-¡Repito, necesitamos ayuda!-gritaba Drone al micrófono.
El cielo estaba envuelto en llamas de la explosión de un acorazado terrestre, y se les venía encima. No tenían apenas margen de maniobra y tendrían que desactivar el escudo o intentar una maniobra de evasión y rezar para que el escudo aguantase la embestida de la enorme nave.
-¡Señor, se nos cae encima ese amasijo de metal! ¡Hay que hacer algo!-exclamaba uno de sus soldados con pavor.
No recibía contestación ninguna por el auricular, así que decidió intentar una maniobra evasiva, haciendo virar a su tropa hacia babor. Casi todas las naves pudieron seguirle en su huida, excepto dos cazadores ligeros que se vieron obstaculizados por uno de los motores del acorazado, y quedaron reducidos a cenizas con el impacto.
Drone miró la lista buscando las bajas, y vio las dos luces apagadas de los soldados Syzka y Vierrot. Negó con la cabeza y siguió dando órdenes a sus soldados.
En el Pico de Leben, el consejo y Dimitar observaban como el acorazado se estrellaba contra el escudo, haciendo temblar toda la ciudad. El acorazado salió escupido hacia un lado del escudo, lo que parecía un lago o un mar de color mercurio. Fhreklay, con unos indicadores en la mano, miraba la capacidad de energía del escudo, que quedó bastante reducido tras el impacto.
-Ha bajado un 37% de energía. Otro impacto como ese, y tendremos que empezar a preocuparnos seriamente.-dijo seriamente.
-Creo que ha sido fortuito, espero que no vuelva a suceder. Daré órdenes de que los mantengan un poco alejados, antes de proceder al señuelo.-contestó Suirahaza.- Veré si las comunicaciones están restablecidas.
Se apoyó el teléfono móvil en el oído, y llamó al teniente coronel:
-Drone, ¿me recibe? Cambio.
La luz del aparato se volvió roja, indicando que le contestaban. La ministra sonrió, y siguió hablando:
-Alejadlos del escudo mientras podáis, necesitamos tiempo. El escudo no podría resistir otro impacto como ese. Seguid así muchachos. Cambio.
Se volvió a activar la luz roja, y el rostro se le ensombreció:
-¿Syzka y Vierrot? ¿Un choque contra el acorazado? Maldición... Suerte con la misión. Cambio y corto.
Colgó, y se volvió hacia el consejo:
-Hemos perdido a dos soldados, habrá que informar a sus familias cuando acabe todo esto. -se volvió hacia Dimitar.- ¿Cuántos soldados podrían estar dentro de un acorazado como ese, chico?
-Unos 100 soldados. -contestó Dimitar. -Quizá más.
-Cien bajas suyas por dos de las nuestras. Pero tenemos pocos combatientes. Hay que tener mucho cuidado. Podrían ser miles.
Maldaghar y Dalvonius hablaban en voz baja, con gesto circunspecto. V se acercó a Dimitar y Suirahaza para tranquilizar los ánimos.
-Mientras el escudo resista, no hay que temer.
-El problema es que si seguimos manteniendo el escudo, no tendremos energía para los IEM, tenemos que pensar como solucionar este problema-dijo Fhreklay.
lunes, 26 de marzo de 2012
sábado, 24 de marzo de 2012
Estados de decadencia. Parte 1.
Hacía mucho tiempo que no se ejercitaba, y le empezaba a faltar el aire. Corrían hacia los tópteros, pues tenían que llegar al hangar y contestar al ataque.
"Demasiado pronto" pensó Drone, dirigiendo a sus tropas hacia el aeródromo.
Por el auricular le llegaban instrucciones de la ministra de guerra, que indicaba a todo el batallón que hacer:
"Recordad, formación envolvente y los empujáis al desierto. Los IEM harán el resto. Buena suerte, estaremos observando. Cambio y corto" oyeron todos los soldados por los auriculares.
-Ya habéis oído. Somos mejores y tenemos que demostrarlo. - alentaba el teniente coronel a su ejército.
Les esperaban en el hangar las naves, listas para ser utilizadas contra el invasor.
Mientras, en el Pico de Leben, el Consejo junto a Dimitar, decidían como aniquilar al atacante, exponiendo cada uno su punto de vista. Dalvonius, sonriente como siempre, escuchaba a Suirahaza, más nerviosa de lo habitual, lo cual hacía que no parara de moverse ni de colocarse el flequillo con rápidos movimientos de cabeza.
-Nos han pillado por sorpresa, pero no he estado tantos años esperando este momento para nada. El escudo está aguantando, pero será cuestión de tiempo que lo atraviesen. Según los radares han traído toda la artillería, así que si les vencemos será un golpe mortal.
Fhreklay, el ministro de riqueza, observaba desde la oscuridad, mientras que Maldaghar estaba muy activo.
-Contamos con la ventaja de que esas naves de la Tierra están preparadas para el Hiperespacio, pero no para la lucha bajo atmósfera. Esa puede ser una clave-dijo el joven ministro.- La lucha en el desierto es la mejor opción, hay que atraerlos.
-Que opine nuestro joven capitán.-dijo V.
Dimitar, que había escuchado atentamente las explicaciones, habló por primera vez.
-Que las naves son más vulnerables bajo gravedad es cierto, pero que les afecte el IEM no lo tengo claro. Como ya dije, las naves se prepararon para resistir grandes pulsos electromagnéticos. Yo mismo colaboré en esa empresa.
-Aquí el IEM funciona de otra forma, Dimitar. Esta atmósfera es distinta a la de la Tierra, multiplica los efectos del pulso.-contestó Suirahaza.- Ningún objeto está preparado para semejante descarga.
-Espero que así sea-concluyó Dalvonius.
Fhreklay surgió de entre las sombras, y habló:
-Recordad que tenemos suficiente energía en reserva como para mantener el escudo mucho más tiempo. Las centrales Bioquímicas han estado trabajando a buen rendimiento este semestre.
-Preferimos reservarla para un caso de emergencia, gracias Fhreklay.-dijo V.
-Avisaré a Drone, a ver como van.-dijo la ministra de guerra.-...¿Teniente? Informe de situación.
-...¡Estamos jodidos!-se oyó por el altavoz-¡¡Necesitamos ayu...!!
Se cortó la transmisión.
"Demasiado pronto" pensó Drone, dirigiendo a sus tropas hacia el aeródromo.
Por el auricular le llegaban instrucciones de la ministra de guerra, que indicaba a todo el batallón que hacer:
"Recordad, formación envolvente y los empujáis al desierto. Los IEM harán el resto. Buena suerte, estaremos observando. Cambio y corto" oyeron todos los soldados por los auriculares.
-Ya habéis oído. Somos mejores y tenemos que demostrarlo. - alentaba el teniente coronel a su ejército.
Les esperaban en el hangar las naves, listas para ser utilizadas contra el invasor.
Mientras, en el Pico de Leben, el Consejo junto a Dimitar, decidían como aniquilar al atacante, exponiendo cada uno su punto de vista. Dalvonius, sonriente como siempre, escuchaba a Suirahaza, más nerviosa de lo habitual, lo cual hacía que no parara de moverse ni de colocarse el flequillo con rápidos movimientos de cabeza.
-Nos han pillado por sorpresa, pero no he estado tantos años esperando este momento para nada. El escudo está aguantando, pero será cuestión de tiempo que lo atraviesen. Según los radares han traído toda la artillería, así que si les vencemos será un golpe mortal.
Fhreklay, el ministro de riqueza, observaba desde la oscuridad, mientras que Maldaghar estaba muy activo.
-Contamos con la ventaja de que esas naves de la Tierra están preparadas para el Hiperespacio, pero no para la lucha bajo atmósfera. Esa puede ser una clave-dijo el joven ministro.- La lucha en el desierto es la mejor opción, hay que atraerlos.
-Que opine nuestro joven capitán.-dijo V.
Dimitar, que había escuchado atentamente las explicaciones, habló por primera vez.
-Que las naves son más vulnerables bajo gravedad es cierto, pero que les afecte el IEM no lo tengo claro. Como ya dije, las naves se prepararon para resistir grandes pulsos electromagnéticos. Yo mismo colaboré en esa empresa.
-Aquí el IEM funciona de otra forma, Dimitar. Esta atmósfera es distinta a la de la Tierra, multiplica los efectos del pulso.-contestó Suirahaza.- Ningún objeto está preparado para semejante descarga.
-Espero que así sea-concluyó Dalvonius.
Fhreklay surgió de entre las sombras, y habló:
-Recordad que tenemos suficiente energía en reserva como para mantener el escudo mucho más tiempo. Las centrales Bioquímicas han estado trabajando a buen rendimiento este semestre.
-Preferimos reservarla para un caso de emergencia, gracias Fhreklay.-dijo V.
-Avisaré a Drone, a ver como van.-dijo la ministra de guerra.-...¿Teniente? Informe de situación.
-...¡Estamos jodidos!-se oyó por el altavoz-¡¡Necesitamos ayu...!!
Se cortó la transmisión.
lunes, 19 de marzo de 2012
Realidad paralela. Parte 10.
Quedaban 24 horas.
24 horas para el ataque de las tropas terrestres, y por fin podía dormir desde hacía días. Un bálsamo para su cuerpo, pero sobre todo para su mente. Le mandaron a dormir tras la reunión en el Pico de Leben, a un edificio en el distrito 3. Parecía ser una zona residencial; niños por las calles jugando, gente caminando tranquilamente, ajenos a lo que iba a suceder en 24 horas. O eso pensaba él.
Se le acercó un hombre cuando salió de su lugar de descanso, con un traje militar, cuadrándose ante él. Saludo característico.
-¿Capitán Zhukov?-preguntó el desconocido.
"Hacía tiempo que no me llamaban Capitán."-pensó Dimitar.
-Sí, soy yo.-respondió.
-Soy el Teniente Coronel Drone. Me manda Suirahaza a por usted. Quiere repasar alguna estrategia.-contestó el militar.
Le acompañó por una larga calle, flanqueada por árboles de colores vivos. Rojos, amarillos, azules, morados... seguía sin saber como podían tener esas tonalidades. Le preguntaría a la ministra V cuando la viera.
Llegaron al distrito 0, a la plaza del enorme árbol. Pero esta vez se dirigieron al palacio de Kalayb, al edificio de color rubí. La puerta estaba flanqueada por dos brazos de mármol que salían del suelo, entrelazándose sobre ellos. Sostenían un corazón, que derramaba sangre sobre las extremidades de piedra.
-Muy...curioso.-dijo Dimitar mirando la estatua.
-Idea de la ministra. Es una mujer peculiar.-sonrió Drone.
-Ni que decirlo...
Entraron dentro del edificio. Y Dimitar se quedó boquiabierto. Las paredes eran un mapa interestelar con el continuo movimiento de las naves amigas y enemigas. Ahora comprendía como sabían que la Tierra les iba a atacar. Incluso pudo distinguir levemente la Mnemósine, junto a la Hiperión. No parecía que hubiera cambiado nada en ellas.
-¿Descansó bien el señorito?-dijo una voz femenina a su espalda.
Se volvió y no le sorprendió ver a la ministra de la guerra tras él, erguida. Seguía con la misma ropa de cuero, lo cuál le extrañó. A él le habían dado ropa nueva.
-Es la ropa oficial de ministra de guerra, tengo varios trajes como estos. Veo que traes mejor cara...-se anticipó Suirahaza.
-¿Cómo sabe que le iba a preguntar sobre la ropa?-preguntó Dimitar.
-Porque todos preguntáis. Sois tan previsibles...-dijo con sorna.
Accionó un botón en la mesa del centro de la sala y cambió el paisaje de las paredes. Ahora aparecía lo que recordaba como el mapa del planeta.
-Bien, este es el hangar principal -señaló en el mapa- así que tú int...
Se interrumpió al oír una explosión fuera del edificio. La ministra corrió hacia la salida, seguida por Dimitar y Drone.
Salieron a la luz del sol y vieron una nave de la Tierra precipitándose a toda velocidad, envuelta en llamas hacia el suelo.
-¡¡Drone, el escudo!!-gritó Suirahaza.
Drone activó su reloj, el cual no solo daba la hora, parecía ser.
Un enorme escudo rojo, como un campo de fuerza, surgió por encima de sus cabezas, envolviendo la ciudad.
La nave se estrelló contra el escudo, reduciéndose a pedazos. La ciudad tembló bajo la onda de choque, cayendo al suelo algunas ramas del árbol frente a ellos.
-Tenemos visita, chicos.-dijo Suirahaza.- Avisad a Dalvonius, no hay tiempo que perder.
24 horas para el ataque de las tropas terrestres, y por fin podía dormir desde hacía días. Un bálsamo para su cuerpo, pero sobre todo para su mente. Le mandaron a dormir tras la reunión en el Pico de Leben, a un edificio en el distrito 3. Parecía ser una zona residencial; niños por las calles jugando, gente caminando tranquilamente, ajenos a lo que iba a suceder en 24 horas. O eso pensaba él.
Se le acercó un hombre cuando salió de su lugar de descanso, con un traje militar, cuadrándose ante él. Saludo característico.
-¿Capitán Zhukov?-preguntó el desconocido.
"Hacía tiempo que no me llamaban Capitán."-pensó Dimitar.
-Sí, soy yo.-respondió.
-Soy el Teniente Coronel Drone. Me manda Suirahaza a por usted. Quiere repasar alguna estrategia.-contestó el militar.
Le acompañó por una larga calle, flanqueada por árboles de colores vivos. Rojos, amarillos, azules, morados... seguía sin saber como podían tener esas tonalidades. Le preguntaría a la ministra V cuando la viera.
Llegaron al distrito 0, a la plaza del enorme árbol. Pero esta vez se dirigieron al palacio de Kalayb, al edificio de color rubí. La puerta estaba flanqueada por dos brazos de mármol que salían del suelo, entrelazándose sobre ellos. Sostenían un corazón, que derramaba sangre sobre las extremidades de piedra.
-Muy...curioso.-dijo Dimitar mirando la estatua.
-Idea de la ministra. Es una mujer peculiar.-sonrió Drone.
-Ni que decirlo...
Entraron dentro del edificio. Y Dimitar se quedó boquiabierto. Las paredes eran un mapa interestelar con el continuo movimiento de las naves amigas y enemigas. Ahora comprendía como sabían que la Tierra les iba a atacar. Incluso pudo distinguir levemente la Mnemósine, junto a la Hiperión. No parecía que hubiera cambiado nada en ellas.
-¿Descansó bien el señorito?-dijo una voz femenina a su espalda.
Se volvió y no le sorprendió ver a la ministra de la guerra tras él, erguida. Seguía con la misma ropa de cuero, lo cuál le extrañó. A él le habían dado ropa nueva.
-Es la ropa oficial de ministra de guerra, tengo varios trajes como estos. Veo que traes mejor cara...-se anticipó Suirahaza.
-¿Cómo sabe que le iba a preguntar sobre la ropa?-preguntó Dimitar.
-Porque todos preguntáis. Sois tan previsibles...-dijo con sorna.
Accionó un botón en la mesa del centro de la sala y cambió el paisaje de las paredes. Ahora aparecía lo que recordaba como el mapa del planeta.
-Bien, este es el hangar principal -señaló en el mapa- así que tú int...
Se interrumpió al oír una explosión fuera del edificio. La ministra corrió hacia la salida, seguida por Dimitar y Drone.
Salieron a la luz del sol y vieron una nave de la Tierra precipitándose a toda velocidad, envuelta en llamas hacia el suelo.
-¡¡Drone, el escudo!!-gritó Suirahaza.
Drone activó su reloj, el cual no solo daba la hora, parecía ser.
Un enorme escudo rojo, como un campo de fuerza, surgió por encima de sus cabezas, envolviendo la ciudad.
La nave se estrelló contra el escudo, reduciéndose a pedazos. La ciudad tembló bajo la onda de choque, cayendo al suelo algunas ramas del árbol frente a ellos.
-Tenemos visita, chicos.-dijo Suirahaza.- Avisad a Dalvonius, no hay tiempo que perder.
miércoles, 14 de marzo de 2012
Realidad paralela. Parte 9.
La oscuridad era tan intensa que no podía ver más allá de sus manos. Iba a hablar cuando le silenciaron.
-Esperad ahí un segundo.-dijo en la lejanía la voz de Zaunt. Resonó el eco, rebotando en las paredes de la bóveda.
Se oyó un ligero "click" al fondo de la sala, y la sala empezó a llenarse del ruido de motores haciendo girar algo. Eran placas de lo que el había supuesto desde fuera que era cristal, pero que no dejaban pasar la luz.
La sala se llenaba paulatinamente de la luz azulada del sol, revelando lo que guardaba. Un inmenso foso, con terrazas llenas de plantas. Cuando terminaron de girar las placas del techo, comenzó a caer agua de unas tuberías que llegaban a cada terraza, hasta el fondo de la montaña. O lo que él pensaba que era el fondo, porque no le alcanzaba la vista para verlo.
-¿Plantas bajo tierra?-preguntó Dimitar.
-No teníamos sitio para todas en la superficie.-contestó V sin darle importancia.-Vamos a lo que nos incumbe.
Suirahaza y Zaunt se dirigían a un ascensor en el centro de la sala, y les esperaban inquietos. La ministra de guerra volvió a ponerse los anteojos y a tamborilear el posamanos. Zaunt seguía impasible, pero su cara denotaba tensión.
El ascensor bajó a toda velocidad, dejando atrás cientos de terrazas. Llegó al último nivel, que estaba desprovisto de flora. Era una sala redonda, con un holograma del planeta en el centro.
Se acercaron a este y Suirahaza tomó la iniciativa en la explicación:
-Por lo que me han comentado en el servicio de inteligencia, no les ha sentado nada bien ver que no moriste en el sabotaje de la nave.-miró a Dimitar.-Y a Dragovich no le gusta dejar trabajos a medias, así que pretenden llevarte de vuelta a la Tierra y juzgarte. Y luego matarte, claro.
-¿Era necesario ser tan directa?-preguntó Dimitar, atónito ante la dureza de las palabras de la ministra.
-La situación lo exige. No estamos para bromas ni para sutilezas.- se volvió hacia el holograma y señaló una zona.- Aquí está el desierto de Ilaup. Tenemos que conducir a su ejercito a esta zona y activar el campo IEM. Si lo conseguimos, la batalla, y posiblemente la guerra, acabe ahí.
Suirahaza se volvió y les miró fijamente, ajustándose la correa de la muñeca. Se cruzó de brazos y esperó una respuesta.
-Es una opción a tener muy en cuenta, pero necesitamos un plan B.-concluyó Zaunt.-Quizá deberíamos contemplar la posibilidad de que escapen del desierto, y tener listos los acorazados de contacto. No hay que dejarlos huir del desierto.
-Las naves de la Tierra están preparadas contra IEM. Lo sé por experiencia. -dijo Dimitar, hablando por primera vez.
-No contra nuestro IEM, chaval.-sonrió Suirahaza.-Aquí la cosa es distinta. Empezaremos los preparativos en 30 minutos.
-Avisa a los escuadrones de reconocimiento, empieza el baile.-dijo V.
-Esperad ahí un segundo.-dijo en la lejanía la voz de Zaunt. Resonó el eco, rebotando en las paredes de la bóveda.
Se oyó un ligero "click" al fondo de la sala, y la sala empezó a llenarse del ruido de motores haciendo girar algo. Eran placas de lo que el había supuesto desde fuera que era cristal, pero que no dejaban pasar la luz.
La sala se llenaba paulatinamente de la luz azulada del sol, revelando lo que guardaba. Un inmenso foso, con terrazas llenas de plantas. Cuando terminaron de girar las placas del techo, comenzó a caer agua de unas tuberías que llegaban a cada terraza, hasta el fondo de la montaña. O lo que él pensaba que era el fondo, porque no le alcanzaba la vista para verlo.
-¿Plantas bajo tierra?-preguntó Dimitar.
-No teníamos sitio para todas en la superficie.-contestó V sin darle importancia.-Vamos a lo que nos incumbe.
Suirahaza y Zaunt se dirigían a un ascensor en el centro de la sala, y les esperaban inquietos. La ministra de guerra volvió a ponerse los anteojos y a tamborilear el posamanos. Zaunt seguía impasible, pero su cara denotaba tensión.
El ascensor bajó a toda velocidad, dejando atrás cientos de terrazas. Llegó al último nivel, que estaba desprovisto de flora. Era una sala redonda, con un holograma del planeta en el centro.
Se acercaron a este y Suirahaza tomó la iniciativa en la explicación:
-Por lo que me han comentado en el servicio de inteligencia, no les ha sentado nada bien ver que no moriste en el sabotaje de la nave.-miró a Dimitar.-Y a Dragovich no le gusta dejar trabajos a medias, así que pretenden llevarte de vuelta a la Tierra y juzgarte. Y luego matarte, claro.
-¿Era necesario ser tan directa?-preguntó Dimitar, atónito ante la dureza de las palabras de la ministra.
-La situación lo exige. No estamos para bromas ni para sutilezas.- se volvió hacia el holograma y señaló una zona.- Aquí está el desierto de Ilaup. Tenemos que conducir a su ejercito a esta zona y activar el campo IEM. Si lo conseguimos, la batalla, y posiblemente la guerra, acabe ahí.
Suirahaza se volvió y les miró fijamente, ajustándose la correa de la muñeca. Se cruzó de brazos y esperó una respuesta.
-Es una opción a tener muy en cuenta, pero necesitamos un plan B.-concluyó Zaunt.-Quizá deberíamos contemplar la posibilidad de que escapen del desierto, y tener listos los acorazados de contacto. No hay que dejarlos huir del desierto.
-Las naves de la Tierra están preparadas contra IEM. Lo sé por experiencia. -dijo Dimitar, hablando por primera vez.
-No contra nuestro IEM, chaval.-sonrió Suirahaza.-Aquí la cosa es distinta. Empezaremos los preparativos en 30 minutos.
-Avisa a los escuadrones de reconocimiento, empieza el baile.-dijo V.
lunes, 12 de marzo de 2012
Realidad paralela. Parte 8.
Se acercaban a la puerta, cuando un ruido les hizo volverse. Un aerodeslizador, como los de la Tierra, se acercaba a la zona de aterrizaje del Pico de Leben. Se detuvo a poca altura y saltó con agilidad una mujer.
-¡Hop!-dijo al caer. Era la ministra de guerra, Suirahaza.-Deporte por la mañana, debería estar penado por la ley.
Se colocaba el pantalón mientras maldecía en voz baja. Llevaba un atuendo bastante peculiar, de cuero negro, llena de correas doradas y muy ajustada al cuerpo. Y los anteojos que tanto le llamaron la atención. Parecían varias gafas superpuestas.
Se les acercó con paso rápido, y se paró junto a ellos, ajustándose el flequillo que le caía sobre la frente con un rápido movimiento de cuello.
-Menos cháchara, que tenemos problemas. Tú-dijo señalando con el dedo a Dimitar- tienes serios problemas. Vienen a por ti, y no precisamente con buenas intenciones.
-¿De qué hablas, Suirahaza?-preguntó V.
-El centro de inteligencia ha captado una conversación entre Van Aark y el purgador Dragovich. Han descubierto que no murió en la nave.
"Dragovich." pensó Dimitar. "¿De qué me suena ese nombre?"
-¿Y cual es la idea?-preguntó Zaunt.
-Por ahora ver si va a colaborar.-sentenció la ministra de guerra, mirando fijamente a Dimitar.
"Dragovich...un momento. ¿Dragovich no era el juez del tribunal supremo?" recordó Dimitar. Todo empezaba a encajar, y eso no le hacía sentir mejor.
-Dragovich es el juez del tribunal supremo, ¿no?-preguntó para asegurarse.
-Era juez. Ahora es...un verdugo.-contestó sombriamente V.-Se encarga de buscar renegados o "rebeldes potenciales".
Le recorrió un escalofrío por la columna.
-Colaboraré.-respondió Dimitar.- Es absurdo seguir negando la evidencia.
-Excelente. Vamos dentro, allí podremos ver que haremos.-dijo Suirahaza. Se retiró los anteojos y se ajustó las correas.
Zaunt fue el primero en caminar hacia la puerta. Su traje impoluto le hacía parecer más estirado de lo que Dimitar creía que era.
Suirahaza le siguió, poniéndose a su altura y entablando conversación con él.
Cuando Dimitar quiso seguirlos, un brazo le detuvo. La ministra de la vida le agarraba del hombro y le dijo:
-Me alegra que hayas decidido colaborar. No debe ser fácil tu situación.-le dijo mirándole a los ojos.
Dimitar le sonrió, y se dio la vuelta para marcharse. V le siguió a la par.
Una insondable oscuridad les esperaba dentro del edificio, a pesar de que era de cristal.
-¡Hop!-dijo al caer. Era la ministra de guerra, Suirahaza.-Deporte por la mañana, debería estar penado por la ley.
Se colocaba el pantalón mientras maldecía en voz baja. Llevaba un atuendo bastante peculiar, de cuero negro, llena de correas doradas y muy ajustada al cuerpo. Y los anteojos que tanto le llamaron la atención. Parecían varias gafas superpuestas.
Se les acercó con paso rápido, y se paró junto a ellos, ajustándose el flequillo que le caía sobre la frente con un rápido movimiento de cuello.
-Menos cháchara, que tenemos problemas. Tú-dijo señalando con el dedo a Dimitar- tienes serios problemas. Vienen a por ti, y no precisamente con buenas intenciones.
-¿De qué hablas, Suirahaza?-preguntó V.
-El centro de inteligencia ha captado una conversación entre Van Aark y el purgador Dragovich. Han descubierto que no murió en la nave.
"Dragovich." pensó Dimitar. "¿De qué me suena ese nombre?"
-¿Y cual es la idea?-preguntó Zaunt.
-Por ahora ver si va a colaborar.-sentenció la ministra de guerra, mirando fijamente a Dimitar.
"Dragovich...un momento. ¿Dragovich no era el juez del tribunal supremo?" recordó Dimitar. Todo empezaba a encajar, y eso no le hacía sentir mejor.
-Dragovich es el juez del tribunal supremo, ¿no?-preguntó para asegurarse.
-Era juez. Ahora es...un verdugo.-contestó sombriamente V.-Se encarga de buscar renegados o "rebeldes potenciales".
Le recorrió un escalofrío por la columna.
-Colaboraré.-respondió Dimitar.- Es absurdo seguir negando la evidencia.
-Excelente. Vamos dentro, allí podremos ver que haremos.-dijo Suirahaza. Se retiró los anteojos y se ajustó las correas.
Zaunt fue el primero en caminar hacia la puerta. Su traje impoluto le hacía parecer más estirado de lo que Dimitar creía que era.
Suirahaza le siguió, poniéndose a su altura y entablando conversación con él.
Cuando Dimitar quiso seguirlos, un brazo le detuvo. La ministra de la vida le agarraba del hombro y le dijo:
-Me alegra que hayas decidido colaborar. No debe ser fácil tu situación.-le dijo mirándole a los ojos.
Dimitar le sonrió, y se dio la vuelta para marcharse. V le siguió a la par.
Una insondable oscuridad les esperaba dentro del edificio, a pesar de que era de cristal.
domingo, 11 de marzo de 2012
Realidad paralela. Parte 7.
Dimitar devolvió el folio a la mesa, y negó con la cabeza.
-Puede haber sido modificado por ustedes, sigo firme en mi respuesta anterior.
El ministro asintió, y recogió sus papeles.
-Entonces mi misión aquí ha concluido. Buena suerte Dimitar. Nos veremos, espero.
Se volvió, y antes de salir le susurró algo a Zaunt, el cual asintió levemente. Le indicó a Dimitar que le siguiese, y se encaminaron a la salida del edificio.
Le volvió a cegar un poco la luz del sol azulado. Parecía que estaba en su momento álgido del día. Zaunt sacó un teléfono móvil, aunque era un modelo que nunca había visto. Se lo acercó a la oreja y este se acopló, mediante unos pequeños brazos mecánicos. Se volvió transparente y empezó a brillar de color rojo y verde, alternamente.
Zaunt no hablaba, pero asentía de vez en cuando, y daba pequeños paseos. Dimitar suspiró y se volvió a fijar en la estatua del edificio de justicia. Había algo en esa estatua que le fascinaba. Con la intensa luz azulada, la estatua parecía una enorme aguamarina con forma de mujer.
Zaunt le sacó de su ensoñación, hablándole desde lo que el sintió como kilómetros.
-Señor Zhukov, esperaremos aquí a nuestro siguiente guía. ¿Necesita algo?
Dimitar iba a negar con la cabeza, pero le preguntó por el aparato que había usado para llamar:
-¿Qué era ese artilugio que acaba de usar?
-Un teléfono móvil, como los de la Tierra, pero mejorado. No se habla, los brazos leen los impulsos eléctricos del cerebro y los traducen. Solo tienes que pensar la conversación. Es una forma de que no puedan hablar con doble intención. O al menos es muy difícil. La luz verde es que estás mandando información, la roja que la estás recibiendo.
-Interesante, me gustaría tener uno...-susurró Dimitar para sí mismo. -¿Dónde está Virtanen?
-Tiene trabajo en el centro de inteligencia. Hoy no podrá venir.
Dimitar asintió, y se quedó en silencio, esperando a la persona que tenía que reunirse con ellos.
Pasaron unos minutos, y Zaunt señaló hacia el árbol en medio de la plaza, el de las hojas moradas y azules. Se abrió la corteza, a ras de suelo, surgiendo una plataforma redonda, donde venía una persona con un vestido blanco y verde.
-Ministra V, aquí está el señor Zhukov.-dijo Zaunt, cuando se acercó la mujer que salió de la plataforma. A una distancia más corta, parecía más joven que la primera vez. Y ya no llevaba los anteojos.
-Perfecto, vamos.-dijo secamente la ministra.
Sacó el mismo artilugio que usó antes el mariscal, y se lo acercó al oído. La conversación fue muy breve.
-Vendrá un tóptero a recogernos, nos vamos al pico de Leben.-dijo V, arqueando una ceja. Se acercó a Dimitar.-No nos pudimos presentar en el consejo. Mi nombre es V, el cuál es un diminutivo de mi verdadero nombre. Y nadie sabe ese nombre, excepto yo, claro. Soy la ministra de la vida, o lo que en tu planeta llamáis...sanidad. También me encargo de la flora y la fauna, y como podrás comprobar, lo hago muy bien- dijo señalando el árbol de la plaza.
Dimitar se quedó estupefacto ante la perorata de V. No sabía donde meterse. Aunque le salvó la llegada del aparato que supuso que sería el "tóptero". Era el mismo aparato que le había llevado al consejo.
Se subieron y volaron rápidamente en dirección contraria al sol, alejándose de los edificios. Las vistas eran impresionantes, pues cuanto más se alejaba del centro de la ciudad, la flora cambiaba gradualmente de color, hacia un azul más claro, llegando al blanco en los bordes.
-Espero que yo pueda convencerte de nuestra teoría, Dimitar-le susurró V.
Dimitar se estremeció y la miró a los ojos. No se había dado cuenta de lo bella que era.
El tóptero se dirigió hacia un edificio en lo alto de la montaña, un edificio de cristal con forma semicircular. Se bajaron en la puerta, y el tóptero se volvió a marchar en dirección a la ciudad. Dimitar volvió la vista a la ciudad, y disfrutó de la maravillosa mezcla de tecnología y naturaleza, que aunaban sus fuerzas en un contraste increíble.
-Puede haber sido modificado por ustedes, sigo firme en mi respuesta anterior.
El ministro asintió, y recogió sus papeles.
-Entonces mi misión aquí ha concluido. Buena suerte Dimitar. Nos veremos, espero.
Se volvió, y antes de salir le susurró algo a Zaunt, el cual asintió levemente. Le indicó a Dimitar que le siguiese, y se encaminaron a la salida del edificio.
Le volvió a cegar un poco la luz del sol azulado. Parecía que estaba en su momento álgido del día. Zaunt sacó un teléfono móvil, aunque era un modelo que nunca había visto. Se lo acercó a la oreja y este se acopló, mediante unos pequeños brazos mecánicos. Se volvió transparente y empezó a brillar de color rojo y verde, alternamente.
Zaunt no hablaba, pero asentía de vez en cuando, y daba pequeños paseos. Dimitar suspiró y se volvió a fijar en la estatua del edificio de justicia. Había algo en esa estatua que le fascinaba. Con la intensa luz azulada, la estatua parecía una enorme aguamarina con forma de mujer.
Zaunt le sacó de su ensoñación, hablándole desde lo que el sintió como kilómetros.
-Señor Zhukov, esperaremos aquí a nuestro siguiente guía. ¿Necesita algo?
Dimitar iba a negar con la cabeza, pero le preguntó por el aparato que había usado para llamar:
-¿Qué era ese artilugio que acaba de usar?
-Un teléfono móvil, como los de la Tierra, pero mejorado. No se habla, los brazos leen los impulsos eléctricos del cerebro y los traducen. Solo tienes que pensar la conversación. Es una forma de que no puedan hablar con doble intención. O al menos es muy difícil. La luz verde es que estás mandando información, la roja que la estás recibiendo.
-Interesante, me gustaría tener uno...-susurró Dimitar para sí mismo. -¿Dónde está Virtanen?
-Tiene trabajo en el centro de inteligencia. Hoy no podrá venir.
Dimitar asintió, y se quedó en silencio, esperando a la persona que tenía que reunirse con ellos.
Pasaron unos minutos, y Zaunt señaló hacia el árbol en medio de la plaza, el de las hojas moradas y azules. Se abrió la corteza, a ras de suelo, surgiendo una plataforma redonda, donde venía una persona con un vestido blanco y verde.
-Ministra V, aquí está el señor Zhukov.-dijo Zaunt, cuando se acercó la mujer que salió de la plataforma. A una distancia más corta, parecía más joven que la primera vez. Y ya no llevaba los anteojos.
-Perfecto, vamos.-dijo secamente la ministra.
Sacó el mismo artilugio que usó antes el mariscal, y se lo acercó al oído. La conversación fue muy breve.
-Vendrá un tóptero a recogernos, nos vamos al pico de Leben.-dijo V, arqueando una ceja. Se acercó a Dimitar.-No nos pudimos presentar en el consejo. Mi nombre es V, el cuál es un diminutivo de mi verdadero nombre. Y nadie sabe ese nombre, excepto yo, claro. Soy la ministra de la vida, o lo que en tu planeta llamáis...sanidad. También me encargo de la flora y la fauna, y como podrás comprobar, lo hago muy bien- dijo señalando el árbol de la plaza.
Dimitar se quedó estupefacto ante la perorata de V. No sabía donde meterse. Aunque le salvó la llegada del aparato que supuso que sería el "tóptero". Era el mismo aparato que le había llevado al consejo.
Se subieron y volaron rápidamente en dirección contraria al sol, alejándose de los edificios. Las vistas eran impresionantes, pues cuanto más se alejaba del centro de la ciudad, la flora cambiaba gradualmente de color, hacia un azul más claro, llegando al blanco en los bordes.
-Espero que yo pueda convencerte de nuestra teoría, Dimitar-le susurró V.
Dimitar se estremeció y la miró a los ojos. No se había dado cuenta de lo bella que era.
El tóptero se dirigió hacia un edificio en lo alto de la montaña, un edificio de cristal con forma semicircular. Se bajaron en la puerta, y el tóptero se volvió a marchar en dirección a la ciudad. Dimitar volvió la vista a la ciudad, y disfrutó de la maravillosa mezcla de tecnología y naturaleza, que aunaban sus fuerzas en un contraste increíble.
martes, 6 de marzo de 2012
Realidad paralela. Parte 6.
-Tomen asiento, que el espectáculo comienza.-dijo Maldaghar, acercándose a una mesa de controles.
Empezó a manipularlos, y las naves se volvieron más grandes, inundando prácticamente la sala. La realidad de los hologramas era totalmente impresionante, hasta el más mínimo detalle estaba estudiado y trasladado a la máquina.
-Bien, ¿prefieren una explicación previa, o vamos directos a la simulación de los hechos?-preguntó Maldaghar.
-La explicación.-concluyó Dimitar.
-¡Por supuesto! ¡Vamos a ello!-exclamó entusiasmado Maldaghar, toqueteando los controles.
Las naves empezaron a colorearse de un verde amarillento, quedando poco a poco llenas. Parecía que ese gas salía de los conductos de ventilación de la nave.
-¿Y eso es?-cuestionó Dimitar.
-Gas U7.-contestó Zaunt, con el gesto sombrío.
-Ese gas es el que se generó en la Tierra por la radiación de las guerras, ¿qué hace en las naves?
-Ahora viene la explicación, proceda mariscal Zaunt.-dijo Maldaghar.
Zaunt se volvió hacia las naves, mientras estas desaparecían. Cuando ya no se podían apreciar en el holograma, empezó a narrarle los hechos.
-Es usted afortunado, señor Zhukov. Es el primer "rebelde potencial" que podemos salvar. Lo intentamos con la Hiperión, pero nos fue imposible.
"La cúpula de poder de la Tierra cambió hace poco, como bien sabrá usted, señor Zhukov. La supuesta renuncia del antiguo Presidente no fue tal y como le contaron, tuvo que huir del planeta, antes de que los golpistas tomaran el poder. Van Aark es el líder de los golpistas, y no el Almirante que le mandó la misión de capitanear una supuesta batalla en la Avanzada."
Dimitar escuchaba estupefacto, pero continuó en silencio, esperando a que Zaunt terminase.
Zaunt se levantó de la silla y empezó a pasear por la sala.
-Usted es uno de los supuestos enemigos potenciales que tiene Van Aark. Usted y el anterior capitán Westermann, su mentor. La gente que tiene la capacidad de ver en un futuro cercano el poder absolutista de Van Aark y sus seguidores, es apuntado en su lista negra y asesinado. Solo que con usted fallaron.-terminó Zaunt.
-¿Está diciendo que mis propios compañeros intentaron asesinarme a mi y a mis subordinados? No señor Zaunt, no cuela.-negó Dimitar.-Aún no he perdido la cordura como para creerme tal sarta de chorradas.
-Sabíamos que diría eso, Dimitar. ¿Puedo llamarlo Dimitar?-inquirió Maldaghar.
Dimitar asintió y esperó a que continuase.
-Bien, es obvio que no se vaya a creer esto de buenas a primeras. Así que le mostraré algo que espero que le haga cambiar de opinión.
Buscó entre una pila de hojas, y sacó un expediente.
"¿Cómo han conseguido mi expediente?"-se preguntó Dimitar, reconociendo su foto en la parte superior.
-Lo reconoce, ¿verdad? Bien. Fíjese en lo que pone en la tercera línea.
Dimitar cogió el expediente, y leyó:
"Gran capacidad de liderazgo, táctica y capacidad. Pendiente de juicio."
-Ese juicio le llegó, y no fue a su favor, Dimitar.-señaló Maldaghar, apuntando al expediente que tenía en sus manos.
Empezó a manipularlos, y las naves se volvieron más grandes, inundando prácticamente la sala. La realidad de los hologramas era totalmente impresionante, hasta el más mínimo detalle estaba estudiado y trasladado a la máquina.
-Bien, ¿prefieren una explicación previa, o vamos directos a la simulación de los hechos?-preguntó Maldaghar.
-La explicación.-concluyó Dimitar.
-¡Por supuesto! ¡Vamos a ello!-exclamó entusiasmado Maldaghar, toqueteando los controles.
Las naves empezaron a colorearse de un verde amarillento, quedando poco a poco llenas. Parecía que ese gas salía de los conductos de ventilación de la nave.
-¿Y eso es?-cuestionó Dimitar.
-Gas U7.-contestó Zaunt, con el gesto sombrío.
-Ese gas es el que se generó en la Tierra por la radiación de las guerras, ¿qué hace en las naves?
-Ahora viene la explicación, proceda mariscal Zaunt.-dijo Maldaghar.
Zaunt se volvió hacia las naves, mientras estas desaparecían. Cuando ya no se podían apreciar en el holograma, empezó a narrarle los hechos.
-Es usted afortunado, señor Zhukov. Es el primer "rebelde potencial" que podemos salvar. Lo intentamos con la Hiperión, pero nos fue imposible.
"La cúpula de poder de la Tierra cambió hace poco, como bien sabrá usted, señor Zhukov. La supuesta renuncia del antiguo Presidente no fue tal y como le contaron, tuvo que huir del planeta, antes de que los golpistas tomaran el poder. Van Aark es el líder de los golpistas, y no el Almirante que le mandó la misión de capitanear una supuesta batalla en la Avanzada."
Dimitar escuchaba estupefacto, pero continuó en silencio, esperando a que Zaunt terminase.
Zaunt se levantó de la silla y empezó a pasear por la sala.
-Usted es uno de los supuestos enemigos potenciales que tiene Van Aark. Usted y el anterior capitán Westermann, su mentor. La gente que tiene la capacidad de ver en un futuro cercano el poder absolutista de Van Aark y sus seguidores, es apuntado en su lista negra y asesinado. Solo que con usted fallaron.-terminó Zaunt.
-¿Está diciendo que mis propios compañeros intentaron asesinarme a mi y a mis subordinados? No señor Zaunt, no cuela.-negó Dimitar.-Aún no he perdido la cordura como para creerme tal sarta de chorradas.
-Sabíamos que diría eso, Dimitar. ¿Puedo llamarlo Dimitar?-inquirió Maldaghar.
Dimitar asintió y esperó a que continuase.
-Bien, es obvio que no se vaya a creer esto de buenas a primeras. Así que le mostraré algo que espero que le haga cambiar de opinión.
Buscó entre una pila de hojas, y sacó un expediente.
"¿Cómo han conseguido mi expediente?"-se preguntó Dimitar, reconociendo su foto en la parte superior.
-Lo reconoce, ¿verdad? Bien. Fíjese en lo que pone en la tercera línea.
Dimitar cogió el expediente, y leyó:
"Gran capacidad de liderazgo, táctica y capacidad. Pendiente de juicio."
-Ese juicio le llegó, y no fue a su favor, Dimitar.-señaló Maldaghar, apuntando al expediente que tenía en sus manos.
domingo, 4 de marzo de 2012
Realidad paralela. Parte 5.
Despertó en la misma habitación de la primera vez, con el sol azulado bañando con su luz la habitación y con un terrible dolor de cabeza.
"Al menos fue un sueño..." pensó Dimitar apoyando la espalda en la pared. Se tocó la sien derecha, y notaba como le palpitaba.-"Necesito algo para el dolor de cabeza".
Se levantó y se acercó a la ventana a mirar. Vio que la plaza del Distrito 0 quedaba delante suya, aunque no estaba seguro de que realmente se llamara Distrito 0. Todo habría sido un sueño.
-Señor Zhukov, que magnífica noticia que ya esté despierto-dijeron a su espalda.
Se volvió y vio a Zaunt acompañado de Virtanen, para variar...
-¿Se encuentra bien? Debió doler bastante ese golpe en la cabeza. ¿Necesita algún medicamento?-preguntó Zaunt.
-¿Qué golpe en la cabeza?-se extrañó Dimitar.
-¿No lo recuerda? Estaba delante del Consejo cuando se desmayó y se golpeó contra el suelo. Un golpe bastante fuerte, pensaba que habría sufrido una conmoción cerebral.
"No fue un sueño"-sentenció Dimitar.-"Todo fue real".
-No hará falta volver al Consejo, ya le han visto y han tomado sus propias conclusiones. Las preguntas que tenga se las responderemos nosotros.-continuó Virtanen.
-¿Qué hago aquí? O tampoco me van a responder.
-Tranquilo señor Zhukov. Está aquí para evitar su propia muerte a bordo de la Mnemósine, como ya ocurrió con sus compañeros.
-¿Perdieron el combate en la avanzada? Íbamos sobradamente preparados...
-¿Combate? Nunca llegó tal combate. Sus compañeros tuvieron el mismo destino que los tripulantes de la Hiperión. Fueron envenenados por sus líderes de la Tierra.
-¿De qué demonios está hablando? No diga sandeces.
-Se lo demostraré. Venga, iremos al edificio de Hiperespacio. Allí le mostrarán lo que ocurrió en las dos naves.
Esta vez no le pusieron esposas, aunque tampoco se sentía con ganas de huir o hacer algo extraño. Tanta información le confundía. Estaba claro que intentaban ponerle en contra de su propio planeta, y no lo iban a conseguir.
Caminaron a ritmo rápido hacia el edificio, donde les esperaba en la puerta Maldaghar, el ministro encargado de esa tarea.
-¡Hola! ¿Cómo está? Estuvimos muy preocupados por su salud, pero las pruebas que le hicimos nos tranquilizaron. ¡Adelante, por favor!-decía Maldaghar, derrochando energía. Su juventud y alegría eran contagiosas.
Entraron al edificio, decorado con cuerpos celestes y planetas, que se movían por el techo sin ninguna sujeción aparente.
-¡Magnetismo, señor Zhukov! ¡La maravilla de la ciencia!-exclamaba entusiasmado el joven ministro.
Se dirigieron a una sala circular, donde había un holograma de las dos naves.
"A ver con que me sorprenden esta vez"-pensó Dimitar.
"Al menos fue un sueño..." pensó Dimitar apoyando la espalda en la pared. Se tocó la sien derecha, y notaba como le palpitaba.-"Necesito algo para el dolor de cabeza".
Se levantó y se acercó a la ventana a mirar. Vio que la plaza del Distrito 0 quedaba delante suya, aunque no estaba seguro de que realmente se llamara Distrito 0. Todo habría sido un sueño.
-Señor Zhukov, que magnífica noticia que ya esté despierto-dijeron a su espalda.
Se volvió y vio a Zaunt acompañado de Virtanen, para variar...
-¿Se encuentra bien? Debió doler bastante ese golpe en la cabeza. ¿Necesita algún medicamento?-preguntó Zaunt.
-¿Qué golpe en la cabeza?-se extrañó Dimitar.
-¿No lo recuerda? Estaba delante del Consejo cuando se desmayó y se golpeó contra el suelo. Un golpe bastante fuerte, pensaba que habría sufrido una conmoción cerebral.
"No fue un sueño"-sentenció Dimitar.-"Todo fue real".
-No hará falta volver al Consejo, ya le han visto y han tomado sus propias conclusiones. Las preguntas que tenga se las responderemos nosotros.-continuó Virtanen.
-¿Qué hago aquí? O tampoco me van a responder.
-Tranquilo señor Zhukov. Está aquí para evitar su propia muerte a bordo de la Mnemósine, como ya ocurrió con sus compañeros.
-¿Perdieron el combate en la avanzada? Íbamos sobradamente preparados...
-¿Combate? Nunca llegó tal combate. Sus compañeros tuvieron el mismo destino que los tripulantes de la Hiperión. Fueron envenenados por sus líderes de la Tierra.
-¿De qué demonios está hablando? No diga sandeces.
-Se lo demostraré. Venga, iremos al edificio de Hiperespacio. Allí le mostrarán lo que ocurrió en las dos naves.
Esta vez no le pusieron esposas, aunque tampoco se sentía con ganas de huir o hacer algo extraño. Tanta información le confundía. Estaba claro que intentaban ponerle en contra de su propio planeta, y no lo iban a conseguir.
Caminaron a ritmo rápido hacia el edificio, donde les esperaba en la puerta Maldaghar, el ministro encargado de esa tarea.
-¡Hola! ¿Cómo está? Estuvimos muy preocupados por su salud, pero las pruebas que le hicimos nos tranquilizaron. ¡Adelante, por favor!-decía Maldaghar, derrochando energía. Su juventud y alegría eran contagiosas.
Entraron al edificio, decorado con cuerpos celestes y planetas, que se movían por el techo sin ninguna sujeción aparente.
-¡Magnetismo, señor Zhukov! ¡La maravilla de la ciencia!-exclamaba entusiasmado el joven ministro.
Se dirigieron a una sala circular, donde había un holograma de las dos naves.
"A ver con que me sorprenden esta vez"-pensó Dimitar.
jueves, 1 de marzo de 2012
Realidad paralela. Parte 4.
"Alumnos, hoy aprenderéis a sobrevivir en casos extremos, ya sea en caso de perderos, secuestro, etc..."
Nunca llegaron a terminar esa clase, una de las tuberías de energía reventó, y se tuvo que desalojar el edificio. Ahora le vendría bien aquella clase, lo que tenía ante sus ojos era algo que nunca había sentido.
Miedo, terror, incertidumbre...auténtico pavor. El Consejo era mucho más imponente de lo que nunca hubiera imaginado. Nunca le había impresionado tanto algo, ni siquiera cuando con tan solo 14 años tuvo que defender su tesis de estrategia militar ante los tres grandes almirantes de la Tierra. Aquello era distinto.
Mientras caminaba se fijó uno por uno en los integrantes, de izquierda a derecha:
La primera persona era una mujer de unos cuarenta años, de pelo moreno y piel clara. Tenía una media sonrisa en la cara y le miraba desde unos anteojos redondos. Parecía divertirse ante el simple hecho de que Dimitar temblase.
El segundo era un hombre de aspecto imponente, alto y con un rostro inescrutable. Irradiaba energía con solo mirarle. Tenía el pelo corto y de punta, de color blanco, como la nieve. Miraba fijamente al capitán mientras éste avanzaba.
En el centro estaba un anciano, calvo y con unas extrañas gafas. Estaban como pegadas a la piel y tenía algunos botones por los lados. Sonreía y se mostraba benévolo ante el cautivo.
A su izquierda estaba el más joven de los cinco. Miraba distraído unos apuntes que tenía delante y repiqueteaba con el dedo en la mesa, como siguiendo el ritmo de una música ausente. Tenía el pelo más largo que el segundo hombre, de color cobrizo.
Y por último otra mujer, de media melena rubia y mirada pícara, examinó a Dimitar de arriba a abajo mientras este caminaba hacia la silla que después usaría. Se echó hacia delante para verle mejor y se apoyó sobre sus brazos.
Dimitar llegó a la silla, y aguardó erguido junto a ella, esperando que le hablasen.
-Siéntate por favor, estás en tu casa. -sonrió el anciano del centro. -Permítenos presentarnos. Yo soy Dalvonius, líder del Consejo.
-V. Ministra de la vida. -dijo la primera mujer.
-Fhreklay, Ministro de riqueza. -escupió el segundo hombre, deseoso de no tener que volver a hablar. Parecía que no le gustaban ese tipo de reuniones.
-¿Yo? -preguntó el joven.-Ah, yo soy Maldaghar, Ministro de hiperespacio. ¿Qué tal?
-Luego hablaréis lo que tengáis que hablar.-cortó la última mujer, dejándose caer sobre el respaldo de la silla.-Suirahaza, Ministra de guerra.
-Dimitar Zhukov, ha sido traído ante el consejo porque usted ha destacado en todos los campos de su trabajo, y queríamos salvarle del destino que habían preparado para usted.
Dimitar, sentado en la silla, no entendió de que hablaba el anciano, pero siguió callado. Temía que si preguntaba algo, echase algo más que palabras por su boca.
-Veo que por su cara de estupor no entiende de que hablamos, señor Zhukov.-dijo la primera mujer, V.-Se lo explicaremos tranquilamente, no hay prisa.
-Le trajimos aquí para que tuviera mejor suerte que sus excompañeros de la nave Mnemósine.-Continuó el anciano.
-¿Excompañeros?-preguntó como pudo Dimitar.
-Sí, murieron todos. Usted se libró por poco, si no llegamos a actuar de inmediato.-Sentenció Maldaghar.
"¿Muertos, de que hablan?"-pensó Dimitar. La cabeza le bullía, y sentía como un mareo atroz le consumía...
Nunca llegaron a terminar esa clase, una de las tuberías de energía reventó, y se tuvo que desalojar el edificio. Ahora le vendría bien aquella clase, lo que tenía ante sus ojos era algo que nunca había sentido.
Miedo, terror, incertidumbre...auténtico pavor. El Consejo era mucho más imponente de lo que nunca hubiera imaginado. Nunca le había impresionado tanto algo, ni siquiera cuando con tan solo 14 años tuvo que defender su tesis de estrategia militar ante los tres grandes almirantes de la Tierra. Aquello era distinto.
Mientras caminaba se fijó uno por uno en los integrantes, de izquierda a derecha:
La primera persona era una mujer de unos cuarenta años, de pelo moreno y piel clara. Tenía una media sonrisa en la cara y le miraba desde unos anteojos redondos. Parecía divertirse ante el simple hecho de que Dimitar temblase.
El segundo era un hombre de aspecto imponente, alto y con un rostro inescrutable. Irradiaba energía con solo mirarle. Tenía el pelo corto y de punta, de color blanco, como la nieve. Miraba fijamente al capitán mientras éste avanzaba.
En el centro estaba un anciano, calvo y con unas extrañas gafas. Estaban como pegadas a la piel y tenía algunos botones por los lados. Sonreía y se mostraba benévolo ante el cautivo.
A su izquierda estaba el más joven de los cinco. Miraba distraído unos apuntes que tenía delante y repiqueteaba con el dedo en la mesa, como siguiendo el ritmo de una música ausente. Tenía el pelo más largo que el segundo hombre, de color cobrizo.
Y por último otra mujer, de media melena rubia y mirada pícara, examinó a Dimitar de arriba a abajo mientras este caminaba hacia la silla que después usaría. Se echó hacia delante para verle mejor y se apoyó sobre sus brazos.
Dimitar llegó a la silla, y aguardó erguido junto a ella, esperando que le hablasen.
-Siéntate por favor, estás en tu casa. -sonrió el anciano del centro. -Permítenos presentarnos. Yo soy Dalvonius, líder del Consejo.
-V. Ministra de la vida. -dijo la primera mujer.
-Fhreklay, Ministro de riqueza. -escupió el segundo hombre, deseoso de no tener que volver a hablar. Parecía que no le gustaban ese tipo de reuniones.
-¿Yo? -preguntó el joven.-Ah, yo soy Maldaghar, Ministro de hiperespacio. ¿Qué tal?
-Luego hablaréis lo que tengáis que hablar.-cortó la última mujer, dejándose caer sobre el respaldo de la silla.-Suirahaza, Ministra de guerra.
-Dimitar Zhukov, ha sido traído ante el consejo porque usted ha destacado en todos los campos de su trabajo, y queríamos salvarle del destino que habían preparado para usted.
Dimitar, sentado en la silla, no entendió de que hablaba el anciano, pero siguió callado. Temía que si preguntaba algo, echase algo más que palabras por su boca.
-Veo que por su cara de estupor no entiende de que hablamos, señor Zhukov.-dijo la primera mujer, V.-Se lo explicaremos tranquilamente, no hay prisa.
-Le trajimos aquí para que tuviera mejor suerte que sus excompañeros de la nave Mnemósine.-Continuó el anciano.
-¿Excompañeros?-preguntó como pudo Dimitar.
-Sí, murieron todos. Usted se libró por poco, si no llegamos a actuar de inmediato.-Sentenció Maldaghar.
"¿Muertos, de que hablan?"-pensó Dimitar. La cabeza le bullía, y sentía como un mareo atroz le consumía...
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