lunes, 12 de marzo de 2012

Realidad paralela. Parte 8.

Se acercaban a la puerta, cuando un ruido les hizo volverse. Un aerodeslizador, como los de la Tierra, se acercaba a la zona de aterrizaje del Pico de Leben. Se detuvo a poca altura y saltó con agilidad una mujer.

-¡Hop!-dijo al caer. Era la ministra de guerra, Suirahaza.-Deporte por la mañana, debería estar penado por la ley.

Se colocaba el pantalón mientras maldecía en voz baja. Llevaba un atuendo bastante peculiar, de cuero negro, llena de correas doradas y muy ajustada al cuerpo. Y los anteojos que tanto le llamaron la atención. Parecían varias gafas superpuestas.

Se les acercó con paso rápido, y se paró junto a ellos, ajustándose el flequillo que le caía sobre la frente con un rápido movimiento de cuello.

-Menos cháchara, que tenemos problemas. Tú-dijo señalando con el dedo a Dimitar- tienes serios problemas. Vienen a por ti, y no precisamente con buenas intenciones.

-¿De qué hablas, Suirahaza?-preguntó V.

-El centro de inteligencia ha captado una conversación entre Van Aark y el purgador Dragovich. Han descubierto que no murió en la nave.

"Dragovich." pensó Dimitar. "¿De qué me suena ese nombre?"

-¿Y cual es la idea?-preguntó Zaunt.

-Por ahora ver si va a colaborar.-sentenció la ministra de guerra, mirando fijamente a Dimitar.

"Dragovich...un momento. ¿Dragovich no era el juez del tribunal supremo?" recordó Dimitar. Todo empezaba a encajar, y eso no le hacía sentir mejor.

-Dragovich es el juez del tribunal supremo, ¿no?-preguntó para asegurarse.

-Era juez. Ahora es...un verdugo.-contestó sombriamente V.-Se encarga de buscar renegados o "rebeldes potenciales".

Le recorrió un escalofrío por la columna.

-Colaboraré.-respondió Dimitar.- Es absurdo seguir negando la evidencia.

-Excelente. Vamos dentro, allí podremos ver que haremos.-dijo Suirahaza. Se retiró los anteojos y se ajustó las correas.

Zaunt fue el primero en caminar hacia la puerta. Su traje impoluto le hacía parecer más estirado de lo que Dimitar creía que era.

Suirahaza le siguió, poniéndose a su altura y entablando conversación con él.

Cuando Dimitar quiso seguirlos, un brazo le detuvo. La ministra de la vida le agarraba del hombro y le dijo:

-Me alegra que hayas decidido colaborar. No debe ser fácil tu situación.-le dijo mirándole a los ojos.

Dimitar le sonrió, y se dio la vuelta para marcharse. V le siguió a la par.

Una insondable oscuridad les esperaba dentro del edificio, a pesar de que era de cristal.




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