strauss, quedándose donde estaba.

Dimitar siguió hacia el puente de mando, seguido por el grandullón Collins, con paso firme. Viendo lo que había visto, no creía que nada le pudiera sorprender. Llegaron al puente de mando, donde todo era normal: luces apagadas, ningún cadáver, todo estaba en su sitio...

Se dirigió hacia la silla del capitán, esperando encontrar algún indicio de lo que pasó en la nave, cuando oyó que le hablaban por el auricular:

-Capitán, aquí Dickers, el cadáver está en la nave. Cambio y corto.
-De acuerdo, procedan a realizar la autopsia y manténganme informado.

Dimitar se giró para buscar a Collins, pero no le vió. Lo llamó en voz alta, pero no le contestó. Avisó por el micrófono. Nada, sin respuesta.

Se marchó hacia la sala de máquinas, a ver si estaba allí, junto a Strauss y Roberts. Mientras caminaba le latía tan fuerte el corazón que lo sentía en las sienes.

Aunque no era nada con lo que sintió al ver lo que le aguardaba en la sala de máquinas.