-Encantada, soy Alexia, una de las nuevas artificieras. -contestó, perpleja ante su sonriente abuela.
La doctora Selene mostró un poco de desconcierto ante lo que le acababa decir, y se rascó la sien, extrañada.
-¿Artificiera? No sabía que hubieran artificieros en la estación. Solo me habían informado que estaríamos científicos.
Alexia asintió, y contestó lo más rápido que pudo:
-Estamos investigando un explosivo para la extracción de minerales a mucha profundidad, sin poner en peligro la estructura circundante. -dijo sin saber muy bien de lo que hablaba, y rezando para que se lo creyese.
Selene volvió a sonreír y se despidió, aludiendo que tenía cosas que hacer. Se marchó, haciendo un leve revuelo con la bata al doblar una esquina. Alexia resopló y siguió su camino, explorando el pasado, para no alterar el futuro.
No paraba de cruzarse con gente sonriente, dicharachera, muy distinto al presente, donde rara vez te encontrabas con alguien, y mucho menos sonriendo. Intentó llamar a Tryf, pero no le respondió. Esperaba que estuviera bien. Caminó recorriendo el pasillo circular que envolvía la estación, bañada por el Sol que se filtraba a través de los cristales, totalmente relucientes de la Avanzada. Pensó que tampoco haría mucho tiempo que fue inaugurada la estación, y de ahí la extrema limpieza y aspecto nuevo de todo.
Acabó llegando al invernadero que proveía de oxígeno la estación, y se sorprendió al ver que las en un futuro no muy lejano serían enormes plantas, ahora no eran más que esquejes no mayores que un dedal.
Entró, y notó la humedad que inundaba el ambiente, cuando una mano le tocó el hombro:
-Perdona, pero solo el personal autorizado puede estar aquí. -dijeron a su espalda.
Alexia se giró y vio a un tipo bajo, con gafas redondas, sin montura. Calvo y con la bata blanca que definí a a los científicos, la miraba con ojos odiosos.
-Perdón, solo paseaba. -contestó Alexia. -Ya me marcho.
Cuando estaba a la altura de la puerta, el científico le reprochó desde dentro del invernadero:
-Los nuevos dais asco, solo sabéis destrozar el trabajo de los que nos esforzamos para sacar adelante esta estación. Si tuvieras vergüenza volverías y te disculparías de verdad.
Alexia se volvió, con una mueca que imitaba a una media sonrisa, y se encaminó hacia el investigador:
-Por supuesto, ¡donde están mis modales! -exclamó Alexia. -¡Aquí están!
Y apuñaló entre las costillas del lado izquierdo del doctor, retorciendo el puñal dentro del cuerpo, machacando el pulmón y el corazón.
-Fue un placer conocerle, caballero. -susurró, mientras el cadáver caía a sus pies, con los ojos desorbitados, luchando por respirar un aire que nunca llegaría.
Alexia limpió la sangre del puñal, y buscó un lugar donde esconder el cuerpo. Y se fijó en el ventilador que humedecía el aire del lugar.
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