Despertó en la misma habitación de la primera vez, con el sol azulado bañando con su luz la habitación y con un terrible dolor de cabeza.
"Al menos fue un sueño..." pensó Dimitar apoyando la espalda en la pared. Se tocó la sien derecha, y notaba como le palpitaba.-"Necesito algo para el dolor de cabeza".
Se levantó y se acercó a la ventana a mirar. Vio que la plaza del Distrito 0 quedaba delante suya, aunque no estaba seguro de que realmente se llamara Distrito 0. Todo habría sido un sueño.
-Señor Zhukov, que magnífica noticia que ya esté despierto-dijeron a su espalda.
Se volvió y vio a Zaunt acompañado de Virtanen, para variar...
-¿Se encuentra bien? Debió doler bastante ese golpe en la cabeza. ¿Necesita algún medicamento?-preguntó Zaunt.
-¿Qué golpe en la cabeza?-se extrañó Dimitar.
-¿No lo recuerda? Estaba delante del Consejo cuando se desmayó y se golpeó contra el suelo. Un golpe bastante fuerte, pensaba que habría sufrido una conmoción cerebral.
"No fue un sueño"-sentenció Dimitar.-"Todo fue real".
-No hará falta volver al Consejo, ya le han visto y han tomado sus propias conclusiones. Las preguntas que tenga se las responderemos nosotros.-continuó Virtanen.
-¿Qué hago aquí? O tampoco me van a responder.
-Tranquilo señor Zhukov. Está aquí para evitar su propia muerte a bordo de la Mnemósine, como ya ocurrió con sus compañeros.
-¿Perdieron el combate en la avanzada? Íbamos sobradamente preparados...
-¿Combate? Nunca llegó tal combate. Sus compañeros tuvieron el mismo destino que los tripulantes de la Hiperión. Fueron envenenados por sus líderes de la Tierra.
-¿De qué demonios está hablando? No diga sandeces.
-Se lo demostraré. Venga, iremos al edificio de Hiperespacio. Allí le mostrarán lo que ocurrió en las dos naves.
Esta vez no le pusieron esposas, aunque tampoco se sentía con ganas de huir o hacer algo extraño. Tanta información le confundía. Estaba claro que intentaban ponerle en contra de su propio planeta, y no lo iban a conseguir.
Caminaron a ritmo rápido hacia el edificio, donde les esperaba en la puerta Maldaghar, el ministro encargado de esa tarea.
-¡Hola! ¿Cómo está? Estuvimos muy preocupados por su salud, pero las pruebas que le hicimos nos tranquilizaron. ¡Adelante, por favor!-decía Maldaghar, derrochando energía. Su juventud y alegría eran contagiosas.
Entraron al edificio, decorado con cuerpos celestes y planetas, que se movían por el techo sin ninguna sujeción aparente.
-¡Magnetismo, señor Zhukov! ¡La maravilla de la ciencia!-exclamaba entusiasmado el joven ministro.
Se dirigieron a una sala circular, donde había un holograma de las dos naves.
"A ver con que me sorprenden esta vez"-pensó Dimitar.
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