sábado, 28 de enero de 2012

Lluvia de metal. Parte 8.

-Capitán Zhukov a Mnemónise, ¿me reciben? Cambio.
-Le recibo, cambio.-sonó la voz de Dickers por el auricular de Dimitar.
-Estamos en la Hiperión, en el compartimento estanco. Procedemos a inspeccionar la primera zona. Cambio y corto.

Se hizo el silencio, y Dimitar, armado con un fusil de asalto, se encaminó, seguido de sus tres acompañantes, hacia la penumbra.

-Cambien a visión nocturna, parece que no hay energía en la nave. Síganme, y no se despeguen.

Los tres obedecieron, activando la opción de visión nocturna, y quitaron el seguro de sus armas.

Dimitar avanzó, despacio pero seguro, por el compartimento estanco, la zona de intercambio entre la nave y el espacio. Ya habían dejado atrás la pequeña nave de investigación, que no era más que un pequeño módulo para cuatro personas, y se dirigían a lo que debía ser la zona de carga.

-Compartimento estanco despejado, cambio. -susurró Dimitar por el micrófono. - Avanzamos hacia la zona de carga.
-Recibido, cambio.-dijo la voz metálica de Dickers por el auricular.

Se paró delante de la compuerta doble que daba a la zona de carga. No había electricidad y no se abriría automáticamente, pero había pensado en ello.

-Collins, proceda.- dijo Dimitar apártandose hacia un lado.

Collins avanzó con un pequeño explosivo en las manos, y lo pegó a la puerta. Se echó hacia atrás y activó la cuenta. La puerta se salió de los goznes, cayendo al suelo con un enorme estruendo.

Dimitar fue el primero en pasar a la zona de carga, viendo el desolador panorama que se abría ante sus ojos: los cadáveres de los antiguos tripulantes de la Hiperión, esparcidos por el suelo. El hedor era insoportable, pues los cuerpos estaban en un gran estado de descomposición, pero aún así, se armaron de valor y avanzaron a examinarlos más de cerca.

-Aquí Zhukov, los antiguos tripulantes están muertos. Procedemos a examinar los cuerpos. Cambio. - dijo, esta vez sin preocuparse por bajar la voz por el micrófono.- Manden al doctor Harsányi y al recluta Djó.
-Recibido, les comunicaré su decisión de inmediato. Cambio y corto.- se oyó por el auricular.

Dimitar les indicó a sus acompañantes que le siguieran. Se agachó ante el cadáver más cercano, y se fijó en lo poco que quedaba de lo que en su día fue un mecánico. Su traje púrpura le delataba.

No observaba signos de violencia, ni heridas de arma blanca. Pero eso sería el doctor quien debía confirmarlo.

-Strauss, ¿alguna opinión al respecto?-dijo Dimitar dándose la vuelta.

Strauss estaba agachado, mirando los medidores de energía de la nave.

-Que la nave todavía tiene energía de sobra.- dijo Strauss señalando con el dedo los medidores, mientras se levantaba.
-Habrá que buscarlos, y ver si hubo algún fallo.-dijo Roberts, abriendo la boca por primera vez en todo el camino.
-Esperemos al doctor y a Djó. Entonces buscaremos.-dijo Dimitar.

Pasaron 15 minutos, cuando les llegó la confirmación de que Djó y Harsányi habían llegado. Dimitar mandó a Collins a buscarlos, mientras seguían mirando alrededor, buscando alguna explicación.

-Capitán Zhukov...-dijo Harsányi, un hombre mayor y algo encorvado, de mirada profunda.
-Descanse doctor, y proceda a examinar los cuerpos.

El doctor se agachó, sacando un bisturí cinético. Lo apoyó sobre el pecho de un cadáver, y procedió a abrirlo. Cuando hubo terminado, salió un líquido marrón de dentro del cadáver, junto a un olor horrible.

-¿Qué demonios es eso?-dijo Dimitar, tapándose la boca.
-No se que clase de compuesto es, pero a esta gente la envenenaron...-dijo el doctor, dándose la vuelta y mirando a Dimitar.

jueves, 26 de enero de 2012

Lluvia de metal. Parte 7.

El puente se quedó en silencio, mientras miraban fijamente la pantalla verde del radar. Dimitar notaba como le fallaba la voz al decir:
-Pero...estaba desaparecida. - Se secó el sudor con el dorso de la mano, y reunió fuerzas para hablar. - Mándele señales de radio, veamos si responden.

Dimitar se temía lo peor, el nerviosismo era aparente en él. Le empezó a temblar una pierna, y tuvo que apoyarse y sujetarse la pierna con disimulo.

-Capitán, parece que va a la deriva, se mueve demasiado lento como para ir propulsada por los reactores.
-Mande las señales de todas formas, hay que asegurarse.

El radarista empezó a hacer las señales, toqueteando los instrumentos de la mesa de comunicaciones. Pasados unos segundos, se oyó un leve pitido.
-Esperemos la contestación-dijo Dimitar. Se sentó en la silla del capitán, y empezó a tamborilear sobre el reposabrazos de cuero.

El ambiente era tenso, y casi todos los presentes en el puente habían dejado sus quehaceres, pendientes de la posible contestación de la Hiperión. Solo los pilotos seguían pendientes del rumbo, no podían permitirse el lujo de despistarse.

Pasaron un par de minutos, y no llegó contestación alguna. Dimitar se levantó, dispuesto a dar órdenes:
-Hay que inspeccionar la nave, veamos que pasó allí. Si quedan supervivientes al menos. Id preparando el módulo de rescate, salimos en 15 minutos.

Todo eran prisas para los tripulantes, aún no había dicho Zhukov quien partiría en la pequeña expedición, y todos temían que les tocara a ellos. Las miradas eran de nerviosismo, excepto en Dimitar, que miraba paciéntemente,  apuntando algo en una hoja. Dickers se reunió con él, y se situó a su derecha.

-Tripulación, no puedo obligar a nadie a venir a la Hiperión, así que pediré voluntarios.- Dimitar exclamó- Claro, que si nadie se ofrece voluntario, en esta hoja tengo apuntados quien vendría.

Levantó la hoja, pero sin enseñar lo que estaba apuntado. Un murmullo recorrió a la muchedumbre, y el primero en dar un paso adelante, fue el artillero Collins. Era un tipo corpulento y bastante bromista, aunque ahora su rostro mostraba una seridad estremecedora.

-Yo voy.

-Yo también - dijo el radarista que encontró la Hiperión, Roberts.

-Necesito 1 más. Dickers no puede ser, ha de quedarse al mando. -dijo Dimitar dando un paso adelante.

-Me apunto.- uno de los ingenieros a bordo, Strauss, se adelantó.

Dimitar reunió a los tres voluntarios, y los llevó aparte:

-Sabía que no me defraudarían. Prepárense, salimos en 5 minutos.

Dimitar se dió la vuelta, y soltó la hoja que llevaba en la mano.

Strauss la recogió, y leyó lo que había puesto:
-"No está bien coger los papeles de los demás." Ja, no hay ningún nombre apuntado - susurró Strauss- Nunca dejará de sorprenderme...

miércoles, 18 de enero de 2012

Lluvia de metal. Parte 6.

Habían pasado 2 días desde que se marcharon de la Tierra. La situación era tranquila, Dimitar mantenía en permanente vigilancia a Virtanen, y seguían rumbo a la singularidad.

Dimitar estaba en su camarote, cuando tocaron a la puerta:

-Adelante.-dijo Dimitar.
-Capitán, Virtanen ha desaparecido.-dijo un soldado raso.
-¿Desaparecido? Nadie puede desaparecer en una nave. Es imposible. Avisa al Contramaestre Dickers. Buscad bien.
-Si, señor.

El soldado se dio media vuelta, y se marchó, rumbo al puente de mando.

-Desaparecido...lo que faltaba.-susurró Dimitar.- Como si no tuviésemos bastantes contratiempos.

Se dirigió al puente de mando, a dar instrucciones a la tripulación. Marchaba con paso firme, pero se detuvo en la zona donde tenían montado el enorme telescopio de Virtanen. Nada estaba fuera de su sitio, excepto Virtanen. Resopló, y siguió hacia el puente de mando.

El ambiente era caótico, Dickers dando órdenes como poseído, sin saber muy bien a quien debía mandar donde, ni que hacer.

-Dickers, descanse, yo tomo el mando.-dijo Dimitar poniéndose en la silla del capitán.-Que los artilleros vayan en búsqueda de Virtanen, aún no es necesario su trabajo.

Dickers lo comunicó por megafonía, y acto seguido, se colocó junto al capitán.

-Nadie desaparece de una nave, es imposible.-repitió Dimitar, esta vez en voz alta. Dickers asintió.- Cuando lo encontréis, que se presente en mi camarote.

Dimitar hizo el gesto de levantarse, pero la voz de uno de los radaristas le detuvo:

-Señor, venga a mirar esto.

Dimitar se acercó a la posición del radarista Roberts, y miró un objeto que le señalaba en el radar.

-¿Y bien?-dijo Dimitar.

-Es la Hiperión, y se dirige hacia nosotros...

domingo, 15 de enero de 2012

Lluvia de metal. Parte 5.

Dimitar Zhukov esperaba en su camarote a que llegara el subalterno de McThown, mirando los radares y los medidores de potencia de la nave. Todo parecía en orden.

-Capitán Zhukov, se presenta el doctor Heiki Virtanen. ¿Me llamó?
-Siéntese Heiki. ¿Como va su investigación? Es más, ¿cual es su investigación, para ser concretos?
-La investigación está en espera hasta que lleguemos a una singularidad que hallamos hace unos días con el telescopio de la torre de observación. Era algo que no habíamos visto nunca, y queríamos observarla más de cerca. Por lo que pudo observar el doctor McThown, podría tratarse de alguna anomalía causada por algún arma de los rebeldes.
-De acuerdo. ¿Y que piensa usted al respecto, doctor Virtanen?
-Es pronto para pronunciarme, capitán.

Dimitar frunció el entrecejo, y se levantó.
-Puede marcharse Heiki, manténgame informado en todo momento de sus avances.
-Si, señor.

Virtanen se marchó, no sin antes mirar de reojo los medidores de potencia de la nave. Alzó una ceja y se fue con paso rápido.

Dimitar fue al puente de mando, tenía que hablar con su segundo a bordo.
-Dickers, tengo que hablar con usted en privado. Quédese al mando mientras, Kaminsky-se dirigió al piloto jefe.
-A sus órdenes, capitán.

Dimitar llevó a Dickers a un lugar apartado, y le comunicó la conversación que había tenido con Virtanen.
-Matthew, ¿te comunicaron algo de una singularidad cerca de De Kelber?-le dijo Dimitar al contramaestre.
-¿Singularidad? No, señor. No me informaron de nada.-respondió extrañado Dickers.
-Bien, todo empieza a encajar. Antes de ir a la avanzada, pasaremos por De Kelber, a observar esa singularidad. Solo para asegurarme.
-De acuerdo, señor. Se lo comunicaré a nuestros pilotos. Espero que nos llegue el combustible.
-Tenemos de sobra. Puede retirarse.

Dickers se llevó la mano a la frente, con el característico saludo militar, y se marchó al puente de mando.

Dimitar se quedó solo, en el pasillo, pensando en la singularidad. "Como si hubieran pocas singularidades en el espacio, tenemos que ir a ver otra más..."-pensó, resignándose.

Fue al puente de mando, esperando a que le comunicaran a los pilotos el cambio de rumbo.

-Rumbo 1-15. Ahorrad combustible, no tenemos prisa.-dijo Dickers en voz alta.

Dimitar se puso a su lado, observando como corregían los timones. Lejos quedaban las naves impulsadas por queroseno, y ahora los viajes eran muchos mas cortos, pero las naves debían ser mucho más consistentes y fuertes. Un accidente podía ser como una explosión nuclear, y eso no podía suceder bajo ningún concepto.

Dimitar empezó a buscar en los radares signos de aquella singularidad, y hasta pasadas un par de horas, no la halló...y no fue lo único.


sábado, 14 de enero de 2012

Lluvia de metal. Parte 4.

-Buenos días teniente Zhukov. Descanse- dijo Van Aark, haciendo el saludo militar.-¿Preparado para salir al espacio?
-Siempre preparado, almirante. ¿Dónde está el capitán?
-Sí, de eso quería hablarle...venga, nos alejaremos un poco del bullicio.
El ambiente en el aeropuerto era el esperado de una despedida: las parejas de los tripulantes llorando, niños correteando y acercándose a la enorme nave para tocarla, soldados cargando con sus equipajes...

Van Aark llevó a Zhukov a una esquina del hangar, donde estaban algunas piezas defectuosas. Van Aark se giró con aspecto sombrío:
-Han asesinado al capitán Westermann, designado para esta misión. Le han inyectado una dosis mortal de uranio empobrecido.
-¿Asesinado...?-Zhukov se estremeció, y busco algún punto para apoyarse.- ¿Cómo que asesinado?
-Como oyes. Había signos de violencia en su casa. Esto te deja en una situación delicada, Dimitar. Tendrás que capitanear la expedición.

Zhukov encontró por fin un sitio donde sentarse, y hundió el rostro en sus manos. No podía creer nada. Westermann fue uno de sus mentores en la escuela.
-No se si seré capaz, almirante. Es mi primera misión.
-No me gustaría tomar esto como desacato, Zhukov. Tu deber, como oficial, es aceptar el mando.
-Si, señor.

Zhukov se llevó la mano a la frente, y se dio media vuelta para marcharse.
-Zhukov, ten cuidado.

Zhukov asintió sin darse la vuelta, y anduvo hacia la nave. Suponía que la tripulación ya sabría la noticia, así que subió al puente de mando, y se acomodó en la silla de capitán.
¿Qué estaba pasando? pensó Dimitar. Era todo demasiada casualidad, la intervención de McThown, la advertencia de Yuri, la muerte de Westermann. Algo no iba bien, estaba claro.

Dimitar esperó alrededor de media hora, hasta que los tripulantes montaron en la nave. Era momento de marchar.

-Aquí el Tenien..Capitán Zhukov -corrigió Dimitar.- Bienvenidos a bordo. Vamos a partir en 5 minutos. Vayan a sus respectivas posiciones.-señaló por megafonía.
-Capitán Zhukov, se presenta el segundo a bordo, Contramaestre Dickers. Cuando usted ordene nos marchamos.
-Encended los reactores, tenemos una misión que cumplir.-dijo Zhukov a los pilotos.

El hangar estaba ya vacío, cuando las sirenas empezaron a sonar. La compuerta de cristal del techo se abrió, dejando a la interperie el enorme aeropuerto. La nave encendió los motores con un enorme rugido. Se elevó verticalmente, llenando de humo toda la sala.

Finalmente despegó, dejando un rastro verdoso tras de sí. Partían a la avanzada espacial en el cuadrante 12. Allí se les unirían dos cruceros más, para escoltar al acorazado Mnemósine, nave capitaneada por Dimitar, para acudir a la batalla en el planeta De Kelber. Tenían como objetivo minar las fuerzas en la retaguardia. Atacar por sorpresa.

Claro, que eso ya se vería...

viernes, 13 de enero de 2012

Lluvia de metal. Parte 3.

...veo que no te contaron la tragedia del Hiperión, Dimitar. -dijo Yuri sentándose en el comedor del aeropuerto.
-¿La nave desaparecida en combate?
-Eso dicen los informes, sí. Pero la comunidad de científicos no está tan segura de que desapareciera sin más. Es más, no se tiene constancia de ningún tipo de combate ese día.
Dimitar arrugó la frente, y se quitó la chaqueta de Teniente.
-¿Qué tiene que ver esto con McThown, Yuri?
-McThown era el astrónomo a bordo de la nave, pero no fue por una supuesta indisposición, y mandó a un subalterno suyo, un tal...Stevenson. Nada se ha sabido de esa nave, ni de Stevenson, claro.
-¿Porqué no se investigó esto?-preguntó inquieto Dimitar.
-Porque se atribuyó como otra pérdida en el campo de batalla, pero quedan cabos sin atar. Ten cuidado Dimitar, McThown puede tramar algo.
-Gracias Yuri.

Dimitar se levantó, se despidió de Yuri con un apretón de mano, y puso rumbo al observatorio más cercano, el de Poniente en este caso. Mientras caminaba, sentía una opresión en el pecho, era demasiada información, y nada halagüeña. McThown, Stevenson, el nuevo astrónomo a su cargo... no se podía fiar de nadie, parecía ser.

El mirador era una sala esférica, al borde del subsuelo, donde se podía observar, a través de numerosos filtros anti-radiación, el cielo, o lo que se llamaba cielo en su día. Ahora era una mancha verdosa, donde no era difícil ver caer trozos de algún satélite o nave obsoleta, que algún día quedó a la deriva. En efecto, como pensó mientras iba al hangar, estaba lloviendo ácido, aunque de poco importaba, pues las estructuras que en su momento fueron enormes edificios, de megalópolis inmensas, ahora eran poco más que oxidados hierros a la merced de los agentes químicos.

Le preocupaba especialmente la actitud de McThown durante su breve encuentro, sin parar de mirar a Van Aark. Claro estaba que ocultaba algo, pero eso era algo muy común en los tiempos que corrían. Nadie se fiaba de nadie, solo de sus seres queridos...el que los tenía, claro. La guerra había costado la vida a mas de 4.000 millones de personas, y de los supervivientes, la mayoría había huído del planeta, a un lugar mejor. A veces se preguntaba si esa no era la mejor solución, huir de este planeta frío e inhóspito.

Pero eso sería la opción menos difícil y honorable, dejarlo todo. Su deber, como militar y habitante de la Tierra, era defenderla.

Zhukov se quedó hasta que empezó a anochecer, y antes de marchar, vió como otro satélite caía a lo lejos, envuelto en llamas...

jueves, 12 de enero de 2012

Lluvia de metal. Parte 2.

...y la compañía de un científico al cual no conocía.
-Teniente Zhukov, descanse.-dijo Van Aark, llevándose la mano a la frente, en posición de saludo-. Le presento a Ian McThown, astrónomo jefe del sector sur. Creo que tenía algo que comentarle acerca de su misión.
-Encantado Sr. Zhukov -McThown extendió la mano, arrugada y descolorida por el paso de los años, y probablemente por alguna sustancia química.
McThown era un tipo bajo, con el pelo cano y corto, un poco encorvado. Tenía la mirada fría y distante, y daba la mano con desgana.
-Igualmente Doctor McThown. Dígame.
-Seré breve. Mandaré a uno de mis mejores subordinados con usted, se encargará de informarme de una singularidad en el cuadrante 15, cerca del planeta De Kelber. No molestará, pero tendrán que llevar consigo toda la instrumentación necesaria para su trabajo.
Zhukov se fijó en que McThown miraba de reojo al almirante, y rápidamente volvía a mirarle. Van Aark parecía no fijarse, pues estaba enfrascado en el repaso de los mapas.
-¿Es todo, almirante?
-No. -Van Aark se irguió- Puede irse Doctor, gracias.
Cuando el doctor se marchó, Van Aark se quitó la gorra con la estrella negra que caracteriza al ejército, dejando al descubierto su cabeza medio calva.
-...estos científicos, siempre metiendo las narices donde no les llaman, pero son órdenes de arriba, Zhukov. Partiréis mañana, a las 9:00 hora norte. Allí te presentaré a la tripulación. Es todo, teniente.
-Almirante...no me han informado de quien será el Capitán de la expedición.
-No te preocupes, Zhukov. Mañana lo sabrás.
-De acuerdo, señor.-Zhukov se cuadró, se llevó la mano a la frente, y se marchó del hangar.

Zhukov puso rumbo al aeropuerto, pues había quedado con uno de los ingenieros. ¿Porqué no le habrían dicho quien era el capitán? "Vaya desastre de preparación" pensó.

Eran las 4:05, cuando llegó a la compuerta principal del aeropuerto. Flanqueada como siempre por dos soldados de uniforme, que se cuadraron al verle los galones, se abrió a su paso, dejando al descubierto el enorme recinto. Redondo, y cubierto por una translucida cúpula de cristal, tras la cual se veía el cielo, verdoso por la radiación, solo la ocupaba una nave en un lado de la sala, reparada por una infinidad de operarios con uniformes morados. Uno de ellos, vestido con el uniforme negro característico de los ingenieros, se giró para ver quien había entrado, y cuando vió a Zhukov, dejó la ionizadora en el estante y fue a recibirle.

-Dichosos los ojos, Dimitar. Que mal te queda el uniforme, chico.
-Será señor, ¿no?-dijo sonriendo Dimitar-. ¿Como lo llevais, Yuri?
-Está todo a punto. Vamos hacia fuera, que habrá menos ruido.

Se encaminaron hacia la puerta. Zhukov se dio la vuelta a tiempo para ver como subía con una grúa un enorme telescopio. El ingeniero que lo acompañaba era Yuri Mazlaiev, compañero de ingeniería. Yuri prefirió  la rama civil, aunque se habían hecho buenos amigos.

-Veo que llevareis otro tripulante, Dimitar.-dijo Yuri- ¿Quien es el fanático de las estrellas?
-Algún subordinado de McThown. No me han dicho quien.

El rostro de Yuri se ensombreció.
-¿McThown? Nada bueno puede venir de ese hombre...

miércoles, 11 de enero de 2012

Lluvia de metal. Parte 1.

La mesa se movía, como si de un terremoto se tratase, cuando alguna nave encendía sus reactores. Toda la habitación temblaba, queriendo escapar de los cimientos, mientras Dimitar resoplaba, consciente del día que era:
-...las 3 y media, aún quedan 15 minutos para mi reunión con Van Aark.
La madre de Dimitar, Anastasia, dejó de examinar el medidor de radiación del aire y se volvió hacia Dimitar.
-¿Nervioso?
-No, no es la primera vez que voy a verle, siempre ha sido comprensivo.
Dimitar se levantó, se puso la cazadora de Teniente, y se despidió con un beso de su madre.
-Pasaré antes por el aeródromo Delta, a ver como están los preparativos.
-Ten cuidado hijo.

El aeródromo Delta era uno de los cuatro principales en el sector norte. Era el aeródromo militar, donde las enormes naves de titanio aguardaban para otra de las interminables batallas en el espacio. Parecía que la guerra contra Divkla V no acabaría nunca, y ya habían pasado 33 años...

El Teniente Dimitar Zhukov, de la escuela de ingeniería aeromilitar, era el último oficial salido de la academia para unirse a las filas del ejército, en el cual estaban depositadas grandes esperanzas. De familia humilde, padre trabajador de las minas de uranio, y madre ex-enfermera de campo, había terminado la carrera militar 2 años antes de lo previsto, consiguiendo el cargo a los 21 años.

Andaba por el túnel D-4, mirando los contadores de radiación, que apuntaban a más de 1500 sv.
-Hoy habrá lluvia ácida...-pensó.

Cuanto más ascendía por los túneles hacia el aeródromo, más infernal era el ruido de los reactores. Los grandes cargos de la sociedad terrestre, vivían en lo más profundo de la Tierra, carente de calor desde hacía años. Allí estaban protegidos de la inmensa radiación que azotaba al planeta, después de las guerras nucleares que desolaron la faz terrestre. Costó mas del 70% de la población, y la mitad de los supervivientes huyeron a un nuevo planeta, Divkla V, a unos 14 años luz de la Tierra. Ahora estaban en guerra por la adquisición de un supuesto planeta habitable, el planeta De Kelber, en honor al astrónomo descubridor.

Ahora toda la población de la Tierra vivía en enormes búnker, lejos de la radiación y de los abrasadores rayos solares, sin filtrar por la atmósfera, inexistente por aquel entonces. El agua era escasa, y la comida artificial. El uranio era usado para todo, tanto para generar energía a través de los inmensos reactores nucleares, como para calentar una simple lata de carne envasada.

Llegó al último piso antes del aeródromo, donde el almirante Van Aark le esperaba con los mapas estelares encima de una mesa...