lunes, 30 de julio de 2012

Jaula de Cristal. Parte 4.

Recordaba cuando iba a la escuela elemental, en la capital de Debulon, Okranis. Allí despuntaba en casi todas las asignaturas, ya fuera física teórica, como neuromancia, o matemática avanzada. Pero siempre le faltaba algo, algo más. Y descubrió que la superioridad, incluso el causarle dolor a los que eran inferiores a ella, la llenaba como nada lo había hecho nunca. Era algo que, obviamente, nadie conocía, pero que le daba un placer irremplazable. Por ello, mientras mantenía los pies encima del pecho del inconsciente Noralisk, daba vueltas a su taladro neuronal, silbando una vieja canción que casi nadie recordaba, nadando en su propio ego, inabarcable para cualquier mente que no fuera la suya. Aparcó su autocomplaciencia y se dirigió al piloto de la nave, con su timbre autoritario habitual:

-¿A cargo de las prisioneras quién está?

El timonel de aquella monstruosa nave dejó apartados los mandos, y se giró un poco, sin dirigirle la mirada directamente a la teniente Hardin.

-Sindraksson.

Arcadia se levantó con la fiereza y agilidad de una pantera enloquecida, y bramó:

-¡¿Con ese inútil?! ¡Hasta aquí podríamos llegar!-exclamó, pateando a su paso al desmayado Noralisk. Este gimió un poco ante el impacto, pero no despertó.

Pasó como un misil por pasillos y camarotes, hasta que estuvo delante del joven Sindraksson, recluta artillero de quinta categoría, quieto con el fusil de protones en sus manos, temblando ante la simple presencia de Arcadia, mucho más baja que él, pero terriblemente imponente. Una simple palabra bastó para doblegar al rubio guardián.

-Fuera. -señalando el pasillo a su derecha. Sindraksson agachó la cabeza, y marchó con paso plomizo, a contraposición de su acelerado latir de corazón.

Abrió de una patada la puerta, pues según ella "abrir con el pomo es símbolo de debilidad", enarcando una ceja ante la vista de las dos muchachas, despiertas y mirándola fijamente.

-Veo que las señoritas están despiertas. Bien. Tenemos algunos asuntos que zanjar, pero antes...- concluyó volviéndose a la puerta, y cerrándola a su espalda.

Se sentó en la única silla que quedaba vacía, apoyando los pies en la mesa, y suspirando, dijo:

-A pesar de mi contradicción inicial, podemos servirnos mutuamente, aunque yo no suelo depender de... otros seres. Los idiotas de mis superiores pretenden que hacerme un juicio militar por subordinación...-hizo una pausa para soltar una estridente carcajada-... y no me apetece en este momento, así que pretendo que escapemos, con vuestra ayuda, a Debulon III, una reciente colonia para pruebas armamentísticas. Allí seréis puestas en libertad y yo me declararé rebelde ante mi gobierno. ¿Y bien?

Alexia fue la primera en acomodarse y contestar:

-No. No vamos a creerla. Nos tiene prisioneras aquí, ¿y pretende que le creamos? No somos estúpidas, teniente Hardin.

Arcadia se levantó, esta vez con mayor pausa, mirando fijamente a Alexia a los ojos, con una mueca que se antojaba como una sonrisa, pero que era muchísimo más terrorífica.

-Suponía que pasaría esto. Recordad este rostro, porque es el rostro de la muerte.

Y desenfundó de su cinturón una pistola.

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