jueves, 12 de abril de 2012

Estados de decadencia. Parte 5.

-Dimitar, vamos a activarte el chip y entablar contacto con la nave terrestre. Hay que ver que trama esa gente, y ver donde demonios se han metido los supervivientes de la otra nave.

Dimitar se levantó y fue donde le señalaba la ministra de guerra, junto a la mesa de operaciones. Se acercó y le dispusieron de forma que la cabeza daba la espalda a la gran pantalla. Notó un frío contacto en la nuca, y una pequeña aguja que se le clavaba. Un escalofrío le recorrió el cuerpo, mientras el frío acero le penetraba.

-Estamos listos. Activa el comunicador, V.

V asintió y apretó varios botones.

En la pantalla surgió una imagen borrosa, y la ministra de la vida siguió oprimiendo botones, lo que supuso que serían las coordenadas que salían en el mapa. Las coordenadas de la nave. La imagen cambió, viéndose el interior de una, para él conocida nave terrestre.

Los soldados terrestres no llevaban el uniforme, lo cual era extraño. Era una forma de desacato gravísima, y los inspectores terrestres no lo dejaban pasar así como así.

-Algo extraño pasa en esa nave. No llevan el uniforme.-explicó Dimitar.

El consejo siguió mirando la pantalla, aguardando que Dimitar dijera algo más.

-Y eso del fondo es...explosivos nucleares. La nave está infestada de explosivo. No entiendo nada...-continuó Dimitar.- Hay que entablar conversación con ellos, algo raro está pasando.

-Como quieras. Te abro el micrófono.-dijo Suirahaza.

Oprimió un último botón de la mesa, y notó un pequeño calambre en la nuca.

-Aquí el Capitán Dimitar Zhukov, capitán de la nave Mnemósine. Quisiera hablar con la máxima autoridad a bordo. Cambio.

-Teniente Stump al habla. Nos alegra mucho ver que sigue vivo, señor. Cambio.

-¿Teniente? ¿No hay ningún capitán a bordo?-preguntó Dimitar.

-El Capitán Stevens murió a manos del inspector. Conseguimos capturarlo y hacerle cantar. Querían que fuéramos kamikazes contra el escudo que protege el planeta. Avisamos a la otra nave y conseguimos rescatar a sus tripulantes, pero la nave era inmanejable y se estrelló. Estamos dispuestos a colaborar con ustedes y acabar con esta locura de Van Aark. Ha llevado esto demasiado lejos.

-Abandonen la nave. Enviaremos cazadores ligeros a por ustedes e iremos a por Van Aark.-dijo Suirahaza a sus espaldas.

-¿Quién es usted?-preguntó el teniente.

-La máxima autoridad en esta conversación. Es una orden. Cambio y corto.

-Si señora. Cambio y corto.

La conversación finalizó, y Suirahaza volvió a hablar.

-Está loco ese Van Aark. ¡Loco!-gritó.

*Varias horas después*

-Capitán, usted hará los honores de ir a por ese lunático. Le dejo al mando de esta empresa.-dijo Suirahaza, en el hangar, dirigiéndose a Dimitar.

-A sus órdenes. Volveremos, con o sin su cabeza.-contestó Dimitar.- Vámonos.

-Ten cuidado, Dimitar.-le susurró V al oído.

Dimitar la miró y asintió. La nave, mucho más grande y moderna que las terrestres, encendió los reactores y emprendió la marcha hacia la Tierra. Le acompañaba el ministro Maldaghar, máxima autoridad en el hiperespacio. No podía haberse negado ante la euforia del muchacho.

El viaje estaba siendo tranquilo, sabían que Van Aark no tenía fuerzas para resistir el ataque de una simple nave. Tenía todas sus tropas en su contra o luchando en la avanzada. Estaba condenado. O eso creían...

-Zhukov. Pequeño y joven Zhukov. Como siempre entrometiéndose en asuntos que su ínfima mente no puede entender.-sonó por el cuadro de comunicaciones.

-Almirante. Que honor.-contestó Dimitar, reconociendo la voz de Van Aark.- ¿A qué debo esta agradable intromisión?

-A que tengo terribles noticias para usted. Sus padres han fallecido. Triste noticia, sin duda.-contestó la irónica voz de Van Aark.

Dimitar, que en parte sabía que acabaría sucediendo, no pudo contener las lágrimas.

-Se ha quedado callado, Dimitar. Pensaba que era usted más fuerte. Que le vamos a hacer...

-Yo le diré que vamos a hacer. Atienda Almirante. Iré a su despacho, le cogeré por el pescuezo, y le daré un puñetazo por cada vida que ha usurpado. ¿Qué le parece?-respondió Dimitar, cegado por la ira.

Van Aark rió, pero no una risa normal, sino una risa de maníaco. Una risa de alguien que se encuentra entre la espada y la pared.

-Me parecería bien, pero no va a poder ser. Ven la Tierra ya, ¿verdad?

-Sí.

-Hermosa. Verde y hermosa. Pero esto se acabó. ¡Que el fuego purifique vuestras almas! ¡Recordadme como el héroe y libertador que he sido! ¡¡¡El gran Lothar Van Aark!!!

Tras esas palabras, la Tierra estalló. Su vida, el lugar que le vio nacer, era ahora una bola de fuego, que se dispersaba en el infinito arrasando todo cuanto encontraba.

-¡Maniobra evasiva! ¡Vámonos!-gritó Dimitar.

La nave giró bruscamente y activó la hipervelocidad, huyendo del infierno que una vez fue su hogar.

"Al final ganamos. Pero a qué precio..."-se lamentó Dimitar.

FIN.

martes, 10 de abril de 2012

Estados de decadencia. Parte 4.

Tras los primeros impactos contra el escudo, hubo un tiempo de calma, el cual se aprovechó para volver al Pico de Leben y seguir planificando la defensa.

-Hay que mandar una patrulla de reconocimiento al lugar del accidente de esas naves. Hay que buscar supervivientes.-dijo V- Son enemigos, pero siguen siendo personas, hay que ayudarles.

Suirahaza miró en el tablón digital viendo los escuadrones libres, y encontró un par.

-Tienes la patrulla Phi libre. Mándalos a investigar. Que cojan los cazadores ultraligeros e investiguen. La nave se ha estrellado en...-recorrió el mapa con el dedo- la playa de poniente. Que vayan ya. Ipsofactos.

V sacó el móvil y dio las órdenes pertinentes a la patrulla. Asentió tras terminar la conversación, y se volvieron a centrar en la defensa.

-Ya que se han tomado un descanso, hay que revisar los niveles de energía, Fhreklay.-continuó Suirahaza.

-Eso hago.-respondió hosco, como siempre.

Fhreklay siempre se movía entre las sombras, evitando el más mínimo contacto o tipo de empatía con sus compañeros. Un tipo muy extraño.

-Dimitar, necesitamos que uses el chip que tienes implantado en el cerebro como transmisor para intentar entablar contacto con la nave.- siguió la ministra de la guerra.

-¿Chip? ¿De qué hablas?-preguntó Dimitar.

-El chip que te implantaron al nacer.-continuó como si nada.

-A mi no me implantaron nada al nacer.-negó Dimitar.

-¿Estás diciendo que has estado todo este tiempo aquí sin saber que tienes un chip en el cerebro? Con razón te encontraron tan rápido...

-Que yo no t...

-Cállate-cortó Suirahaza.- Tienes un chip y punto. Todos lo tenéis. No hay tiempo para enseñártelo, pero lo tienes en el hipotálamo. Cuando termine esta guerra, se te quitará, pero ahora no es de utilidad. Cuando te avisemos, usaremos tu chip para contactar con la nave. Hay que espiarles.

Dimitar, que no sabía como se podía seguir sorprendiendo, estaba estupefacto. Se palpaba la parte anterior de la cabeza, buscando algún tipo de bulto, pero no encontró nada.

-Patrulla Phi, aquí Suirahaza. Informe de situación.-exclamó al micrófono de la mesa.

-Patrulla Phi informando. Nos encontramos ante la nave siniestrada. Está completamente destruida, y una de las alas está envuelta en llamas. No hay cadáveres por aquí fuera. Procedemos a entrar. Cambio.

-Mantenedme informada ante cualquier novedad. Cambio y corto.

Se volvió hacia los demás, y siguió hablando de la estrategia de ahorro energético y defensiva, cuando volvieron a hablar por los altavoces.

-Aquí Patrulla Phi. Informe de situación. La nave está vacía. Repito. La nave está completamente vacía. Esperamos instrucciones. Cambio y corto.

viernes, 6 de abril de 2012

Estados de decadencia. Parte 3.

Cuartel general de la Tierra. Dos días antes del ataque al planeta rebelde.

Van Aark, reunido con la cúpula del gobierno, decidían los últimos preparativos para la ofensiva:

-De acuerdo a lo acontecido en nuestros simuladores, el planeta está revestido por un escudo de gravitón, haciéndolos inmunes a cualquier tipo de agresión. ¿Cómo sortear este impedimento?

-Hostigando con ataques al final tendrán que desactivarlo, no lo podrán tener eternamente en funcionamiento. -dijo un coronel de las tropas aerodeslizadas.

-¿Da por hecho, coronel Vhradcikov, que no enviarán tropas para su defensa? No creo que sean tan estúpidos como para estar desprotegidos -contestó Van Aark.

-Pero no tendrán todos sus útiles en casa, recordemos que están combatiendo en la avanzada.-continuó el coronel.-Es una buena oportunidad para atacar con todo lo que nos queda. Matar o morir.

-No seamos tan incautos, coronel, no podemos arriesgarnos a perderlo todo.-dijo el almirante de las naves hiperespaciales.- ¿Y si no conseguimos derribar el escudo? ¿Se acabó?

-Ese escudo caerá. Y si no cae, caeremos mi carrera y yo.-amenazó dejando sus galones sobre la mesa.

-¿A que viene este numerito, coronel?-preguntó Van Aark.- Estamos demasiado nerviosos y nos jugamos demasiado como para andar con peleas internas. Esta es nuestra mejor oportunidad de acabar con esos asquerosos rebeldes, y poner fin a esta pantomima sin sentido. Este será el plan:

"Según nuestros informes, el 100% de las tropas rebeldes están luchando en la avanzada, pues es una batalla muy importante para sus intereses. Recordemos que es el único lugar de la galaxia donde se encuentra el elemento 58. No se pueden permitir que caiga en nuestras manos. Atacaremos frontalmente el escudo, de la forma que luego explicaré. Y cuando el escudo se inactive, atacaremos con los cazadores ligeros, capturando a esa escoria de Zhukov y trayéndolo de vuelta."

Unos murmullos recorrieron la sala, y algún que otro alto mando se secaba el sudor de la frente. El coronel Vhradcikov recogió sus galones, y se levantó el primero, dispuesto a irse, cuando Van Aark le detuvo con la mano.

-Espérese, aún no hemos terminado-le fulminó.

Volvió a sentarse, resoplando. Dirigió su mirada hacia la izquierda, donde el almirante que anteriormente había hablado le miraba sin pestañear.

"Este almirante siempre ha estado en contra de todo lo que se dice en esta sala. Ya son ganas de molestar. " pensó amargamente el coronel.

-Y mi plan para destruir el escudo rápidamente es lanzar varios acorazados en forma de kamikazes hacia el escudo. Estos acorazados estarán llenos de explosivos de uranio, y tripulados como si fueran en una misión de ataque normal. Cuando estén llegando al escudo, sufrirán un "fallo" en la centralita de mando, que les impedirá cambiar el rumbo de la nave. Con un par o tres de choques, el escudo caerá, y será turno de los cazadores.

-¿Porqué han de ir tripuladas? Si no fuera gente, habría más lugar para explosivos.-preguntó el director de la fábrica de armamento.

-Porque en todo momento han de pensar los rebeldes que son accidentes o fruto de su acierto. Les hará confiarse...