domingo, 27 de mayo de 2012

Deus Ex Machina. Parte 3.

-Cuando llegues recibirás instrucciones precisas de tu misión. Tu compañero te espera en la zona de despegue. Buena suerte Alex, el destino del planeta está en tus manos.-dijo solemne Suirahaza.

Ésta se dio la vuelta, murmurando para sí misma: "No sé para que digo siempre lo mismo si nadie se lo cree". Y se encogió de hombros mientras giraba la esquina.

Alexia, que ya no se sorprendía ante los numeritos de su madrina, se giró hacia sus padres, que estaban apartados, esperando a que la Jefa de Ministros le confiara la misión que llevaría a cabo en la Avanzada, la reconquistada Avanzada durante la guerra contra la Tierra.

La Avanzada era una ciudad artificial, creada en el espacio con fines científicos, dónde se pudiera experimentar sin los límites de la gravedad o la atmósfera, dónde dar rienda suelta a la imaginación por parte de los mejores hombres de ciencia del planeta. Pero hacía tiempo que algo no marchaba bien en la Avanzada, el siempre voraz avance tecnológico se había visto truncado desde la llegada del nuevo Supervisor Jefe, Fhreklay. Antiguo Ministro de Riqueza, todos pensaban que sería el nuevo Jefe de Ministros, pero se ofreció voluntario para marcharse a la utópica ciudad. Sorprendió a todos este hecho, pero tenía suficiente peso en el planeta como para que no fuera cuestionada esta reacción.

Ahora, desde que Suirahaza se hiciera con la jefatura, mandaba cada año a nuevos espías para controlar el trabajo de Fhreklay, y sin levantar sospechas seguir manejando los hilos de la Avanzada.

Los padres de Alexia se acercaron para alentarle y apoyarle en su nueva misión, despidiéndose de ella.

Alexia subió a la nave, dónde le esperaba su compañera y amiga Tryf, lista para partir junto a ella.

-¿Tú eres mi compañera? ¡Qué alegría! Pensé que sería el estúpido de Fakih.- preguntó Alexia, mientras se acomodaba junto a su amiga.

-No, Fakih ha sido destinado a otra misión, no sé donde.-contestó Tryf, mesándose los rizos pelirrojos.-  Artificieras, ¿no?

-Eso parece, habrá que improvisar.

La compuerta se cerró, listos para partir. Les esperaba un viaje de muchos años luz, distancia corta en esta época, gracias a la velocidad hiperespacial. Para los viajes más largos se utilizaban agujeros de gusano, pero solo los enormes acorazados o cargueros tenían esta capacidad. Tardarían unas horas en llegar, distancia que en la era de las primeras naves espaciales hubiera supuesto un viaje mortal, de varios cientos de años.

El anestesiante hizo acto de presencia, durmiendo a las compañeras de faena, para que el viaje no les afectara a los sentidos. Cuando llegaran les despertarían, listas para investigar.

El piloto, en honor al padre de los viajes hiperespaciales, Icaas Avimos, recitó la conjura para los intrépidos pioneros en este arte:
"Dicen que el tiempo es oro, pero yo lo acabo de convertir en diamante."

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