domingo, 11 de marzo de 2012

Realidad paralela. Parte 7.

Dimitar devolvió el folio a la mesa, y negó con la cabeza.

-Puede haber sido modificado por ustedes, sigo firme en mi respuesta anterior.

El ministro asintió, y recogió sus papeles.

-Entonces mi misión aquí ha concluido. Buena suerte Dimitar. Nos veremos, espero.

Se volvió, y antes de salir le susurró algo a Zaunt, el cual asintió levemente. Le indicó a Dimitar que le siguiese, y se encaminaron a la salida del edificio.

Le volvió a cegar un poco la luz del sol azulado. Parecía que estaba en su momento álgido del día. Zaunt sacó un teléfono móvil, aunque era un modelo que nunca había visto. Se lo acercó a la oreja y este se acopló, mediante unos pequeños brazos mecánicos. Se volvió transparente y empezó a brillar de color rojo y verde, alternamente.

Zaunt no hablaba, pero asentía de vez en cuando, y daba pequeños paseos. Dimitar suspiró y se volvió a fijar en la estatua del edificio de justicia. Había algo en esa estatua que le fascinaba. Con la intensa luz azulada, la estatua parecía una enorme aguamarina con forma de mujer.

Zaunt le sacó de su ensoñación, hablándole desde lo que el sintió como kilómetros.

-Señor Zhukov, esperaremos aquí a nuestro siguiente guía. ¿Necesita algo?

Dimitar iba a negar con la cabeza, pero le preguntó por el aparato que había usado para llamar:

-¿Qué era ese artilugio que acaba de usar?

-Un teléfono móvil, como los de la Tierra, pero mejorado. No se habla, los brazos leen los impulsos eléctricos del cerebro y los traducen. Solo tienes que pensar la conversación. Es una forma de que no puedan hablar con doble intención. O al menos es muy difícil. La luz verde es que estás mandando información, la roja que la estás recibiendo.

-Interesante, me gustaría tener uno...-susurró Dimitar para sí mismo. -¿Dónde está Virtanen?

-Tiene trabajo en el centro de inteligencia. Hoy no podrá venir.

Dimitar asintió, y se quedó en silencio, esperando a la persona que tenía que reunirse con ellos.

Pasaron unos minutos, y Zaunt señaló hacia el árbol en medio de la plaza, el de las hojas moradas y azules. Se abrió la corteza, a ras de suelo, surgiendo una plataforma redonda, donde venía una persona con un vestido blanco y verde.

-Ministra V, aquí está el señor Zhukov.-dijo Zaunt, cuando se acercó la mujer que salió de la plataforma. A una distancia más corta, parecía más joven que la primera vez. Y ya no llevaba los anteojos.

-Perfecto, vamos.-dijo secamente la ministra.

Sacó el mismo artilugio que usó antes el mariscal, y se lo acercó al oído. La conversación fue muy breve.

-Vendrá un tóptero a recogernos, nos vamos al pico de Leben.-dijo V, arqueando una ceja. Se acercó a Dimitar.-No nos pudimos presentar en el consejo. Mi nombre es V, el cuál es un diminutivo de mi verdadero nombre. Y nadie sabe ese nombre, excepto yo, claro. Soy la ministra de la vida, o lo que en tu planeta llamáis...sanidad. También me encargo de la flora y la fauna, y como podrás comprobar, lo hago muy bien- dijo señalando el árbol de la plaza.

Dimitar se quedó estupefacto ante la perorata de V. No sabía donde meterse. Aunque le salvó la llegada del   aparato que supuso que sería el "tóptero". Era el mismo aparato que le había llevado al consejo.

Se subieron y volaron rápidamente en dirección contraria al sol, alejándose de los edificios. Las vistas eran impresionantes, pues cuanto más se alejaba del centro de la ciudad, la flora cambiaba gradualmente de color, hacia un azul más claro, llegando al blanco en los bordes.

-Espero que yo pueda convencerte de nuestra teoría, Dimitar-le susurró V.

Dimitar se estremeció y la miró a los ojos. No se había dado cuenta de lo bella que era.

El tóptero se dirigió hacia un edificio en lo alto de la montaña, un edificio de cristal con forma semicircular. Se bajaron en la puerta, y el tóptero se volvió a marchar en dirección a la ciudad. Dimitar volvió la vista a la ciudad, y disfrutó de la maravillosa mezcla de tecnología y naturaleza, que aunaban sus fuerzas en un contraste increíble.


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