miércoles, 20 de junio de 2012

Deus Ex Machina. Parte 15.

Desechó la lámpara, pues se le había acabado el combustible, y avanzó a ciegas, tanteando el terreno mientras descendía a través de la trampilla. El gotear del agua acompasaba sus pasos, resonando en la lejanía. Solo sus pasos, el repiquetear de las gotas y el sonido de algo arrastrándose.

Tryf se empezaba a poner nerviosa, apretando con fuerza el puñal con su mano derecha, y tanteando la pared izquierda con la mano que le quedaba libre, lisa y pulida, sin que las inclemencias del tiempo hubieran afectado al metal.

Lo que estuviera arrastrándose había parado, y el sonido del agua se hacía más cercano e insistente. Dejó de caminar tan rápido y empezó a arrastrar los pies, para evitar hacer ruido. Siguió avanzando, lentamente, cuando oyó a alguien que susurraba algo. Le resultaba ininteligible, pero parecía algún tipo de rezo o rito, pues hablaba con una cadencia constante y melodiosa. Su mano izquierda dejó de encontrar pared donde apoyarse, y entre las sombras notó que estaba en una sala más grande. La humedad era tal, que no podía respirar con normalidad, y el pelo se le pegó totalmente a la cara. En el centro de la sala se recortaba la silueta de lo que parecía una persona, inclinada ante un altar. Se deslizó hacia su derecha, quedando en todo momento detrás de la sombra, observando. Se acercó, sigilosamente, hasta que estuvo a una distancia no mayor de tres metros, detrás de lo que parecía un escritorio. Allí esperó, observando.

-...dame fuerzas. Me persiguen. Solo tú puedes ayudarme.

El tipo parecía estar rezando, lo cual no dejó de extrañar a Tryf, pues la religión llevaba siglos obsoleta, y en algunos lugares estaba hasta prohibido ejercerla. Se decidió a dejar al loco rezando, y se volvió por donde había venido. Cuando estaba cerca del pasillo, con la mano en la pared, oyó que la llamaban a sus espaldas.

-No te vayas, necesito tu ayuda para combatirlos.

Primero hizo caso omiso, y siguió caminando, sin hacer ruido, pero volvieron a reclamar su atención.

-Cuando hayan acabado conmigo, irán a por ti, chica pelirroja. Su hambre es insaciable, y conmigo no basta.

Esta vez se paró, y se volvió para contestarle. Dio un par de pasos, cambió el puñal de mano, se la secó con el pantalón, y volvió a apretarlo con fuerza con su mano derecha. El baño de veneno de la hoja empezaba a desaparecer, a causa de la humedad, pero no se percató.

-De quien estás hablando. -contestó Tryf.

-De ellos, ¿no los ves? Están por todas partes, rodeándonos.

Tryf, que no había visto a nadie más en la estación, ni aquí abajo, a pesar de la oscuridad, negó.

-No, no los veo. ¿Te refieres a las plantas? Aquí abajo no han llegado las plantas.

El tipo se puso nervioso y le empezó a temblar la voz, a causa de un terror que no alcanzaba a entender Tryf.

-No, no son las plantas. Son ellos. Los que murieron después del accidente. Del supuesto accidente que propició Fhreklay. ¡Solo sobreviví yo, y ahora vienen a por mí, para llevarme con ellos! ¡Tienes que ayudarme!

El tipo empezó a arrastrarse hacia ella, y Tryf, presa del pánico, volvió a intentar contactar con Alexia.

-Alexia, Alexia, ¿estás ahí? -susurró al micrófono.

Seguía acercándose, poco a poco, jadeando por el esfuerzo.

-¡Alexia! ¿Sigues ahí? ¡Necesito ayuda!

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